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¿Si no es Vargas Quién?

por El Expediente
junio 6, 2021
en Opinión
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Por: Fernando Álvarez

¿Si no es Vargas Quién?i

Al expresidente Andrés iPastrana Arango le faltó la agudeza gramatical que le sobró al expresidente Alfonso López Michelsen cuando en su época soltó la frase “ ¿Si no es Barco Quién?”. Eran momentos en que el turbayismo, había logrado que el barco del lopismo hiciera agua y el llerismo en facción oponente exibía en ciernes al candidato Virgilio Barco Vargas, como una figura más técnica que política, encarnada en un liberal de racamandaca y quien había forjado una disciplinada carrera política a partir de su eficaz alcaldía en Bogotá, en la que ganó suficientes méritos por sus realizaciones bajo el lema de “manos a la obra”.

López en ese momento le lanzaba un flotador al Partido Liberal que a pesar de haber recuperado el poder con Julio Cesar Turbay Ayala, luego de que Belisario lo hubiera derrotado en 1982 la aspiración de López a ser reelegido, vivía una crisis por esos días en los que el liberalismo apenas sobreaguaba. Se encontraba seriamente amenazado no solo por las torpezas y de upolíticas y las concepciones elásticas en asuntos de ética de lo público que habían llevado a Turbay a ser ingratamente recordado por su frase cínica de “reducir la corrupción a sus justas proporciones”, sino que el gobierno de Turbay presagiaba que la historia no lo absolvería por su represivo y antipopular “Estatuto de Seguridad”, que dejó uno que otro torturado y unos que otros desparecidos. 

Se veía venir con toda el triunfo revanchista del conservador Alvaro Gómez Hurtado y no sin razón el llerismo culpaba al turbolopismo de la debacle liberal, con lo cual la rivalidad interna y eterna en el liberalismo entre el expresidente Alfonso López Michelsen y el expresidente Carlos Lleras Restrepo, abuelo de Germán Vargas Lleras, inclinaba la balanza a favor de Lleras y el candidato Virgilio Barco hacía las veces de aspirante imparcial. López con su premonitoria frase intentaba dar un golpe de mano para lograr, cuando menos, la neutralidad benévola del candidato llerista. De hecho, López quedó como el gran artífice de esa candidatura y los relatos periodísticos se encargaron de difuminar el llerismo de Barco.

Eran otras él pocas, los partidos eran fuertes, el trapo rojo funcionaba y la bandera azul era respetada por la colectividad conservadora. Hoy en esa materia no se sabe quién es chicha ni quién es limoná. Por esta razón resulta visionario que un expresidente conservador, del ala blanda de ese partido, enarbole hoy las ideas del sector más conservador de liberalismo y retome el concepto del Castrochavismo como el enemigo del momentum? Que llame la atención sobre el peligro que encarna el Foro de Sao Paulo y que se sume a las alertas tempranas del uribismo sobre el riesgo de Colombia de caer en las garras del Socialismo del Siglo XXI, que quedó expreso cuando el expresidente Alvaro Uribe sentenció “Ojo con el 2022”. “El socialismo del siglo XXI quiere venir a desinstitucionalizar este país, porque Colombia es la joya de la corona para ellos” repitió incansablemente Pastrana en los medios.

La postulación nada sutil de Pastrana en cabeza de Vargas Lleras indica que su frase “En política no hay muertos”, no es una proposición espontánea, ni una expresión calenturienta. Al contrario, deja ver que responde a un análisis conversado, una posibilidad estudiada y una salida calculada ante el peligro inminente de que la Caperucita de capa amarilla y de gorro verde desteñido escondan el rojo teñido de sangre, miseria y pauperización del lobo comunista. Aquel que después de mostrar sus fauces en la Cortina de Hierro, durante más de medio siglo, se disfraza ahora en Cuba, Nicaragua y Venezuela de Socialismo del Siglo XXI, ya no con criterios marxistas ni con organizaciones leninistas sino con lenguajes humanistas, animalistas, feministas y homosexualistas, que son hoy la forma de canalizar el descontento popular para acceder al poder mediante la táctica de explotar el resentimiento social y la anarquía conceptual.

No es para nada improvisada la salida al ruedo por todos los medios del expresidente Pastrana, quien además en el ajedrez de Andrés reconoce que sacrificó la dama, al pedirle a la Vicepresidente, Marta Lucía Ramírez, que acompañara al presidente Iván Duque como canciller en estos momentos de efervescencia y calor, donde se vislumbran tempestades que anuncian los vientos huracanados de las protestas juveniles, aupadas por protestantes profesionales y consuetudinarios, anarquistas irredentos y oportunistas aventureros, ante quienes Pastrana siente que hoy no es como diría Luis Carlos Galán en su momentum “Ni un paso atrás, siempre adelante, y lo que fuere menester ¡qué sea!”, heredado del comunero José Antonio Galán, sino que hoy por hoy hay que leer la frase “Ojo con el 2022” con el espíritu de “Mirad los calabozos, los grillos y las cadenas que os esperan”, de José Acevedo y Gómez en el grito de independencia del 20 de julio de 1810.
   
