Por: Jazmín Balaguer
La variante òmicron esta despertando una alarma global, que si bien debe ponerse atención, también debe ser tomada con prudencia por los medios y gobiernos, para no poner en un riesgo adicional e innecesario, las ya vapuleadas economías, principalmente en los países de ingresos medios y bajos.
Los expertos epidemiólogos han informado, que hay evidencia de un mayor contagio de esta variante, pero que solo se sabrá en unas dos o tres semanas, el impacto que tendrá en términos de victimas fatales. Esto significa, que hoy no tenemos información suficiente para tomar medidas tan drásticas, como las cuarentenas.
No obstante, cuando la OMS la catalogó de “peligrosa” sin entregar mayores datos, fue suficiente para que se prestara a todo tipo de interpretaciones, por parte de los medios de comunicación internacionales y nacionales. Buscando quizá revivir un tema que estaba siendo superado y que les genero tantos réditos, para volver a exprimirlo, pero provocando con ello pánico, ante las discusiones de posibles nuevos confinamientos. Sensación que contagia la sociedad, y a los Gobiernos, que muchas veces actúan sobre agendas mediáticas, para no ser juzgados por estos, y ver afectada su imagen.
Un claro ejemplo, fueron las tajantes medidas de restricción de vuelos con Sudáfrica, y otros países aledaños, por parte de países europeos y de Estados Unidos. Aunque este último, tiene una justificación adicional, y es hacer evidente un distanciamiento con su antecesor, Donald Trump, cuando lo criticaba por no tomar medidas estrictas para contrarestar el Covid-19. Gracias a esa priorización de la economía, hoy el mundo no esta una recesión de peores dimensiones.
Cuando los países mencionados, actuaron de esa forma para enfrentar el aun desconocido òmicron, también enviaron una señal a los mercados, cuya reacción es muy sensible a este tipo de acontecimientos, incitando inmediatamente una caída en las bolsas de valores internacionales, y en la ralentización de los procesos de inversión en el mundo, ante la incertidumbre. Situación que golpea con más fuerza a los países en vías de desarrollo.
En su momento, las variantes épsilon, beta, gamma entre otras fueron catalogadas de la misma forma, y se creía que tendrían un impacto mucho mayor al que finalmente tuvieron. Llegaron a establecerse en territorios completos como California US, o regiones de Brasil. Hoy, la variante delta continúa siendo la predominante en el mundo, según confirma la OMS. Adicionalmente, los laboratorios BioNTech-Pfizer y Oxford-AstraZeneca, han dicho que pueden ajustar en tiempo record su vacuna frente a la variante ómicron, en caso que se llegue a justificar hacerlo, y para eso, hay que esperar su evolución en países con altas tasas de vacunación, explican.
Por lo pronto, las autoridades sanitarias recomiendan que lo mejor, es seguir avanzando en el proceso de vacunación y continuar respetando las medidas de bioseguridad. Así como hacer esfuerzos adicionales a nivel internacional, para que el continente africano no se quede donde esta hoy, con menos del 7% de vacunación completa. Aunque no hay evidencia que demuestre que la baja vacunación en Sudáfrica (25%), tuvo que ver con la aparición de esa variante, es un hecho que continuar inoculando, es el camino para terminar de controlar la pandemia. Mientras eso sucede, seguirán apareciendo mutaciones que nos pondrán en situaciones inciertas y paranoicas como la actual.
Sudáfrica a diferencia del resto de África, tiene los recursos para adquirir las vacunas suficientes, sin embargo, su gran problema y el que tiene las autoridades a nivel global, es el activismo anti vacunas. El cual se combate tanto con campañas informativas, como con medidas, que ha sido polémicas para unos, que llevan a una persona a sentirse obligada a vacunarse, para movilizarse sin restricciones por el territorio nacional y fuera de el. Esto, bajo el principio que la salud pública, es un interés general, que debe primar sobre el particular.
En esos puntos, es donde se deben centrar los esfuerzos de los gobiernos y los medios, para no afectar aun màs el optimismo y salud mental de la sociedad con planteamientos de cuarentena, sin información certera. Màs cuando el propósito de estas, siempre ha sido retrasar los contagios, mientras se preparar la infraestructura hospitalaria, al tiempo que se busca desarrollar una vacuna. Hoy estamos mejor preparados, no es la misma situación de hace casi dos años, ya que contamos con la adecuación y experiencia hospitalaria, con una vacuna que ha demostrado ser efectiva frente a todas las variantes del COVID-19 hasta hoy, por lo que controlar òmicron, tiene altas probabilidades de éxito según los mismos laboratorios. También algunos expertos afirman, que estamos frente a una mutación de agonía, en su último intento por no desaparecer, ya que comparte material genético con el catarro, con cuyas características se espera termine.
Los medios y el Gobierno, deben actuar con responsabilidad y proporcionalidad frente a la información disponible, para no afectar sin necesidad el proceso de reactivación económica que con urgencia necesita el país. No menos importante, porque desgasta la cuarentena como medida, y en el momento que realmente se vuelva a necesitar, tendría un costo muy alto para el Estado en términos de tejido social y confianza institucional, adicional al que ya se tiene, porque se requeriría una coerción mayor para hacerla cumplir, y los abusos de autoridad que eso podría desatar.
Bajo estos argumentos, es un error actuar, como si la gravedad del inicio de la pandemia con el COVID-19, fuera hoy igual, con una de sus ya contempladas variantes. Por eso, prudencia y vigilancia frente a ómicron.