Por: Juan José Gómez
Para bien o para mal se dan fechas en la historia de los pueblos en las que por designios providenciales pareciera que llega un momento en el que termina una etapa o se cierra un ciclo en la existencia misma de las comunidades, lo que acontece generalmente precedido por grandes trastornos naturales, políticos, económicos, militares o de salud pública, que inciden tan profundamente en el sentimiento colectivo del grupo que se siente perjudicado, que acaba con toda clase de afectos, lealtades, adhesiones, gratitudes y complicidades humanas, porque es realmente fuerte y extremadamente negativo el sentimiento de rechazo que produce la conducta del factor o elemento generador del daño y de sus perjudiciales efectos. Tal es el caso del gobierno que se inició en Colombia el 7 de agosto de 2022.
Los colombianos conocíamos de mucho tiempo atrás al político de izquierda radical Gustavo Petro Urrego.Sabíamos de su juventud rebelde y de su estrecha vinculación al grupo terrorista M-19. Estábamos enteradosde los hechos criminales cometidos por esa organización y de la atribuida participación intelectual o física del guerrillero en acciones tan deplorables como el vil asesinato del líder sindical José Raquel Mercado, o el de la damaGloria Lara; el secuestro de Martha Nieves Ochoa y el del empresario Nicolás Escobar Soto que terminó con su dolorosa muerte violenta; el robo de la Espada de Bolívar en 1974, el robo de armas del Cantón Norte en 1979, la toma de la Embajada de Costa Rica en 1980 con el secuestro de 17 diplomáticos extranjeros; la trágica y funesta toma del Palacio de Justicia en 1985 apoyada económicamente por el mas sanguinario bandido de la historia moderna de Colombia, Pablo Emilio Escobar Gaviria, ocurrida el 6 de noviembre.
No nos era desconocida su actuación en el Congreso de la República, en la que siempre se caracterizó por su violencia verbal y un sistema de acusaciones a otros congresistas, funcionarios gubernamentales y líderes políticos, lo que le permitía dirigir la atención pública a las “cortinas de humo” que fabricaba para evitar que los colombianos nos diéramos cuenta de su limitada o mejor nula existencia de iniciativaslegales o ponencias sobre proyectos de ley de otros congresistas.
En cuanto a debates de control político ciertamente que los hacía, pero en ellos de evidenciaba no la intención de corregir actos u omisiones inconvenientes para la buena marcha de los asuntos públicos, sino el propósito de destruir a funcionarios no siempre culpables o el de sembrar odio contra personas que habiéndose equivocado podían remediar sus errores y hacia el futuro convertirse en buenos servidores del Estado. Respecto a temas relacionados con la corrupción es de advertir que muchas veces los denunció y combatió con ardor, pero también debe mencionarse que sobre él recayeron acusaciones y sospechas que no produjeron efecto, aunque todavía queda en la memoria de muchas personas el llamado “caso de las bolsas llenas de dinero” que nunca ha sido satisfactoriamente explicado.
Como alcalde de Bogotá, cumple a la verdad histórica el señalar que fue su administración una de las más ineficientes que se recuerden, ya que transcurrió en medio del desgreño y de la ineptitud, de decisiones erróneas que causaron pérdidas económicas y tiempo malgastado; de actos administrativos ilegales y/o inconvenientes a tal extremos que dieron pie a que la Procuraduría General de la Nación, ejercida en esos días por un gran jurista y eminente colombiano, el doctor Alejandro Ordoñez, sancionó a Petro con la destitución del cargo y la inhabilidad general por el término de 15 años para ejercer funciones públicas.
Petro fue candidato presidencial en las elecciones del 2018 y perdió frente a Iván Duque. Este resultado le causó una gran frustración y un enorme resentimiento del cual dio pruebas desde el mismo día en que conoció su derrota, que lo llevó a declarar su oposición cerrada al presidente Duque. Cumplió su amenaza de tal manera que, según se ha dicho popularmente, en compañía de un individuo de apellido Bolívar que había hecho fortuna escribiendo culebrones para la televisión y otros medios, fue el inspirador de una apreciable montonera de jóvenes alucinados que bajo el nombre de “la primera línea” realizaron una serie de manifestaciones violentas en varias ciudades del país, pretendiendo tumbar al presidente Duque, lo cual desde luego que no lograron, pero si consiguieron llevar la violencia y el crimen a las calles de las principales ciudades colombianas, con una secuela de víctimas humanas y daños en propiedad pública y privada por valor de elevadísimas cantidades de dinero.
Finalmente, Petro logró un cuestionado triunfo electoral en el 2022 frente a un anciano y extraño candidato, Rodolfo Hernández, aparecido en las lides políticas, sin trayectoria nacional alguna y sin lugar a dudas un desconocido ciudadano cuya candidatura hasta la fecha nadie ha logrado explicar. Votamos por ese pobre hombre (se encuentra víctima de una enfermedad terminal, Dios lo ayude) únicamente por intentar que Petro no ganara. Pero ganó, aunque todavía hoy no hay claridad sobre ese particular.
