Las víctimas intocables

Por: Andrés Villota

Durante la primera mitad del Siglo XX se definió una estructura del orden internacional basada en la protección a ultranza de minorías que ha permanecido hasta nuestros días y que, desde ese entonces, le ha permitido ser grupos que se han ido apoderando de la supremacía mundial y han sometido a la esclavitud a millones, sin que alguien pueda hacer algo para impedirlo o evitarlo porque, precisamente, fueron victimizados y gracias a esa condición fueron convertidos en seres superiores y, por ende, intocables.

La ocupación soviética de la Polonia Oriental fue uno de los acuerdos incluidos en el Tratado Ribbentrop-Molotov firmado el 23 de agosto de 1939 por Joachim von Ribbentrop en representación del gobierno Nacional Socialista Obrero Alemán y Viacheslav Mólotov como representante de la dictadura comunista soviética. Adolfo Hitler había invadido a casi toda Europa con la estrategia de la Guerra Relámpago (Blitzkrieg), lo que era muy bien visto por los lideres comunistas europeos, así como en su momento el Tratado Ribbentrop-Molotov fue celebrado por el comunismo mundial que nunca criticó el expansionismo totalitario Nazi.

Cuando Alemania invadió a Francia, el secretario general del Partido Comunista Francés, Maurice Thorez llamó a deponer las armas y a no resistir el avance del ejército alemán. El primer ministro de Vichy, designado en julio de 1940, Pierre Laval, era un comunista con el mismo perfil de Benito Mussolini. En Inglaterra, Oswald Mosley era miembro del partido Laborista y luego se convirtió en el jefe supremo de la Unión de Fascistas Británicos. El partido Laborista asumió una feroz oposición a la intención de Sir Winston Churchill de enfrentar y de combatir a Adolfo Hitler.

El comunista Eoin O’Duffy en Irlanda, fundó el grupo fascista Fine Gael y dirigió a los Camisas Azules, el grupo de terroristas urbanos equivalente a los Camisas Negras italiano y a los Camisas Pardas alemán que podríamos calificar como los ancestros remotos de La Primera Línea colombiana fundada por el partido de extrema Izquierda, Colombia Humana. Los miembros del partido Laborista y del grupo de O’Duffy esperaban que Hitler invadiera al Reino Unido sin resistencia alguna por parte del ejército británico por tratarse de los mismos, haciendo lo mismo, con un nombre y una estrategia diferente.

El fascismo italiano y el nazismo alemán fue la puesta en escena de una versión chic-salvaje del comunismo que se había presentado siempre como una caterva de harapientos que quería causar conmiseración entre la sociedad afirmando que eran víctimas de las oligarquías. Victimizarse, su especialidad desde siempre, ante la ausencia total de argumentos. Una versión que trató de cambiar su percepción presentándose imponentes, supremacistas intelectuales, invencibles, arrolladores, amenazantes, poderosos, matones, fuertes para que los respetaran, los tuvieran en cuenta y dejaran de ser los pobres diablos que siempre habían sido en su vida real.

El rechazo a Hitler y la aprobación a Stalin llevó a que se patentó el método harapiento, método que se ha mantenido hasta nuestros días y fue perfecto porque mantuvo el antagonismo con los fascistas, los nazis y el invento del adjetivo “extrema derecha”, ignorando que una dictadura, un régimen totalitario, jamás podrá ser de derecha porque la derecha se basa en la democracia, la libertad y el respeto por los derechos humanos, lo que jamás hicieron Mussolini y Hitler, ni ningún dictador ha hecho en la historia. Ese método es el que sigue vigente hasta nuestros días porque demostró, desde el siglo pasado, sus resultados favorables para consolidar el supremacismo comunista global.

La plata la pusieron los banqueros en la sombra que siempre han financiado los proyectos de dominación global porque ellos son los más beneficiados con ese esquema totalitario. Sin embargo para los libros de historia, la Wehrmacht, la Luftwaffe y todo el aparato bélico Nazi tuvo su origen en la supuesta financiación dada por Stalin, el dictador comunista soviético que violó el desarme alemán pactado en el Tratado de Versalles.

