Por: Mayor General (RP) William René Salamanca Ramírez
Por primera vez en mi vida, después de haberle servido a nuestra amada Colombia por más de 38 años como oficial de la Policía Nacional y cumplir a cabalidad con los alcances del artículo 219 de la Constitución de 1991, que le prohíbe a la fuerza pública ser deliberante y sufragar, tengo la posibilidad de ejercer el derecho al voto.
Este deber democrático lo asumo en un momento de especial dificultad para el país, en el que la mayoría de ciudadanos no cree en las instituciones, por cuenta de las promesas incumplidas, la rampante corrupción, el alto nivel de crispación política y la falta de liderazgo e ideas innovadoras, que se traducen en pobreza y desesperanza para millones de compatriotas.
Son tiempos difíciles, que ameritan decisiones firmes, pero no desesperadas; sin caer en la tentación de echar por la borda todo lo que tanto nos ha costado construir en 200 años de tradición democrática.
De ahí que mi primer voto es por nuestra democracia que, pese a sus imperfecciones y falencias, siempre nos ha permitido, desde la legalidad y la legitimidad, enfrentar amenazas tan peligrosas como el narcotráfico, el terrorismo y demás manifestaciones del crimen organizado.
Mi primer voto también es por los policías y soldados de Colombia, quienes siempre han protegido, con profesionalismo y compromiso, nuestro Estado Social de Derecho y cada una de las convocatorias electorales. Como partícipe directo de al menos nueve Planes Democracia doy fe del denuedo mediante el cual se protege la integridad de miles de candidatos, lo mismo que el material electoral, las mesas de votación y, ante todo, la libre participación ciudadana.
Recuerdo que en la institución trazábamos una hoja de ruta pormenorizada para saber cómo actuar antes, durante y después de cada proceso. Hasta contábamos con la cartilla ‘La Policía en Elecciones’, que siempre estaba en alguno de nuestros bolsillos. Eran meses de arduo trabajo, en los que incluso nos internábamos en zonas inexpugnables y de alto riesgo para nuestra seguridad, con el indeclinable propósito de transportar todo lo necesario para garantizar el éxito de las justas.
También hago votos porque la Registraduría Nacional del Estado Civil, una vez más, esté a la altura de su tradicional y reconocida eficiencia y transparencia, para que, en cuestión de horas, los colombianos conozcamos los resultados de las urnas.
Y como este domingo 13 de marzo tengo la posibilidad de contribuir a seleccionar a uno de los tres candidatos presidenciales y elegir el mejor Congreso de la República, en familia decidimos hacer la tarea de estudiar las hojas de vida de los aspirantes y sus propuestas, para escoger las que más le convengan a nuestro país, lejos de clientelismos, mezquindades e intereses particulares.
También hicimos el ejercicio pedagógico de buscar en la página de la Registraduría el puesto y la mesa que nos corresponde y aprendimos a marcar los tarjetones, para que nuestro voto no vaya a engrosar la preocupante lista de sufragios nulos. Además, decidimos ir a votar temprano y no caer en la tentación de dejar este deber para última hora, con el riesgo de encontrarnos con alguna contingencia que nos deje por fuera de tan importante cita democrática, sin olvidar llevar la cédula, único documento válido ante los jurados.
En cuanto a por quién votar entre los 15 precandidatos presidenciales que integran las tres coaliciones, Equipo por Colombia, Centro Esperanza y Pacto Histórico, coincidimos en que los colombianos debemos hacerlo por aquel líder capaz de acabar con esta prolongada y fatigante polarización, que no insista en fórmulas fallidas y desgastadas y, por encima de todo, se comprometa con planes concretos en materia de seguridad, salud, educación, vivienda y desarrollo económico, que comience por decirnos cómo va a enfrentar el imparable costo de vida, que nos tiene pagando más de 2500 pesos por una libra de papa, 3500 por un plátano y hasta 20.000 pesos por una libra de carne de regular calidad.
Necesitamos un Presidente de la República que gobierne para todos, que no solo atienda en el Palacio de Nariño a los consabidos dirigentes del orden nacional e internacional, sino también a los líderes sociales, en especial de las minorías, reclamantes de soluciones urgentes a las graves problemáticas que viven en sus territorios, como el reclutamiento forzado de sus hijos, el homicidio, el desplazamiento, la extorsión, el secuestro y el abigeato, sin contar la falta de agua potable, energía, vías de penetración y estrategias diferenciales y focalizadas.
Para avanzar en estos propósitos, el nuevo Primer Mandatario tiene que implementar una Nueva Política Integral de Seguridad, con énfasis en convivencia ciudadana y cambio climático, porque sin seguridad es imposible llevar a cabo las transformaciones que necesita el país, y ello comienza por recuperar el control del territorio, parte del cual está bajo la amenaza del crimen organizado.
Pero como un Presidente sin una bancada sólida en el Congreso es poco lo que puede hacer, en casa también evaluamos, con especial atención, por quién votar al Senado y la Cámara de Representantes.
En cuanto a Senado concluimos que es indispensable hacerlo por personas visionarias e innovadoras y, como nunca antes, con la entereza moral para devolverles la majestad a las dos Cámaras, cuya imagen negativa alcanza el 87 por ciento, según las más recientes encuestas.
Necesitamos senadores que conozcan el país y no les dé temor legislar sobre temas controversiales e incluso impopulares, tarea encomendada en los últimos tiempos a la Corte Constitucional que, pese a recurrentes críticas y hasta amenazas, ha sentado jurisprudencia sobre la dosis mínima, la eutanasia, el uso del glifosato para fumigar cultivos ilícitos, el matrimonio entre parejas del mismo sexo y el aborto, tragedia social que cada año compromete la integridad y hasta la vida de 400 mil mujeres.
Y, por último, también analizamos qué tipo de Representante a la Cámara reclama el país. Definimos que no solo debe contar con características similares a las de cualquier senador o servidor público, sino, además, ser un fiel exponente de la región y que trabaje con el Presidente de la República y el Senado en sacar adelante iniciativas impostergables, entre ellas las reformas agraria, pensional, tributaria y de la salud, más la protección integral de nuestros niños, para no seguir conviviendo con imágenes tan desgarradoras como las de los indígenas nukak makú, rehenes del abandono, el hambre y el abuso; estudiantes exponiendo sus vidas atravesando improvisados puentes colgantes o pequeños instrumentalizados por la delincuencia.
En este día de fiesta democrática, nuestra invitación es a creer en nuestras instituciones; respetar las ideas ajenas y ponerle freno a ese espiral de odio que tanto daño le hace a Colombia; votar por los mejores; cerrar filas para denunciar en tiempo real cualquier intento por afectar la contienda electoral, incluidos la trashumancia o la perversa compra de votos, y jamás renunciar a construir el país que nos merecemos.