Por: Ricardo Angoso
La gran duda que gravita sobre este personaje, que hizo el largo viaje de terrorista del M-19 a presidente de Colombia, es qué tipo de izquierda representa. Será Petro una izquierda al estilo uruguayo, capaz de competir en el juego democrático aceptando las reglas del juego y dejar el poder una vez perdidas unas elecciones, o, por contrario, si representa el modelo bolivariano de Nicolás Maduro y Daniel Ortega, dos tiranos que convocan elecciones fraudulentas para perpetuarse en el poder vulnerando todos los derechos y libertades de sus sufridos ciudadanos. En muy poco tiempo, creo, que lo sabremos y veremos si cumple sus promesas de seguir el camino democrático sin torcerse por la senda cubana o venezolana.
Gustavo Petro es un antiguo terrorista del M-19, ejerciente, armado y activo durante una época en que este movimiento fue un auténtico flagelo terrorista. El M-19 fue responsable, en 1985, del asalto y holocausto del Palacio de Justicia, donde murieron decenas de personas y cuya responsabilidad, seguramente encargada por el narcotráfico, nunca asumieron plenamente ni pidieron disculpas los antiguos terroristas. El M-19 fue un grupo terrorista, con una larga carrera armada a sus espaldas, y no una organización humanitaria ni heroica que luchaba por los derechos de sus ciudadanos, tal como ahora pretenden presentarla algunos.
Petro, que lleva subido al tajo de la política desde el año 1980, viviendo y gozando de la buena vida, es un vulgar farsante. El líder moral y ético de la izquierda colombiana, Carlos Gaviria, decía de él que era un tramposo. “Recuerdo cuando mi amigo Carlos Gaviria (que falleció) me contaba, con ira, de cómo Petro cambiaba las actas del Polo, en la noche, para poner lo que no se había resuelto. Un tramposo”, escribía sobre el personaje el escritor Héctor Abad al referirse a Petro en su cuenta de Twitter. Antonio Navarro y Jorge Robledo, antiguos compañeros suyos en el Polo Democrático Alternativo, también rompieron con él debido a su congénita soberbia y prepotencia.
Petro, reconvertido en político en los años noventa, cuando el M-19 se formaliza oficialmente en fuerza política legal que acepta el juego democrático (¿?), ha pasado por casi todos los cargos en la política colombiana habidos y por haber. Ha sido personero, senador, representante en la Cámara, alcalde de Bogotá (pésimo, por cierto) y varias veces candidato presidencial derrotado hasta el pasado domingo 19 de junio, en que obtuvo una rotunda y contundente derrota, aunque algunos todavía, como la senadora María Fernanda Cabal la pongan en duda.
Ahora, ya presidente de Colombia formalmente, Petro tiene la oportunidad histórica de demostrar a su país, pero también al mundo, de que es capaz de liderar un proyecto de izquierdas que permita superar la desigualdad social y económica endémica de este país, generar bienestar, prosperidad y riqueza para todos sus ciudadanos y aunar una nación fragmentada y dividida en torno a un proyecto colectivo. ¿Será posible?
Todas las miradas, me atrevería decir que de casi todo el continente, están puestas en él y los desafíos y retos a los que se enfrenta son inmensos. ¿Será capaz Petro de estar a la altura de las circunstancias y comportarse como un gobernante serio, responsable y cabal? O, por el contrario, ¿se comportará como un hombre que pasará a la historia como un tirano más? Sus simpatías por las satrapías cubana y venezolana causan desconfianza y temor en muchos de sus ciudadanos, pero también en el exterior del país.
Luego su equipo genera muchas dudas. Petro cuenta entre sus asesores con un terrorista catalán procesado, Xavier Vendrell, un corrupto de campeonato, el saqueador del Sena Alfonso Prada, y un fugado de la justicia ecuatoriana, Vinicio Alvarado, ¿será este el equipo del cambio? Luego, por no extendernos mucho, el ahora flamante nuevo presidente cuenta en su nómina de apoyos y colaboradores con la ex senadora Piedad Córdoba -alias camarada “Teodora”, la de los 68.000 dólares del aeropuerto de Tegucigalpa- y los inefables Roy Barreras y Armando Benedetti, que vienen a ser al petrismo como los Hernández y Fernández en el mundo de Tintín.
El Nobel Gabriel García Márquez, cuando conoció en un viaje de avión al dictador Hugo Chávez, escribiría sobre el mismo, en una descripción que bien podría ser aplicada a Gustavo Petro en estos momentos, que había conocido a “dos hombres opuestos”: “Uno a quien la suerte empedernida le ofrecía la oportunidad de salvar a su país. Y el otro, un ilusionista, que podía pasar a la historia como un déspota más”. El tiempo, y sus acciones, nos darán la respuesta ante quien nos encontramos con Petro.