Por: Fredy Garzón
Picaduras de mosquitos, virus e irresponsables declaraciones presidenciales de alertas sanitarias son las cortinas de humo que nos acompañan por estos días.
Pero la verdadera fiebre amarilla distinta en la que nos quiere enredar Petro, no se transmite por picaduras, sino por pasión y goles. Esta verdadera fiebre amarilla no provoca fiebre, sino euforia, no se combate, se celebra y se llama Atlético Bucaramanga.
Mi equipo que durante 75 años fue un paciente crónico sin triunfo en el fútbol colombiano hoy es un brote imparable en la Copa Libertadores de América.
No hay vacuna contra esta epidemia de alegría que tiene a toda Santander feliz y a algunos hinchas de otros equipos de Colombia rascándose la cabeza y preguntándose: ¿Cómo es que Bucaramanga está jugando así?
Los vendedores de humo en salud pública podrán seguir hablando de brotes, pero los hinchas del «Bucaramanguita» sabemos que el único contagio real ocurre cada vez que suena el himno de Colombia en La Libertadores y aunque por ser un certamen internacional solo se escucha el himno nacional, la fiebre sube cuando coreamos «Santandereanos siempre adelante, Santandereanos ni un paso atrás» y el amarillo invade la cancha.
Es una epidemia que ha cruzado fronteras, desbordado emociones y que, por una vez, no da miedo, da orgullo. La fiebre amarilla está viva y no se cura, se canta, ¡¡Búcaros FA FA FA!! Nota: En la Liga Betplay 2025 si nos dejan meter en los ocho (8) les volvemos a ganar.