Por: Jorge Ignacio Pretelt Chaljub
Mi hija se graduó el viernes pasado de abogada del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, fue seleccionada como candidata para ser colegial, salió con un gran promedio y su preparatorio sobre 100 y con anotación de honor, a ella le dedico estas notas en mi columna de hoy porque es para mí un símbolo de valentía.
Fue un 27 de febrero de 2015 cuando ruines personajes, que eran mis compañeros en la Corte Constitucional, armaron un escándalo sin ninguna prueba para tumbarme de la presidencia de la Corte, la cual me correspondía en ese año y era muy importante por varias razones: porque debía ser el vocero de la Corporación en el tema de la paz que anhelaba el Presidente Santos y del cual fui su ponente en la sentencia del Marco Jurídico para la Paz.
Esta decisión, es tal vez la más importante en el tema de la paz, pues ella contenía la exequibilidad para que en Colombia existieran negociaciones con las FARC, pero tenía condiciones para que los alzados en armas no fueran al Congreso de la República, que pagaran penas reales y efectivas y devolvieran a los menores de edad.
Mi hija cumplía 15 años el 8 de marzo, se podrán imaginar el viacrucis que atravesó desde aquel 27 de febrero hasta cumplir años con la esperanza de una niña que aspiraba a celebrar sus cumpleaños y se vio obligada a soportar un linchamiento mediático de los peores que se han dado en Colombia, todo para despojarme de la Corte Constitucional.
Otro motivo para buscar sacarme de la Corte fue el resentimiento que generó en varios y poderosos sectores del país la sentencia C-258 de 2013 de la cual fui ponente junto a conjueces de altas calidades académicas, y en la cual se estableció que nadie en Colombia podía ganar de pensión más de 25 salarios mínimos y que además tendría efectos inmediatos.
La demanda interpuesta por el abogado Germán Calderón España permitió establecer un tope inmediato a las megapensiones que afectó a más de 300 personas que están entre las más importantes de Colombia y que recibían montos de hasta los 40 millones de pesos.
Esta decisión debería extenderse a todos los funcionarios públicos en Colombia, el Presidente Gustavo Petro tiene la última palabra y el sustento jurisprudencial para hacerlo.
En un país de tal nivel de pobreza y hambre no es justo que alguien gane estas sumas como pensión.
Además, como presidente me correspondía ser vocero de la paz y elegir el registrador nacional del Estado Civil junto a los otros presidentes de las altas cortes. Se rumoró que mi candidato era el Dr. Guillermo Reyes, lo que en efecto era cierto; pues su trayectoria en esta materia es difícil de encontrar en Colombia.
Había sido Magistrado del Consejo Nacional Electoral, pero además siguió escribiendo sobre los temas de interés nacional y en una permanente actualización académica. Los magistrados de la Corte Constitucional, burlándose del Dr. Guillermo Reyes le dieron 0 en el puntaje a su aspiración.
Hoy el Presidente Gustavo Petro en un acto de entereza y honestidad comprendió que las acusaciones que se le hacían eran absurdas y le encargó tal vez el ministerio más importante de Colombia como lo es el de Transporte.
Posteriormente mi hija tuvo que soportar la andanada del funesto funcionario Montealegre, quién denunció y persiguió a mi familia como despojadores de tierras. Proceso que fue archivado rápidamente por faltar a la verdad.
María Lucía antes de aquellos tiempos complejos quería estudiar cocina, pero abrió los ojos ante la evidente persecución y se contagió de esa lucha por la justicia y la verdad que estábamos protagonizando contra oscuros poderes.
Esto la ayudó a decidirse por estudiar Jurisprudencia en la Universidad Del Rosario.
Mi admirada hija mantiene su voluntad de prepararse también en el campo de las artes culinarias y por eso ahora estudiará gastronomía, lo que como padre me hace feliz al saber que tomará un camino que la aparte de profesiones liberales como el derecho, pues no hay razones para que una persona ejerza una profesión tan desprestigiada.
Ya no valen los precedentes ni la jurisprudencia, hoy en día un profesor enseña lo que digan las altas Cortes, a lo que los estudiantes responden generalmente que en la vida real sucede otra cosa.
Así es que mi hija explorará su verdadera vocación que es la cocina, campo en el que ha dado ya sus primeros pasos de la mano de Manuel Mendoza, quien le ha visto cualidades para tener éxito en esa profesión.
A mi hija le deseo lo mejor y le declaro mi profundo apoyo en su camino para buscar plenitud profesional y felicidad en la que considere su verdadera vocación.