El milagro alemán nunca existió bajo las condiciones de la racionalidad económica elemental. La rápida reconstrucción del aparato productivo alemán después de la Primera Guerra Mundial solo fue posible por la inyección de altas dosis de capital que tenían los grandes banqueros de la época. Si el milagro alemán de la dictadura de Hitler basado en una estructura comunista del Estado dueño de todo y pagándole todo a todos, hubiera sido real, debería ser la receta adoptada por todas las dictaduras comunistas para sacar a las sociedades de la miseria a la que ellos mismos la llevaron.

A los nazis, los uniformes, se los hizo Hugo Boss. Los vehículos se los fabricó Ferdinand Porsche y Mercedes Benz. Las temidas SS nazis tenían en sus filas a más de 200 PhD. Desde ese entonces, supuestamente, las personas con más alto nivel de escolaridad simpatizan con la izquierda y el supremacismo intelectual de fachada se mantiene hasta nuestra época pero adaptada al nuevo perfil del ignorante promedio: el profesor, el locutor de radio, el rector de la universidad, el escritor, el actor, la ex reina de belleza o el director de cine.

La puesta en escena de la Segunda Guerra Mundial cambia de repente y Hitler trata de invadir a su aliado incondicional de la Unión Soviética. El destino avasallador de los nazis se detiene, son derrotados por los bolcheviques y todos los países que habían sido conquistados por los Nazis, son liberados por Stalin y su ejército comunista que, en las conferencias de Yalta y Potsdam, recibe de manera legitima el botín de guerra conformado por todos los países que libró del yugo Nazi, incluida la mitad de Alemania.

El dominio y control sobre los países de la Europa del Este era considerado “malo” cuando fue ejercido por el partido Nacional Socialista Obrero Alemán pero ese mismo control fue ampliamente aceptado por la comunidad internacional cuando el partido Bolchevique soviético se apoderó de manera “legítima” del dominio de todos los países que conformaron lo que se empezó a conocer como la Cortina de Hierro.

Recibir la mitad de Europa era poco para compensar el inmenso daño que infringió un ser tan despreciable como Adolfo Hitler a una pobre víctima de origen campechano como el dictador comunista José Stalin que empezó a cometer crímenes, o mejor, siguió cometiendo crímenes igual o peor de atroces a los que cometió Hitler pero sin que nadie lo pudiera evitar, cuestionar o condenar por su condición de víctima que le dio, además, vía libre a la naturalización de la barbarie hasta nuestros días. No es una coincidencia que los que están a favor del aborto o los que promueven la pedofilia, planteen esas aberraciones como supuestas propuestas dentro de la agenda política progresista de la Izquierda.

Los comunistas consumaron sus intenciones de supremacismo mundial y para evitar cualquier suspicacia o cuestionamiento en el futuro, prohibieron Mein Kampf para que nadie pudiera leer que el partido Nacional Socialista Obrero Alemán era comunista, ¿o de qué otra ideología podía ser un partido Socialista Obrero?. La narrativa comunista cambió y, de repente, los fascistas y los nazis dejaron de ser comunistas y resultaron siendo grupos de “extrema derecha”, hábilmente ubicados en la antípoda ideológica del comunismo para neutralizar cualquier intento futuro de tener alguna contraparte ideológica libre del estigma de ser descendientes de Mussolini o de Hitler.

Con cara ganan ellos y con sello pierden los otros. Lo más importante de este episodio es que con base a la victimización, legitiman el totalitarismo comunista que convirtió a sus dictadores, a sus dictaduras y a los aspirantes a dictadores comunistas que ahora usan las urnas para disimular, en esclavistas intocables en el mundo entero.

Hoy el empaque ha cambiado, también las fachadas y la narrativa pero son las mismas víctimas intocables de siempre. Los comunistas se presentan como los buenos por ser las víctimas de su propio invento. Los malos son los que defienden la democracia, el libre mercado, la libertad y los derechos humanos.

El presidente Donald Trump en Estados Unidos, el presidente Jair Bolsonaro en Brasil, el primer ministro Viktor Orbán en Hungría, Santiago Abascal en España, Marine Le Pen en Francia, Javier Milei en Argentina, María Fernanda Cabal en Colombia. Todos ellos son malos porque, según los comunistas, son de la extrema derecha que los victimiza. Ese es el mono argumento. Un argumento que ya no se lo creen ni ellos mismos porque la sociedad de la post pandemia ya no quiere seguir siendo más, la esclava del comunismo.

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