Por: Fernando Álvarez
En Colombia, se juega peligrosamente a la modernidad. Hoy por estar a tono con la onda de lo políticamente correcto, se abre cada vez más el hueco por donde se multiplica exponencialmente lo incorrecto, lo incorrectamente político. No se necesita escarbar mucho para encontrar este tipo especímen en la acción política de la actualidad.
Roy Barreras y Armando Benedetti son dos claros ejemplos de lo que es actuar políticamente correcto y al mismo tiempo ser incorrectos en lo político.
Esto es tener un discurso no excluyente hasta el punto que no excluyen de sus prácticas las acciones non sanctas o que rayan con lo ilegal, o que por lo menos incluyen una laxitud ética, cierta elasticidad sobre las conductas que cuando éramos pequeños eran las correctas y que se acrecientan a la hora de contar votos o de contar el dinero para conseguirlos.
Es decir, que es correcto hablar con lenguaje inclusivo, ponerse al frente de los derechos de los homosexuales y defender un estatus político, o peor aún romántico, de terroristas, criminales de lesa humanidad, violadores de niñas y opresores con pretextos libertarios y, simultáneamente, considerar correcto andar con tulas de dinero de origen desconocido, con abultados dineros en las caletas de sus apartamentos o recibir cerca de la playa millonarias sumas en efectivo sin que pasen por el registro bancario o algún tipo de control.
Hoy lo políticamente correcto es manejar Caprecom, Findeter o la Esap como si fueran las cajas menores de ciertos políticos porque lo hacen quienes le juegan a lenguaje de la paz así toque cohonestar con dejar libre al guerrillero Jesús Santrich con tal de tratar de meter preso al expresidente Alvaro Uribe.
Estas confusiones mentales dan lugar a que en la Colombia de hoy se vea con buenos ojos que un candidato izquierdista como Gustavo Petro, reciba subrepticiamente bolsas de dinero de origen confuso y que goce de patente de corso porque habla en defensa de los pobres, que es lo políticamente correcto.
O que el escudero principal del candidato de la Colombia humana Holman Morris defienda los derechos de las FARC y al mismo tiempo se permita echarle el carro por encima a su entonces esposa. Porque lo políticamente correcto es también la mampara del oportunismo, de lo que hoy ya se acepta como un mal de muchos.
Lo que antes se criticaba desde la izquierda contra los burgueses y hoy se ejerce sin vergüenzas, la doble moral. Porque hoy el pragmatismo ha llevado a imponer la idea leninista de que lo bueno es lo que le sirve a la revolución. Y a las lecciones aprendidas de Maquiavelo sobre que el fin justifica los medios se agrega otra no menos cínica que implica llegar incluso a aceptar que gane un no correcto con tal de que no pertenezca a los incorrectos de siempre.
Noción política que lleva un implícito apolítico y derrotista, casi revanchista y suicida, pero al final políticamente correcto.
Eso es estar ad portas del caos político que puede terminar en el caos social y económico como en el vecino país.
Es caer en manos de ese pragmatismo que lleva a que un candidato sea diseñado por tres expresidentes, a cuál más de incorrectos; uno que llegó al poder porque la mafia le hizo el favor de quitar del camino al candidato correcto, otro porque la mafia puso el dinero para comprar su elección y el tercero porque se disfrazó de antiguerrillero para llegar al poder y entregarle parcialmente el poder a la guerrilla.
Ellos ahora son los padrinos del candidato supuestamente de centro, con el mezquino y único objetivo de recuperar el poder. Que ese mismo candidato se crea el cuento de que la clave es decir cosas políticamente correctas pero que no le importe que tenga que aliarse con todo lo incorrecto que se ha apoderado de la política.
Es el juego del poder donde lo que alguna vez nos dictó como cátedra Antanas Mockus, en su revolucionario concepto de la ética de lo público, terminó por dar paso a que él mismo fuera elegido como senador en medio de inhabilidades por efectos de ser un contratista del estado por fuera de tiempo electoral.
Pero para no ir más lejos acaba de ocurrir en el Centro Democrático un ejemplo de actuar incorrectamente en medio de una perspectiva electoral en donde según algunos lo que se requiere es usar el lenguaje políticamente correcto.
Contra toda evidencia se produjo una extraña medición de simpatías electorales en la que la favorita candidata María Fernanda Cabal terminó relegada precisamente por mantener un lenguaje claro y contundente, por ser intransigente con la izquierda y por mantener viva la llama de la lucha frontal contra el Socialismo del Siglo XXI, que llevó al expresidente Alvaro Uribe a advertir sobre este peligro cuando dijo “Ojo con el 2022“.
Y ahora por movimientos poco correctos de la bancada uribista y por resultados mágicos de unas firmas encuestadoras con sondeos poco correctos se le ha dado paso al candidato políticamente correcto que considera que hay que continuar con el incorrecto proceso de paz, que en honor a la verdad fue el conejazo del siglo contra lo correcto que era respetar las mayorías plebiscitarias.
Lo políticamente correcto hoy es la forma de camuflar lo no correcto políticamente. Hoy el todo vale es la regla a tal punto que uno de los expresidentes se enorgullece de haber traicionado a sus electores y afirma sin rubor que la traición en política es la regla y no la excepción.
Qué dirían los abuelos, porque hoy ya los padres actuales parecen haberse rendido ante el discurso de lo políticamente correcto. Ya las reinas de belleza dicen que es normal hombre con hombre y mujer con mujer.
Eso parece ser lo políticamente correcto y lo excepcional será hombre con mujer. Hasta dónde se ha llegado se preguntarán las abuelas porque ya las madres están en lo políticamente correcto.
Hoy la inversión de conceptos da para todo, da para que una frase con un espíritu correcto como “le rompo la cara marica“, resulte políticamente incorrecta porque suena violenta, pero se ignora el trasfondo que era dirigida a alguien que con su particular visión pragmática enmarcada en lo políticamente correcto actuaba incorrectamente, de acuerdo con lo que establecían los cánones de los abuelos.
Hoy se ha llegado a que termina políticamente correcto que los magistrados de la Corte Suprema intercepten ilegalmente los teléfonos del expresidente Alvaro Uribe, que los periodistas logren obtener subterráneamente un expediente contra Uribe, que los comunistas consigan testigos falsos contra Uribe.
Porque como me dijo Antonio Navarro Wolf cuando yo militaba en el Polo Democrático y era Comisionado de Televisión cuando le conté que tenía todas las pruebas para demostrar que el periodista Daniel Coronell Castañeda pretendía robarle al estado cerca de 20 mil millones de pesos mediante un tribunal de arbitramento amañado en la Comisión Nacional de Televisión.
En ese momento el exdirigente del M 19 me dijo que no nos metiéramos contra Coronell porque era antiuribista. Y es que esa parece ser su taquilla. Su prestigio consiste en ser antiuribista porque los periodistas antiuribe son los más vistos, porque son los políticamente correctos.
Porque hoy en Colombia ser periodista antiuribista es políticamente correcto así el noticiero NTC lo hayan montado con dineros de la mafia, como ocurrió hace más de dos décadas con Daniel Coronell Castañeda cuando escogio como sus socios al narcotraficante Pastor Perafán, extraditado, y César Villegas Arciniegas “El Bandi“, testaferro del Cartel de Cali, quien puso el dinero para fundar Noticias Uno.
Hasta dónde se llegó, se preguntarán nuestros nietos, cuando algún día se cuente la vergüenza histórica de lo que se ha dado en llamar lo políticamente correcto.