Por: Eduardo Mackenzie
Si creemos lo que dice CNN, el embajador de Colombia en Rusia, Héctor Arenas Neira, fue invitado este 30 de junio “a una reunión en la Cancillería de Rusia para analizar las circunstancias del ataque en Kramatorsk donde resultaron heridos tres ciudadanos colombianos”. Empero, CNN no fue muy exacto al redactar ese cable. Si leemos con atención el comunicado de la cancillería rusa, veremos que el embajador Arenas fue convocado para que recibiera, más bien, una reprimenda por las “declaraciones de las autoridades colombianas respecto a los tres ciudadanos del país afectados por el ataque en la ciudad de Kramatorsk”.
El presidente Gustavo Petro ha prometido enviar una nota de protesta a Moscú por las heridas causadas por dos misiles rusos a tres civiles colombianos que departían tranquilamente en un restaurante en esa ciudad ucraniana. En su protesta, la cancillería colombiana debería incluir una crítica severa a las alegaciones infundadas que hace ahora la cancillería rusa contra los tres colombianos heridos.
El ex alto Comisionado para la Paz Sergio Jaramillo, el escritor Héctor Abad Faciolince y la periodista Catalina Gómez Ángel, fueron heridos por un ataque aéreo ruso que alcanzó el restaurante donde dialogaban con la conocida escritora ucraniana Victoria Amelina, la cual fue gravemente herida en la cabeza. El ataque ruso mató allí a 12 personas y dejó cerca de 60 heridos. Fuera de la pizzería, varios apartamentos, oficinas, almacenes y automóviles, así como una oficina de correos, quedaron inservibles.
Horas después, Moscú trató de maquillar su atrocidad: inventó que el restaurante era un “objetivo legítimo”, un lugar militar, un “puesto de despliegue temporal de comandantes de la 56ª Brigada de Infantería Motorizada de las Fuerzas Armadas de Ucrania”. El ministerio ruso de Defensa agregó que “dos generales, 50 oficiales de las fuerzas ucranianas y 20 mercenarios e instructores militares extranjeros” habían sido “eliminados”, sin precisar si efectivamente se trató del bombardeo de la pizzería.
En verdad, ese restaurante popular era un lugar civil, lleno de civiles, frecuentado por periodistas, vecinos y soldados. El gobierno ucraniano no ha confirmado la alegación rusa. El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, rindió homenaje el miércoles a las víctimas “incluidos tres niños” y dijo que el lugar era un “café ordinario”. Pese a ello, la cancillería rusa le reprocha al gobierno colombiano, en consecuencia, “no haber tenido en cuenta lo dicho por Moscú sobre el supuesto carácter “militar” de esa pizzería en “la reacción de los líderes colombianos a estos acontecimientos”.
El regaño ruso a Colombia fue, pues, por partida doble. Y quizás lo es por partida triple.
No contenta con eso, la cancillería rusa, en un comunicado distribuido por la red Telegram (1), acusa, además, a los tres colombianos, de haber sido “conscientes de estar cerca de la línea de fuego en la zona de la operación militar especial y de los riesgos asociados con ello.”
Las autoridades rusas, pretenden barrer así, de un absurdo plumazo, las declaraciones de las víctimas colombianas de ese bombardeo criminal. Éstas han reiterado que estaban en ese lugar para conversar con una periodista ucraniana sobre la invasión y la guerra rusa contra Ucrania. Ellos jamás han dicho que estaban en un cuartel ucraniano, ni, como inventa la cancillería rusa, en un ““puesto de despliegue temporal” de las fuerzas armadas de Ucrania.
La acusación de la cancillería rusa contra los tres colombianos es grotesca. No solo se contentan con haberlos herido, sino que ahora los calumnian. ¿Cuál es la intención detrás de tal intimidación?
La frase de la cancillería rusa equivale a una acusación grave contra los colombianos: los acusan de haber servido de cómplices de los ucranianos pues estaban en ese restaurante “conscientes de estar cerca de la línea de fuego”. El gobierno ruso dice en su comunicado: “Según la información disponible [los tres colombianos] eran conscientes de estar cerca de la línea de fuego en la zona de la operación militar especial y de los riesgos asociados con ello”.
La cancillería de Rusia miente. Los colombianos heridos estaban dentro de una ciudad ucraniana, en un restaurante ucraniano, no en un cuartel militar, ni en una casamata, ni en una trinchera, ni en una brigada de infantería motorizada, ni en campo abierto, ni cerca o en la línea del frente de guerra.
El gobierno colombiano debería protestar y, además, defender el buen nombre de sus compatriotas heridos por el ejército ruso.
El cuarto objetivo del gobierno ruso fue el de ordenarles a los colombianos que viven en Ucrania de “abstenerse de visitar territorios que se encuentran en la zona de acciones militares”. Ello muestra que, para los ocupantes rusos, todo el territorio de Ucrania es una “zona de acciones militares” y que ellos catalogan las viviendas civiles, los restaurantes, las escuelas, los hospitales, etc. como “zona de acciones militares”.
Rusia viola así el Convenio de Ginebra relativo a la protección de las personas civiles en tiempo de guerra, los cuales distinguen los sectores civiles y los sectores militares. El gobierno ruso pretende, por otra parte, imponer a los extranjeros en Ucrania directivas de presencia y movilidad como si Ucrania fuera un enclave ruso. Putin, desde su llegada al poder en 2000, niega la existencia del Estado ucraniano, la identidad de su pueblo y de su lengua.
El mundo es testigo de que el ejército ruso, desde el comienzo de su agresión a Ucrania, masacra a la población civil y dispara deliberadamente contra “áreas civiles concurridas”. No es la primera vez que Kramatorsk es atacado en esta guerra. El 8 de abril de 2022, un bombardeo ruso destruyó la estación de trenes de esa ciudad. El ataque mató a 63 civiles (incluidos 9 niños) e hirió a 150 (incluidos 34 niños).
Civiles que se encontraban en la Plaza de la Libertad de Kharkiv fueron atacados el 1 de marzo de 2022. Tres días después, un misil ruso cayó sobre un muro de la central nuclear civil de Zaporijia. El 9 de marzo, fue bombardeado un hospital para niños y una maternidad en Marioupol. El 16 de marzo, los rusos bombardearon el teatro de Marioupol. En abril, en Boutcha e Irpin, las tropas rusas torturaron, violaron, asesinaron y dejaron tirados en las calles una centena de cadáveres de civiles. Por esos y otros crímenes de guerra varios países respaldan la apertura de un proceso contra Vladimir Putin. Putin es jurídica y moralmente responsable de esta guerra.
Putin aplica en Ucrania los viejos métodos de tortura mongola en la época de Gengis Khan: torturar a los niños para que sus padres cedan. Pero tales infamias reforzaron, por el contrario, desde la anexión de Crimea y de la guerra en el Donbass, en 2014, la voluntad de resistencia del pueblo ucraniano. Y éste, desde el comienzo de la invasión rusa el 24 de febrero de 2022, le da lecciones al mundo de heroísmo, unidad y genio combatiente.
No sé qué ha respondido hasta hoy, en la práctica, la cancillería colombiana sobre los tres ciudadanos heridos en Kramatorsk y sobre las acusaciones de Moscú contra ellos. Como sea, tal maniobra y la cita al embajador Héctor Arenas Neira para ser reprendido deben ser rechazadas.
(1).- https://t.me/MAERusia/2548
(2).- Ver La embajada rusa se burló de los tres colombianos heridos en Ucrania, 29 de junio de 2023, por Eduardo Mackenzie, https://twishort.com/hZtoc
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