Por: Andrés Villota
Desde que la Asamblea Nacional Popular china promulgó la “Ley de Seguridad Nacional” para Hong Kong tras un fast track (tan propio de las dictaduras) en una Asamblea en la que todos sus miembros son del único partido que existe, se ha desatado una inmensa ola de protestas sociales que han sido cruelmente reprimidas por Pekín. Esta situación constituye una abierta violación a los acuerdos suscritos entre la China Popular y el Reino Unido en 1997 cuando la China se comprometió a garantizar hasta el año 2047 la autonomía de la ex colonia británica. Los compromisos no se respetan en la China, podría ser la conclusión sobre la seguridad jurídica para los que insisten en hacer negocios con el Partido Comunista Chino.
En la China Popular no solo se violan los pactos y acuerdos, también reportan información falsa y lo que producen es copiado o falsificado. No existe las patentes, ni se respeta la propiedad intelectual. Hasta se apropió del lugar de la República de China (original) fundada en 1912 en el Sistema Internacional, aprovechando la debilidad de Richard Nixon y de su secretario de Estado, Henry Kissinger, al que Mao Tse-Tung manipuló a su antojo. La República de China (Taiwán) fue uno de los miembros fundadores de la ONU que tuvo asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas desde el día de su fundación hasta que en el año de 1971 su lugar fue usurpado por la dictadura comunista de la China Popular.
Pekín no solo ha desconocido los acuerdos con el Reino Unido, también está incumpliendo con las obligaciones derivadas de la ratificación de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR) que ha generado roces y tensiones con varios países de la región de APAC desde el ascenso al poder del dictador comunista. Con la llegada de Xi JInping, la diplomacia china volvió a las malas prácticas del maoísmo que ha sido definida por el Senador de los Estado Unidos, el Demócrata Chris Coons, como “bullying tactics” por el tono agresivo y pendenciero con el que se trata a sus similares de otros países, y se pisotea de manera violenta la soberanía de instituciones y naciones enteras.
La administración Trump se trazó como objetivo devolver a la Republica de China (Taiwán) a su lugar en el mundo que, otro republicano le quitó. A la expedición del TAIPEI Act que fue votado unánimemente en el Congreso de los Estados Unidos de América le siguió la significativa visita de Alex Azar, el secretario de salud de los Estados Unidos que reafirma la estrecha relación que ha mantenido desde siempre Washington con Taipei.
A los pocos días llegó a Taiwán el presidente del Senado de la República Checa, Milos Vystrcil, acompañado por el alcalde de Praga, Zdenek Hrib, y más de 80 funcionarios, empresarios y académicos que, como era de esperarse, provocó amenazas y agresiones al pueblo checo por parte del dictador comunista Xi Jinping. También, los miembros del Partido Comunista Chino, amenazaron al gobierno holandés por supuestamente haber violado la libre competencia al no haberle adjudicado un contrato a una empresa de propiedad del Partido. El absurdo de oír a la China hablando de libre competencia y libre mercado, cuando en la China Popular no existe ni la una, ni lo otro.
La debacle de la economía china por culpa de la cuarentena obligatoria ha funcionado como catalizador para desmontar el esquema de las relaciones sino-latinoamericanas que se basaron, en la última década, en una relación extorsiva en la que los países con economías deficitarias crearon fuertes lazos de dependencia del capital acumulado por los bancos de propiedad del PCCh a cambio de votos y apoyo político en el contexto internacional.
En Europa se está formando un gran bloque hegemónico con Estados Unidos que invita a restablecer las relaciones diplomáticas con Taiwán y es evidente que con el TAIPEI Act a las naciones aliadas de Taiwán, les espera innumerables beneficios comerciales que en nuestra región van a contar con el apoyo del BID y de su nuevo presidente, Mauricio Claver-Carone, lo que envía un claro mensaje a Latinoamérica: es mejor ser amigo de la democracia de Taiwán que de la dictadura de China.
