Por: Jazmín Balaguer
La reciente resolución de la OEA que declara ilegitimas las elecciones en Nicaragua, se suma a las múltiples declaraciones, sanciones y demás presión internacional para reestablecer la democracia en ese país centroamericano. Lamentablemente, esos esfuerzos serán insuficientes y paradójicamente, ayudarán a Ortega para permanecer por mucho más tiempo en ese cargo, repitiéndose la historia de Cuba y Venezuela. Un espejo para Colombia, que nos debe alertar para proteger la democracia.
Daniel Ortega, es el ejemplo de cómo un líder y héroe nacional, con gran popularidad, por enfrentar y acabar a la dictadura de la dinastía Somoza, a finales de los años 70, corre un alto riesgo de convertirse en victima de su éxito, y terminar como otro dictador. Ya lo llama así, el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, basado en los propios actos del ex guerrillero sandinista, desde que ascendió al poder.
Los 5 periodos presidenciales que acumula Ortega, han servido para que pueda acaparar y concentrar todos los poderes diversos y separados que caracterizan una democracia. El nepotismo es su sello. No solo su esposa, Rosario Murillo, es la vicepresidente, sus hijos controlan los medios de comunicación, las inversiones del país, el comercio; otros familiares están en la gran burocracia de su gobierno, así como personas de su más entera confianza, en los gobiernos locales, y entidades de control. La corrupción es desbordada en todas las instituciones. Esas características también son propias de las cleptocracias.
En estas elecciones, ya importa menos su imagen internacional, por lo que pueden privar de la libertad, sin el menor debido proceso, a los 7 candidatos presidenciales más opcionados de ser elegidos por los nicarguenses como presidente del país. Esto, cuando no bastó con ser aprobada una ley que los dejaba sin posibilidad de financiación, y prohibía la veeduría internacional. Según la encuesta de Gallup de septiembre, más del 75% de los ciudadanos hubiera votado por cualquiera de ellos, por lo que en todos los escenarios, Daniel Ortega perdía las elecciones. Curiosamente, es el mismo porcentaje con el que se adjudica la victoria, y el mismo, con el que veedores independientes informan del alto abstencionismo.
Las elecciones, como una de las más visibles cualidades de las democracias, son instrumentalizadas por este tipo de dictadores, en fallidos intentos de legitimar la usurpación de poder. Muchos casos han existido en la historia, como el de las dictaduras árabes del norte de África, protagonistas de la llamada, Primavera Árabe. Saddam Hussein, por ejemplo, ganaba las consultas populares con el 99% de los votos. Uno cercano es Venezuela, así como en su momento Bolivia con Evo Morales. Solo que estas últimas, al igual que pasa con Rusia, son más sutiles, ganando elecciones con porcentajes que van del 60 al 70% aproximadamente.
El deseo de poder permanente es natural en el ser humano, por eso los Estados no pueden depender de la buena voluntad, ni altruismo de sus gobernantes, para que hagan lo correcto, es el nivel de fortalecimiento de las instituciones el que los disuade o incentiva para hacerlo.
Ortega no solo se ha encargado de mantener debilitadas las instituciones. La paranoia típica de los dictadores empieza a radicalizarse. Marchar con la bandera del país, ya se considerada una amenaza, incluso sus excompañeros de lucha sandinista, que han hecho criticas, son perseguidos. El mesianismo, le hace subestimar la inteligencia del pueblo, por lo que piensa por el, y decide que su legado ya no es la revolución sandinista, sino él, él como el Estado y la revolución misma. Weber explica que toda dominación legitima o ilegitima, debe estar basada en creencias. Por eso, en este punto en Nicaragua, se pretende el culto a la persona, y en ese deterioro esta embarcado Ortega con su esposa, a quien declaró ¨la eterna fiel¨, esperando que los fieles sean todos en el país. Esto también, para no ser considerados demonios, así como ellos llaman a sus opositores. Otro fallido intento, a pesar que el 80% de los nicaragüenses son cristianos.
No obstante, ese matrimonio tiene toda la justificación para declarar a quien los enfrente, como un enemigo legitimo de eliminar, como ocurrió en las manifestaciones de 2018, que dejó un saldo de 300 asesinatos por parte de la Policía, operativo liderado por la señora Murillo. Esto, es una alerta en nuestras democracias, para esos lideres políticos que dividen la sociedad entre buenos y malos, los mismos que hablan de revolución, porque una vez en el poder, la libertad y la vida dependerá de ser agradecidos eternamente, demostrándolo con la aceptación incondicional de su liderazgo.
Infortunadamente, la presión internacional bajo este contexto, dará más insumos a la narrativa de Ortega, de culpar a terceros de los males del país, y lo alentará a seguir vendiéndose como el eterno salvador. Por eso, si él falleciera, sino es asesinado antes, como ocurrió con Somoza, lo cual también es probable, esta todo arreglado para que el poder lo herede su esposa, por ser vicepresidenta, o sus hijos, o cualquier persona de confianza que garantice ese ¨legado ¨como pasa en Cuba, como pasa en Venezuela.
De igual forma, las sanciones económicas que ya le ha impuesto EE.UU y la baja inversión extranjera que ha traducido, no puede seguir aumentando, ya que tendría implicaciones humanitarias, al ser Nicaragua uno de los países más pobres del continente americano. Esas sanciones más que afectar a Ortega, recaen sobre los nicaragüenses, exponiéndolos a una presión social que de volver a explotar, los reprimiría con violencia.
La génesis de esta situación, parece ser hallada por el profesor Pablo Spiller de la Universidad de Berkeley, al demostrar que el fortalecimiento de las instituciones políticas, depende de la calidad y eficiencia de las políticas económicas. Aquí hay un punto muy importante para tener en cuenta en Colombia, cuya democracia no esta exenta de los riesgos expuestos, y ayudaría a prevenir su destrucción. Esto es, la alerta que deben generar los lideres políticos, que propongan políticas económicas de difícil realización o anacrónicas, cuyo resultado eventual sería el desplome del sector, y con ello el debilitamiento de las instituciones políticas, que facilitaría e incentivaría su permanencia en el poder. Como reza una máxima de Simón Bolívar, que no practicó mucho, pero quedo como un patrimonio para una sana democracia: ¨nada es tan peligroso, como dejar permanecer el poder por un largo tiempo, en un mismo ciudadano. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; es donde se origina la usurpación y la tiranía¨