La crisis que vive Colombia hoy exige pensar con cabeza fría y Pastrana no solo puso el dedo en la llaga, donde Uribe invitó a poner el ojo, sino que ya ha puesto su pica en Flandes al izar la bandera vargasllerista. El uribismo no tiene más remedio que impulsar un nombre de este calibre porque no hay tiempo de abrir abanicos de oportunidades ni de turnos merecidos. La Colombia futura que quiere evitar el triunfo de la “Colombia Humana” sabe que el interés nacional debe primar frente a la valentía personal y a la audacia individual. El barco se hunde y si se trata de parar el populismo y los peligros del izquierdismo infantil aprovechado por el infantilismo de izquierda, el paracaidismo de los derechistas camuflados de neodemócratas y el autoritarismo travestido de progresismo, no hay tiempo que perder. Es “Ahora o Nunca”, como diría el jefe de Germán Vargas Lleras en su años mozos en el Nuevo Liberalismo.

Vargas Lleras sabe que en su caso particular también es ahora o nunca, por lo que a la chita callando ha venido calentando. De lejos es de los mejores preparados para gobernar, con lo cual el otro expresidente, el dueño del liberalismo de hoy, César Gaviria Trujillo, no podrá decir que le falta preparación como dice del presidente Duque. Germán Vargas Lleras ya no está pollo, como le dijo él mismo al entonces candidato Iván Duque. Sabe, como el que más, lidiar con la clase política, conoce de manzanilla y entiende la importancia de no estar por fuera del poder. No debe ser casualidad que recientemente el presidente Duque le haya dado más juego en medio de la crisis y algo se debe haber conversado en palacio y por fuera de los conclaves palaciegos para que haya recuperado presencia en el gobierno.

No deben ser tan gratuitas las palabras de Pastrana cuando dice que “sería bueno tenerlo” y que “el país le cabe en la cabeza” para sustentar la postulación de Vargas. El uribismo no tiene candidato peso pesado para esta contienda. Y como no hay muerto malo se podría decir que el ultimo fue Carlos Holmes Trujillo. Y no existen circunstancias de tiempo, modo y lugar para empollar un peso pluma, peso ligero o peso gallo, aunque casi todos los aspirantes se sienten peso mediano. Pero sobre todo para muchos el man es Germán porque es notorio que no le tiene miedo a la mamertería nacional ni a la internacional, ni sufre de complejos de derecha. Por eso el uribismo tiene claro que hoy más que nunca se necesita un hombre de hierro y Vargas ha demostrado ser uno de los pocos que no se arruga frente al gerrillerismo, ni ante el petrismo, ni mucho menos se amilana frente a las FARC, ahora advenidas en disidencias.  

En medio de una situación agudizada por los efectos económicos de la pandemia del coronavirus con su obligatorio confinamiento y la sobreviniente paralización de las fuerzas productivas debido a la exigencia de los protocolos biosanitarios, se ha complicado aún más la crisis con la emergencia de las protestas juveniles y las marchas que le abrieron la tronera al vandalismo y a las acciones autodestructibles de los bienes públicos, dirigidas a obstruir el bienestar social y a contrarrestar la supervivencia de los menos favorecidos en la escala social, con el ánimo de generar un caos que inspire sentimientos insurreccionales y recree ilusiones del asalto al poder. 

Desgracia colectiva que gracias a los bloqueos al transporte y la inmovilización de este servicio público por la destrucción de su infraestructura, ha golpeado a los pobres y a la final a quienes más terminó afectando fue a los trabajadores y a aquellos que dependen de su actividad laboral, porque les ha impedido el acceso a la comida, a los medicamentos y a la movilidad de personas en delicado estado de salud. A muchos no los han dejado trabajar y por ende no han podido devengar. Este panorama caótico deliberado se pretendió convertir en el caldo de cultivo necesario para generar en mayo pasado en Colombia la versión antiromántica del mayo del 68 en París. La réplica cruel de un momento inspirado en grandes ideales y sueños de libertad y de igualdad. La interpretación mostruosa de las protestas soñadoras que acompañaban frases ingeniosas como las de “prohibido prohibir” o “sean realistas pidan lo imposible”, donde se respiraba la poesía, la libertad y el amor.

Aquí, sin lugar a dudas, se ha tratado de provocar una revuelta que para sus promotores debiera terminar en un “caracazo” o algo parecido que sirviera de antesala para promover el diciembre del 98 en Venezuela, que relata el historiador Agustín Blanco Muñoz sobre cómo ganó las elecciones Hugo Chavez Frías: «La situación en 1998 era de auténtico desastre y él pudo presentarse como un salvador en medio de ese desastre porque los venezolanos ya no creían en nadie de los partidos políticos tradicionales”. Ese es el ojo avisor que Pastrana suma al “Ojo o con el 2022” de Uribe. Y por eso ven con futuro a Vargas Lleras, que además tiene todos los pergaminos para ser un hombre de derecha o de centro derecha, es del establecimiento y está en condiciones de garantizar que gane el uribismo sin ser él un uribista. Cálculo que ya debe estar haciendo Uribe como única condición para que no gane el antiuribismo. Y Uribe de lo que si sabe es de ganar.

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