Por: Roberto Trobajo
Duelen las muertes de los más de mil huelguistas masacrados, pero debería dar rabia que el culpable de aquel genocidio fue un ruso comunista ambicionando que se desencadenará una revolución bolcheviquista platanera.
¿Quién fue ese ruso? Los comunistas colombianos lo tienen por un camarada “iluminado”, y obvio que nunca dirán que era un prófugo de los bolcheviques que lideraba Lenin.
Stanislav Savinsky, quien al llegar a tierras americanas eliminó el Stanislav para despistar y se hizo llamar Silvestre Savinsky, fue un sargento soviético a quien Lenin envió a la China a comprar comida para abastecer al empobrecido pueblo ruso. Sin embargo, Savinsky se robó el dinero y jamás llegó a Pekín. Se fue para Tokio, Japón, de donde viajó a Panamá, y de ahí saltó a Colombia.
Ya en Bogotá, y para hacerse notar entre los jóvenes inconformes empezó a propagar ideas bolcheviques. A su alrededor surgió un círculo de seguidores, entre ellos: José del Mar, Gabriel Turbay y Luis Tejada; intelectuales muy destacados en el recién nacido Partido Socialista Revolucionario que apenas llevaba un año de creado. Savinsky logró que le dieran vitrina en la conferencia del 1 de mayo de 1924 del Partido Socialista, influyendo para que se comprometieran con las tesis de la Internacional Comunista.
¿Y qué pasó? Silvestre Savinsky destruyó aquel Partido Socialista Revolucionario; encantando al cronista Luis Tejada y al poeta Luis Vidales creó el Partido Comunista Colombiano.
Pero Savinsky quería más, pretendía que lo idolatraran como a Lenin, y para ello tendría que actuar parecido y alcanzar iguales “logros”: el estallido de una Revolución Bolchevique en Colombia.
Replicarse en un Lenin requería de hacer detonar un levantamiento armado, como aquel acontecido en la ciudad rusa San Petersburgo, el 22 de enero del 1905, cuando 200 mil trabajadores desarmados llegaron hasta el Palacio de Invierno del Zar Nicolás II para exigirle mejores pagas; el Zar no estaba y su tío, el duque Vladimir Aleksándrovich ordenó a la guardia abrir fuego…200 muertos y 800 heridos. La matanza desencadenó aquella “Revolución Bolchevique”: huelgas, motines, elevación a líder de Vladimir Ilich Lenin, y aunque fracasada en ese primer intento, fue el preludio de los diez días de noviembre de 1917 que fundaron el comunismo.
Retomando a Savinsky y sus macabros anhelos: fomentó sus relaciones, sobre todo entre los obreros, a quienes sedujo con las ideas de enfrentárseles a las autoridades y en especial a las multinacionales, como a la United Fruit Company, logrando llegarle a los líderes sindicalistas bananeros Raúl Eduardo Mahecha, Bernardino Guerrero, Nicanor Serrano y Erasmo Coronell.
Tuvo un escollo: María Cano, quien nunca le copió a Savinsky porque desconfiaba de aquel ruso intruso que proponía en tono de mando y que veía como un aparecido que pretendía liderazgos sin nunca haber hecho algo en las luchas obreras.
Lamentablemente el machismo se impuso, no le pararon bolas a prevenciones de María Cano, y los líderes de Ciénaga-Magdalena sucumbieron al encantador Savinsky.
Aquel fatídico 6 de diciembre de 1928, cuando ya los ánimos estaban más caldeados en el enfrentamiento de 25000 trabajadores sitiados por un centenar de soldados, Savinsky le mandó un mensaje a los líderes de los huelguistas diciéndoles que resistieran más y que desafiaran a los guardias porque les enviarían apoyos para derrotar a los militares al servicio de la multinacional. Esa mentira del ruso fue la que empujó al irreconciliable choque que devino en genocidio que dejó 1800 asesinados y 100 heridos.
Si culpables fueron los militares enceguecidos acatando órdenes, el real y máximo responsable fue ese “Padrecito Ruso” del Comunismo Colombiano, como lo llamaban Jacobo Arenas y Manuel Marulanda en sus charlas adoctrinadoras a los guerrilleros de la FARC.
Tras la masacre de las bananeras, Luis Tejada y otros jóvenes fans de Savinsky se alejaron del ruso, dejaron el Partido Comunista y migraron para el Partido Liberal.
¿Y el ruso? Se fue para México donde conoció a Julio Antonio Mella, revolucionario comunista cubano, con el que compartió hasta que lo mataron el 10 de enero del 1929; de ahí viajó a Cuba, estando en la Isla un buen tiempo y donde entabló amistad con Eduardo Chibás que era amigo de Mella y luego jefe de Fidel Castro en el Partido Ortodoxo. Pasados 2 años Savinsky regresó a Colombia, dedicándose a varios negocios mientras se consagraba en la Francmasonería Progresista Universal.
Silvestre Savinsky nunca cejó en sus empeños de hacer estallar una lucha armada en Colombia y esperó pacientemente otra oportunidad, que 20 años después le llegó con Fidel Castro y Rafael Del Pino –cubanos aterrizados en Bogotá- para generar aquel Bogotazo, o el “FidelBogotazo” que sería una 2da Masacre Mamerta, peor que aquella dolorosa Masacre de las Bananeras: suicidio inducido para empujar al comunismo en Colombia.