Por: Jorge Cárdenas
¿Muchas veces me he puesto a pensar qué hace que otras personas defiendan políticas tan contrarias a la mía de manera tan vehemente y muchas veces visceral?
Cuando leo como atacan e insultan a los uribistas llamándonos paracos o asesinos, aún con la conciencia de que no lo somos. Cuando llegan hasta a las amenazas con tal de defender a Petro o cualquiera de sus lideres no puedo dejar de pensar que, en la mayoría de los casos, no se trata de personas que reciben un sueldo por hacerlo o que persiguen algún interés mezquino.
Creo que muchos deben ser personas que, como yo, defienden lo que para ellos es la mejor opción para el país. Defienden la posibilidad de que vivamos en una nación más equitativa y en paz.
Muchos creen a pie juntillas las promesas de sus líderes sobre soluciones que los gobernantes no han puesto en práctica por una supuesta intención común de ver al pueblo oprimido para ellos seguir reinando a costillas del hambre de millones.
Cuando he tenido la oportunidad de conversar con personas menores que yo (por 30 o más años) encuentro en ellos una visión del país muy distinta a la que yo he vivido. Me cuentan la historia que creen conocer de manera muy diferente a la que yo veía a diario en los noticieros o por vivencias de conocidos y familiares quienes han sido victimas reales del conflicto.
De las pocas cosas rescatables de las doctrinas comunistas, la paciencia y perseverancia se llevan el primer puesto.
En casi todos los países donde han triunfado lo han hecho a base de esperar, adoctrinar, reescribir la historia hasta hacerla parecer real, descubrir los descontentos que son comunes a la mayoría de los ciudadanos y exponerlos de tal manera que parezca que ellos son la única solución posible. Luego, una vez en el poder, se estrellan contra la realidad de que no todos los problemas se pueden arreglar con retórica y que los causantes de muchos de esos problemas somos todos pero que nos es más fácil culpar al estado que determinar qué podemos hacer cada uno para poder superarlos.
Cuando las soluciones no aparecen durante los primeros años de sus mandatos y el pueblo nuevamente las exige entonces hacen hasta lo imposible para reprimir las protestas que ahora enfrentan y es donde se destapa la careta de la represión a los ciudadanos y la pérdida de los principios básicos de la libertad.
Los gobiernos incrementan la división del pueblo y logran acentuar aún más los odios de clases, que ya utilizaban como campaña para conseguir el poder, y arman verdaderos grupos paramilitares que se encargan de defender desde la sombra su permanencia en él.
“Siempre hay un ojo que te ve”, con ese eslogan los Castro consiguieron intimidar al pueblo cubano tras el triunfo de su revolución. Lograron que incluso dentro de las mismas familias la gente se abstuviera de opinar por temor a ser denunciados y convertidos en presos políticos, de esos que todavía hoy abundan en la isla.
Los comandos chavistas no son más que un ejercito informal, armado por el mismo Hugo Chávez y sus secuaces, que tienen el poder que da el uso de las armas del gobierno con leyes que los protegen y les permiten amedrentar a quienes se pronuncian en contra de la dictadura venezolana.
El día del anuncio de la muerte de Chávez – que había ocurrido en Cuba meses antes- fui testigo del asesinato de una persona que celebraba cerca a la Plaza Altamira por parte de unos motorizados con camisetas rojas, y nada pasó.
Millones de personas fueron asesinadas por los gobiernos de Rusia y China para mantener “el orden” entre sus pueblos.
Fue una abominación el holocausto judío por parte de los alemanes durante la segunda guerra mundial pero esos 6 millones palidecen ante los de la revolución cultural china o la Rusia de Stalin.
Obviamente de esas cifras no hablan los lideres de izquierda porque espantarían a la “clientela” pero son una realidad que sucedió en lo que, para la historia, fue hace unos minutos, pero que nadie lee.
Por supuesto que creo en la inocencia del expresidente Uribe, claro que veo que lo que hay contra él no es más que un vil montaje con compra de testigos y maniobras fraudulentas de todo tipo por parte de quienes quieren ver tras las rejas a quien más ha combatido los grupos delincuenciales del país. Pero en lo que creo va más allá de una persona, es un sistema social y económico donde la gente progresa a base del trabajo y el esfuerzo.
Donde claro que hay apoyos para los más necesitados pero ese apoyo viene precisamente de quienes tienen la posibilidad de hacerlo con su aporte a la nación.
Claro que la salud, la educación, el transporte, … , son derechos que tienen todos los ciudadanos, pero si todos nos sentamos a esperar que nos los regalen va a llegar un momento en que la nación colapse.
El nivel de la educación publica colombiana da grima. Es vergonzoso que cada año ocupen las peores calificaciones en las pruebas Pisa. Pero es que Fecode se preocupa más por armar marchas que desestabilicen al gobierno que por mejorar la calidad de sus docentes.
Hay muchas cosas que mejorar en nuestro país, pero solo unidos las conseguiremos y no haciéndole la jugada a quienes han delinquido de mil maneras en grupos narcoterroristas que buscan imponer su ley ahora desde el senado.
Eso no los exime de ser unos criminales.
A Álvaro Uribe Vélez lo tendrían que vencer en un juicio justo para determinar que es un bandido en cambio Gustavo Petro, los senadores de las FARC y sus colaboradores ya lo son, la diferencia es que los indultaron o amnistiaron por el supuesto bienestar del país. Bienestar que no ha llegado porque el proceso de paz fue construido basado en mentiras y por eso la violencia y el trafico de drogas continúan con los mismos nombres. Nos mienten en la cara, se llaman igual que su ala armada, se sabe que infiltran las marchas y que los vándalos son organizados por ellos, pero nadie hace nada. Estamos petrificados viendo como el país se cae a pedazos y cuando reaccionemos no habrá nada que defender.
Este articulo no esta escrito para sectarios de ninguna vertiente. Lo escribo con el corazón para hablarle a quienes, como yo, queremos que el país salga adelante y que sabemos que la violencia nunca será el camino. Que quienes han delinquido y lo siguen haciendo no buscan lo mejor para nadie más que ellos mismos.
Somos dos orillas y el rio en medio es Colombia, el país que amamos con el alma. Construyamos puentes y no diques que nos distancien aún más porque los únicos que ganarán son los enemigos de todos.