La economía taiwanesa fabrica más de la mitad de los microchips que se utilizan en el mundo lo que la hace una potencia tecnológica global que, frente a la política pública colombiana de desarrollar la ciencia y la tecnología, encuentra en Taiwán el aliado perfecto para cumplir con el objetivo trazado. El interés de empresas taiwanesas por establecerse en ciudades colombianas que le ofrezcan mano de obra calificada y condiciones de seguridad y estabilidad jurídica atiende a la misma lógica de las más de doscientas empresas de origen estadounidense que salieron de la China Popular para evitar las violaciones sistemáticas de los derechos humanos que padecen los trabajadores chinos de manos de la dictadura comunista.
Taiwán es el mejor fabricante de bicicletas del mundo, las mismas que usan los ciclistas colombianos en las carreras más exigentes e importantes a nivel internacional. Sería una gran oportunidad para Colombia que en el país con los mejores ciclistas se establecieran las mejores fabricas de bicicletas del mundo que, por la posición geográfica de los puertos del Caribe colombiano, podrían atender la demanda del exigente mercado de la Costa Este de los Estados Unidos.
Taiwán es una potencia en la fabricación de textiles inteligentes. James, Falcao y los demás jugadores de la Selección Colombia de fútbol se visten con uniformes hechos con telas Made in Taiwan. Ellos y todas las selecciones de futbol que van a participar en el Mundial de Qatar y los equipos olímpicos que van a ir a Tokyo. Colombia al ser líder en la región, en el diseño de modas y en la confección de prendas de vestir, encuentra el complemento perfecto en los textiles taiwaneses para desarrollar una industria textil que sea altamente competitiva a nivel mundial.
Desde el siglo pasado en Taiwán no existen los rellenos sanitarios porque toda la basura orgánica de la isla la convierten en energía eléctrica. Las ciudades colombianas podrían solucionar su problema de las basuras y empezar a generar energías limpias si traen esta tecnología que los taiwaneses están dispuestos a compartir y a financiar para su exitosa implementación en Colombia.
Taiwán es, a su vez, uno de los más importantes consumidores de café gourmet del mundo y podría ser un mercado natural para nuestros productos agrícolas por tratarse de una economía complementaria y, los más importante, por tratarse de una democracia liberal con la que se puede hacer negocios en igualdad de condiciones y transparencia, muy distante de los contratos con clausulas leoninas como las que suelen incluir los monopolios de las dictaduras comunistas que no respetan las reglas del libre mercado y de la libre competencia.
El presidente Juan Manuel Santos sentó el precedente en la política exterior colombiana que se podía reconocer a un país sin que eso significara el detrimento de las relaciones diplomáticas con su antagonista al reconocer a Palestina faltando solo un par de horas para terminar con su mandato presidencial, sin que esa situación afectara las relaciones diplomáticas de Colombia con Israel que, en la actualidad, pasan por su mejor momento tras la firma de un tratado de libre comercio.
El señor presidente Iván Duque no tiene que esperar a las últimas horas de su gobierno para reconocer a la República de China (Taiwán) y restablecer las relaciones diplomáticas que fueron interrumpidas en el año de 1980. Las relaciones diplomáticas de la post pandemia van a estar determinadas por los intenses económicos, dejando de lado los intereses políticos que durante el periodo 2010-2020 (La Década Perdida de Colombia), nos hizo fortalecer las relaciones con dictaduras comunistas que no tienen ninguna empatía con los principios democráticos y económicos que tiene Colombia, en contravía de los intereses económicos reales del pueblo colombiano.
Las bondades de restablecer las relaciones diplomáticas con Taiwán son innumerables pues ubica a Colombia en un lugar privilegiado dentro de la esfera de los aliados de la economía estadounidense que será la encargada de dirigir la recuperación productiva del mundo, al igual que posiciona a los empresarios colombianos en el proceso de reconstrucción del tejido social y de la economía de Cuba y Venezuela una vez caigan las dictaduras de Diaz-Canel y Maduro Moros.
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