Gustavo Petro ha decapitado la valiosa y muy experimentadacúpula de la Fuerza Pública mediante el despido de un centenar de generales y almirantes necesarios para la seguridad nacional y con la ayuda de un menguado ministro de Defensa, ha desmotivado a soldados y policías y los ha dejado sin fervor patriótico, sin moral y sin armamento suficiente.
Ha conformado una planta de ministros y altos funcionarios, de lo peor que ha podido encontrar, entre los que sobresalen el chambón y buscarruidos ministro de Salud, el momificado ministro titular de Relaciones Exteriores, el inexistente ministro de Defensa, el saltimbanqui ministro del Interior, la pasionaria ministra del Trabajo y los altos funcionarios Bolívar el culebrero, Benedetti el pericoso y Roy el trapecista
Ha cazado peleas con los paises amigos y se está apoyando en las dictaduras latinoamericanas y de otros continentes. Ha hecho el ridículo internacional mediante sus incomprensibles y estratosféricas peroratas.
Quiere imponer a como dé lugar sus peligrosas ideas y sus doctrinas radicalmente estatistas.
Intenta que el tesoro público (su caja menor para comprar votos y atender gastos presidenciales y conyugales) se fortalezca con el dinero de la salud y el ahorro pensional de los colombianos.
Pretende convocar “a la berraca” una Asamblea Nacional Constituyente, sin tener en cuenta para nada la Constitución de 1991, con el fin de instaurar el comunismo estatista en Colombia y quedarse con el poder por tiempo ilimitado. Además, desea ser el jefe de los tres poderes -Ejecutivo. Legislativo y Judicial- incluyendo la Fiscalía, el Ministerio Público, la Contraloría, la Defensoría del Pueblo y la Auditoría.
No le merece ningún respeto el actual Congreso ni las Cortes. Al primero lo ha insultado y desafiado a tal punto que el presidente, senador Name, se ha visto obligado al salir en defensa de la institución y, en cuanto a las Cortes, ha tratado de presionarlas, aún mediante la acción de sus adeptos que las encerraron en su sede e insultaron a sus integrantes y agredieron a funcionarios judiciales.
Ha logrado hacer que elijan a una Fiscal ternada por él. No sabemos actualmente si la dama será -como lo ha prometido – independiente y sometida al imperio de la Constitución y de la Ley, o sometida al poder presidencial. Esperaremos y veremos.
No ha querido evitar a los colombianos el espectáculo de los abusos de su hijo mayor y de su hermano, lo mismo que las irregularidades de su esposa Verónica. Ha permitido el desprestigio de la familia presidencial con el resultado de que gobiernos extranjeros de escandalicen y se burlen.
Ha demostrado mala voluntad con departamentos y ciudades donde no han votado por él y evidentemente no es bienvenido. Las grandes ciudades colombianas
Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga, Cartagena, etc, han recibido señales evidentes de su enemistad y, en el caso de Antioquia, ha intentado adueñarse de sus admirables realizaciones, alcanzadas con el empuje y el esfuerzo ejemplar de generaciones de antioqueños emprendedores, y hasta, según de rumora, desea despedazar el territorio paisa. Además, le ha negado recursos ya comprometidos por la Nación para vías 4G, que más que a Antioquia, benefician al resto del país.
Por todo lo anterior se impone un verdadero cambio en la presidencia de Colombia. Un cambio de políticas y de la de manera de gobernar del presidente; un cambio que signifique y garantice el respeto por la Constitución, por las leyes y por las instituciones colombianas; un cambio en el inaceptable estatismo e izquierdismo que quieren imponer a toda costa el presidente y sus colaboradores; un cambio en la política interna y externa conforme al querer mayoritario del pueblo colombiano. Que el presidente se desmonte del caballito de batalla de afirmar siempre que él representa la voluntad popular porque eso no es cierto: si es verdad que tuvo aproximadamente 700.000 votos de más sobre los que votaron contra él en la pasada campaña presidencial, el Congreso recibió mas de cinco millones de votos que el presidente, y por consiguiente, quien representa al pueblo colombiano con una gran mayoría de sufragios es el Congreso, por lo cual solo mediante ley aprobada por Senado y Cámara puede convocar una Constituyente que, según las encuestas actuales, el pueblo no desea.
Y finalmente un mensaje para los congresistas todos y especialmente para los miembros de la Comisión de Investigación y Acusación de la Cámara de Representantes. DEJEN DE IMPEDIR QUE SE CUMPLA LA CONSTITUCIÓN NACIONAL EN SU ARTÍCULO 109. USTEDES NO SON LOS AMOS DE LOS COLOMBIANOS SINO SUS REPRESENTANTES Y, P0R CONSIGUIENTE, LOS EJECUTORES DE SU VOLUNTAD. SI PERSISTEN EN SU LABOR OBSTRUCCIONISTA, EL PUEBLO MAS TEMPRANO QUE TARDE SABRÁ CASTIGARLOS.
MAÑANA, CUANDO MARCHEN POR LA DEMOCRACIA Y LA LIBERTAD, NO LO OLVIDEN: ESTE ES EL PRINCIPIO DEL FIN