Por: Andrés Villota
Dentro del legado que le dejaron los españoles a Colombia, estuvo el atraso relativo en materia bancaria y financiera. El reino de España para la época del Renacimiento era el más atrasado en instituciones bancarias e instrumentos financieros en lo que sus similares europeos eran bastante avanzados para esos años que coinciden con la época colonial en América. Los Montes de Piedad era la figura financiera más avanzada para los españoles, mientras que los banqueros de las regiones que hoy ocupan Italia, el Reino Unido y los Países Bajos estaban a la vanguardia mundial por contar con bancos y operaciones financieras novedosas para ese momento histórico.
“Los negocios de la bolsa están aquí en mucho auge. Landínez es el Rotschild de esta tierra”, el periodista Rufino Cuervo (padre de Rufino José) se refería a Judas Tadeo Landinez que en 1841 abrió una oficina de giros y descuento de títulos valores, ofreciendo pagar altos rendimientos que le permitieron captar los caudales de las ordenes religiosas y de las familias más ricas de la ciudad. Caudales que eran atesorados y que con la atractiva propuesta de Landinez dejaban de ser capitales ociosos y se convertían en productivos por ser utilizados para comprar activos como minas, empresas manufactureras, haciendas o recuas de mulas.
Landinez llegó a ser la persona más rica de toda la historia de Colombia, entre otras cosas, porque los pagarés con su firma se convirtieron en un medio de pago por la confianza que se le tenía a Landinez gracias al enorme respaldo que significaba que fuera el propietario de los activos más valiosos de la Colombia de mediados del Siglo XIX. La historia no terminó bien porque los rendimientos ofrecidos se tornaron impagables y la empresa de Landinez terminó en la quiebra y él en la cárcel.
Tras la amarga experiencia de Judas Tadeo Landinez, una crisis de confianza se apoderó del incipiente mercado de capitales local que una vez superada trajo la creación de bancos en todas las ciudades. Bancos que podían emitir dinero. Los billetes eran traídos desde las imprentas europeas especializadas en ese oficio. El uso de ese dinero estaba asociado a la confianza que tenían los habitantes de la ciudad en el dueño del banco emisor del dinero que era la base para que fuera aceptado como un medio de pago.
Muy pocos de esos bancos sobrevivieron ante la ausencia de respaldo. Poco antes de estallar la Guerra de los Mil Días se trato de replicar el modelo del Banco Central de Napoleón Bonaparte creado en el año 1800, con el Banco Nacional de Colombia. Un banco central que pusiera orden a la actividad bancaria y en especial a la emisión de dinero. La guerra acabó con la iniciativa que fue retomada hasta 1923 por la Misión Kemmerer con la creación del Banco de la República.
El enorme costo de la guerra trató de ser cubierto con la emisión desbordada de moneda que, sumada a la lógica incertidumbre creada por una confrontación bélica, degeneró en una situación de hiperinflación (la única en la historia de Colombia).
La moneda local debe comprar todos los bienes y servicios producidos y los precios se encargan de ajustar lo que el dinero puede comprar y lo que compra el dinero. Cuando se empieza a emitir moneda sin una correlación y un respaldo en la producción de bienes y servicios, los precios se encargan de ajustar esa diferencia entre una gran cantidad de dinero emitido y una oferta de bienes y servicios que se mantuvo estática en su tamaño. Los precios suben para eliminar esa brecha.
A septiembre del 2020 en el mundo existían 7.165 Cryptomonedas, según Coinmarketcap. “Monedas” creadas a discreción de su fundador, cuya emisión carece de respaldo alguno en activos, que tiene como referencia para determinar su “valor”, usualmente, el dólar americano y que su existencia no está supeditada a la supervisión de los entes locales de control y vigilancia o al Banco Central. Igual que en los bancos del siglo XIX en Colombia, su uso y aceptación como un medio de pago están asociados a la confianza entre las partes, lo que las ha convertido en un activo financiero (sin serlo) especulativo por excelencia.
El valor está determinado por el azar, pues no se tiene una referencia real en la producción de algún bien o servicio y no se genera con base a las variables que pueden hacer fluctuar una moneda tradicional como el euro o el yen. Tragedias como la de Stefan Thomas que no puede tener acceso al equivalente a $240 millones de dólares americanos en la cryptomoneda Bitcoin, es una razón para no ser considerada como una moneda o un activo financiero cuya propiedad no está asociada a una clave de acceso.
A la proliferación de los alquimistas contemporáneos que lograron crear la Piedra Filosofal para convertir unos algoritmos en dólares americanos, se le han sumado gobiernos como el venezolano y el chino que han visto en la creación de su propia moneda virtual una forma de crear riqueza de la nada, desligando su valor de la situación económica real y de tapar la falta de ingresos a sus economías en la coyuntura actual.
Regresar al esquema en el que existía una paridad entre las monedas que se emitían y su valor en oro es una alternativa para determinar el justo valor de las economías y dejar de transar humo en los mercados de capitales. La post pandemia es el momento para hacer los grandes cambios que nos lleven a un modelo económico asociado a la producción de bienes y servicios reales, y por ende, más justo.