Por: Roberto Trobajo
Cuando el salsero Oscar D’León llegó a Cuba, en 1983, apenas descendió del avión se arrojó al suelo y besó la loza de la pista del aeropuerto de la Habana, emocionado porque al fin llegaba a la tierra de Celia Cruz y de Benny Moré.
Los cubanos le creyeron más, pues días después visitó la tumba del Sonero Mayor, repitiendo aquel gesto de amor, que el pueblo cubano comprobó por la empatía emanada del carismático D’León al cantar, derrochando cariño, en su memorable concierto en el escenario del festival internacional de Varadero.
Hugo Chávez, en su primera visita a Cuba, 13 de diciembre de 1994, imitó a Oscar D’León: al bajar del avión, abrió los brazos diciendo “¡Un abrazo!”, besó la palma de su mano derecha y tocó la pista, al tiempo que dijo “¡Un beso a Cuba, que la amo!”
“Chávez es un payaso”, comentaron los cubanos, del pueblo, venciendo el miedo a las represalias que podría tomar la policía, sobre todo la secreta, el G2, ese “aparato” macabro que sostiene a la dictadura, persiguiendo y torturando disidencias.
A Oscar D´León se le vio auténtico y el olfato del pueblo cubano es infalible al detectar amigos sinceros; empero, lo de Hugo Chávez era sobreactuación para “lambonear”.
D’León tuvo palabras de elogio para la cultura cubana, valiente y sin miedos al hablar de Celia Cruz, quien todavía sigue prohibida en Cuba, y el pueblo valoró mucho la franqueza con que defendía el legado de Celia y del Benny, de quienes se confesó aprendiz.
Chávez solo hablaba de agradecimiento a Fidel Castro porque lo recibió al pie del avión, y al que Chávez lamboneó pues Fidel “le dedicaba su precioso tiempo”.
En ese entonces Hugo Chávez era teniente coronel y cabeza de aquel Movimiento Bolivariano Revolucuionario-200 que lo llevaría al poder cinco años después.
Esa “dedicación del precioso tiempo de Fidel”, como reiteró tanto Chávez, fue una inversión del dictador cubano para amarrar a Chávez y asegurar la ulterior explotación que el régimen castrista haría de los recursos venezolanos.
Hacia Venezuela empezaron a moverse los tentáculos castristas: en esas veinticuatro horas que duró la visita de Chávez, le mostraron la estrategia de campaña para hacerle ganar, poniéndole asesores que viajaron con él a Caracas, lo empadronaron en el discurso del progresista Socialismo del Siglo XXI que le tenían preparado, y cuadraron la creación-funcionamiento del ALBA con la que Castro y Chávez pretendieron colonizar al Caribe y Latinoamérica.
Chávez selló su pacto con el diablo, el viejo astuto barbudo comunista, que le aseguraba ganar la presidencia de Venezuela, poder que anhelaba el empecinado Hugo.
Por mucho que Fidel Castro empezó a venderle al pueblo cubano la idea de que Chávez era un nuevo mejor amigo que amaba a Cuba y había que apoyarlo porque Venezuela ayudaría mucho a la Isla con el petróleo y alimentos que tanto se necesitaba, los cubanos le siguieron la cuerda a Fidel, pensando en comida y bienestar, pero convencidos todos de que Chávez era el payaso títere que Castro movería a su antojo; como así fue.
Aquellas payasadas de Oscar D’León al bailar-cantando, los cubanos las vieron más bien parecidas a las monerías (de micos) similares a esas improvisadas poses que se hacen al bailarse guaguancó y rumbas en las fiestas de los solares y plazas habaneras. Oscar D’León se convirtió en un icono de la empatía cultural cubana.
Mientras tanto, Hugo Chávez, se fue tornando en el “guatacón” (acepción de lambón) que trataba de ser gracioso para los cubanos, quienes siempre tuvimos claro que era un payaso, grotesco.
Aunque hoy en Cuba siguen tratando de imponer a Chávez como el eterno amigo y vender a Maduro como su heredero, el pueblo cubano abre más los ojos y aborrece al tonto payaso Nicolás.
La empatía del cubano de a pie es con los venezolanos que sufren y que lastimosamente cayeron en la trampa tendida por Fidel, quien legó que manipulen todo lo que más se pueda a los payasos chavistas, inescrupulosos ambiciosos egoístas; nada que ver con los millones de venezolanos tan buenas personas y queridos como el simpático Sonero del Mundo que se ganó el cariño de los cubanos.