Por: Andrés Villota
La vergüenza de ser comunista, motivó la creación de la Escuela de Frankfurt en el periodo de entreguerras. El objetivo era, precisamente, que no les dijeran comunistas, ni que los identificaran con las teorías marxistas. Enredar y cambiarse el nombre para poder convencer a los más ignorantes de la sociedad ha sido una práctica habitual que se mantiene hasta nuestros días. Lo primero, para que funcione, es hacer sentir inteligentes a los menos inteligentes que son los más fáciles de engatusar.
Acuérdese que el comunista del colegio, de la universidad o de la familia, siempre era el de menor rendimiento académico, el más vago, el más inútil y el más vividor, réplicas exactas de Karl Marx. Encuestadores inescrupulosos, que pululan en estos días, publican los resultados de supuestas encuestas que muestran como comunistas a los que tienen mayor grado de escolaridad, entonces queda feliz el comunista analfabeta porque aplica una ley transitiva en la que el analfabeta se vuelve PhD, solo por simpatizar con el comunismo.
Por ejemplo, en un acto de supremacismo intelectual de María Antonia Pardo, la jefe de prensa del comunista Gustavo Petro, trató de bruto a “Juanes” y lo mandó a leer por haber dicho que el comunismo es una mierda. Sin embargo, ni esa forma de ascenso intelectual sirve ahora que está cayendo la dictadura comunista de Cuba y se va a destapar la autoría de crímenes de lesa humanidad y la relación de esa dictadura con mafias, estructuras criminales, políticos inescrupulosos de Latinoamérica y los poderosos del mundo que han mantenido sometido al pueblo cubano durante más de 6 décadas. Históricamente tras la caída de las dictaduras comunistas aparecen los archivos que registraron décadas de barbarie, abusos y crímenes. Solo tras la caída del dictador Adolfo Hitler, se pudo conocer los horrores del holocausto del pueblo judío. Solo tras la caída de José Stalin se conocieron las monstruosidades que realizó.
Lo lógico, entonces, es guardar prudente distancia del comunismo, de los comunistas y de las ideas comunistas. Empezó la estampida de los adoratrices del comunismo que, para salvar el pellejo, deben negar sus nexos políticos, comerciales y de afinidad ideológica con la dictadura comunista cubana. Se puso de moda negar, no sólo la militancia en el comunismo, sino la existencia misma del comunismo. El tal Marx no existió y el Castro-Chavismo, menos.
Algunos intelectuales del barrio Las Aguas como el profesor Alexander Klein, no sólo afirma que el comunismo no existe, sino que va más allá y dice que los países son pobres y violentos por culpa del capitalismo, posición que se entiende porque lo suyo (lo de Klein) es tocar el tiple. La doble PhD, Arantxa Tirado, negó que en Cuba existiera una dictadura comunista y se inventó una nueva forma de gobierno que bautizó la “Democracia Socialista” que, para el caso cubano, calificó de democracia éticamente superior “porque pone la justicia y la igualdad en el centro”, una supuesta democracia con elecciones con un solo partido político, tamaño portento de ética democrática. El locutor mañanero Aurelio Suarez dijo que el comunismo jamás había existido en China y Cuba, supongo que para Suarez, Mao y Castro fueron unos viles capitalistas salvajes. Hasta Gustavo Bolívar, el alter ego de Gustavo Petro, tuvo la osadía de decir que ellos dos no eran comunistas. Y se oyó a un gallo cantar.
Ese negacionismo exacerbado es la prueba inequívoca de que el proceso de liberación de Cuba es irreversible. Nadie quiere ser asociado con la barbarie comunista. Otra señal del final de la esclavitud comunista, es que el dictador Díaz-Canel está usando de manera cobarde a niños para que lo defiendan. Cuando llegó su final, Pol Pot usó para su defensa a los niños que tenía en su inventario, listos para ser vendidos a las élites pedófilas del mundo. Adolfo Hitler también usó a los niños en sus últimos días en el búnker de la Cancillería en Berlín. Hasta los facinerosos de la Primera Línea usaron a los niños, unos días antes de ser capturados acusados por terrorismo. Utilizar a los niños es la medida desesperada cuando el final se acerca porque los adultos ya abandonaron, hace mucho, al dictador.
Los únicos que siguen guardando lealtad al dictador Díaz-Canel, y que no niegan al comunismo, son los gobiernos, oenegés y políticos del mundo que están altamente involucrados con el proceso que esclavizó a los cubanos desde mediados del siglo pasado. Temen que la llegada de la democracia a la isla, abra la Caja de Pandora en la que van a salir sus nombres y los de todos los esclavistas contemporáneos. Toca evitar que la dictadura caiga. También siguen comprometidos con perpetuar la esclavitud de los cubanos, los periodistas de los medios de comunicación tradicionales que ya no pueden caer más bajo porque su credibilidad ya no existe, por eso han dicho que las imágenes de las protestas son falsas, que ocurren en otros lugares o que son antiguas.
La estrategia que usaron los comunistas para hacer sentir vergüenza a los que tienen un pensamiento de derecha y están a favor de la vida, de la libertad, del libre mercado, de la democracia, se les terminó devolviendo. Por lo que está ocurriendo en el mundo, los comunistas perdieron la cara. Hoy es una absoluta vergüenza ser comunista. Ser de derecha, se puso de moda.