Por: Roberto Ortiz
La juventud colombiana está siendo asesinada ante la impotencia de las autoridades y la sociedad, que cada día ve como la muerte acecha a la juventud en la primavera de la vida.
De nuevo el país se estremece con la noticia de una nueva masacre de un grupo de jóvenes que departían en zona rural del municipio de Buga, en momentos en que Cali y el Valle del Cauca, no se reponen aun del dolor por la masacre del grupo de muchachos afros del barrio Llano Verde, vulnerables y sin oportunidades, asesinados, al parecer por tratar de mitigar el hambre y la de su familia comiendo caña en predios privados, que eran custodiados por vigilantes, algunos de ellos, con graves antecedentes criminales.
Masacran a esos jóvenes en el centro del Valle, cuando el país aún también tiene en la memoria el recuerdo de los dos jóvenes del municipio nariñense de Leiva, quienes fueron asesinados en momentos en que venían de hacer sus tareas escolares; y de los ocho jóvenes de la zona rural del municipio de Samaniego, quienes alegremente departían en una finca, y fueron también asesinados cobardemente por hombres con fusiles y armas cortas
Nuestra juventud colombiana esta desamparada, les están matando el futuro. No solo la guerra demencial de casi 60 años nos quitó muchas sonrisas juveniles de soldados y guerrilleros, todos ellos pobres y con ilusiones, sino, que hoy día, la delincuencia y las bandas criminales, acechan a nuestros jóvenes para matarlos por un celular, un arete, una cicla, o simplemente por unas pocas monedas.
Pero también se requiere mucha voluntad política de los gobiernos para incorporar y resocializar, a muchos jóvenes que han perdido el camino en manos de la criminalidad. llevar a esos jóvenes al mercado laboral, a la educación y al mundo de las oportunidades debe ser un propósito del gobierno, a fin de arrebatárselos a la delincuencia que los utiliza como su mejor instrumento de crimen y maldad.
Es preciso reafirmar que la vida es sagrada y que el Estado es responsable de su protección; muchos jóvenes tienen miedo y rabia porque el estado no los protege de los que quieren imponer su autoridad por las armas o reclutarlos a la criminalidad por la fuerza.
Desde los diez años los niños comienzan a merodear las calles, las drogas a hacer parte de sus vidas, en algunos barrios de Cali,
jóvenes menores de 14 ya comandan pandillas que hacen fechorías, personas del crimen organizado recorren las comunas populares buscando a los más habilidosos para con engaños y ofrecimientos vincularlos a las bandas criminales que operan en la ciudad, no olvidemos que la ONU nos dijo que teníamos 180 de estas organizaciones en Cali.
Nuestros jóvenes, quienes son la fuerza moral de la nación, viven en una sociedad sin esperanza.
Garantizar la vida de todos los colombianos y de los jóvenes en particular, debe ser prioridad para el gobierno y los estamentos de seguridad del Estado. Es por ello, que toda la sociedad Vallecaucana exige que se sepa la verdad sobre estos casos, y en particular, de la masacre de los jóvenes de Buga, y que se les aplique todo el peso de la ley a los responsables materiales e intelectuales de dichos crímenes.
ROBERTO ORTIZ URUEÑA