Por: Mauricio Jaramillo Quijano
Cada vez menos personas creen en el discurso de justicia social de los políticos de extrema izquierda en Latinoamérica pues hemos sido testigos una y otra vez de cómo esta revolución antiliberal sólo trae más miseria a la región.
Ante esta pérdida de credibilidad nada ha sido tan conveniente para la ultraizquierda como el cambio climático. Gracias a él, estos líderes populistas han hallado otra arma para golpear con fuerza al capitalismo, promoviendo la idea de que este libre mercado es el único responsable del calentamiento global, y asegurando que la solución ante esto es abrazar su empobrecedor socialismo extremo, la versión del comunismo en Latinoamérica.
En su afán por figurar como líderes ambientales, curtidos populistas como el presidente Gustavo Petro, se apropian de la bandera anti contaminación y toman imprudentes decisiones ambientales que afectan gravemente la economía de los países que gobiernan.
Otra característica de estos antiliberales que posan como ecologistas es el hecho de que aun cuando culpan con desparpajo a los gobiernos del mundo Occidental por el cambio climático no parecen tener el suficiente coraje para reclamar de la misma forma a las dictaduras de China y Rusia
Muchos creyeron que la influencia marxista terminaba en 1992 cuando la Unión Soviética colapsaba y el capitalismo prevalecía en Occidente. Sin embargo el panorama ha cambiado y hoy en día China, un país gobernado por el partido comunista desde Mao Zedong hasta nuestros días es una superpotencia y es el mayor emisor de CO2 del mundo.
La contaminación de los regímenes marxistas empezó en el siglo pasado con la industrialización de China y de Rusia. En 1928, el revolucionario y sanguinario, Joseph Stalin, inició una ingente producción de armas y máquinas de guerra mientras que la industrialización de China empezó durante el gobierno de Deng Xiaoping, quien asumió el poder en 1978 luego de la muerte de quien fuera otro asesino en masa, el dictador marxista, Mao Zedong.
En Rusia, aunque el partido comunista de la Unión Soviética se disolvió en 1992, al año siguiente revivió como el Partido Comunista de la Federación de Rusia y hoy en día tiene mucha influencia en este régimen tirano.
De hecho los miembros de este partido son los mayores interesados en usar esa inmensa capacidad de producir armas que gestó Stalin para mantener la guerra contra Ucrania, contra lo que históricamente han llamado el “imperialismo” de Occidente.
Toda esta discusión sobre el calentamiento global resultaría absurda e improductiva si como dicen algunos no hay posibilidades de detener el cambio climático ya que éste dependería de un efecto cíclico del sol que ya antes había acabado con la vida en la tierra.
Pese a ello, existe un consenso mundial sobre la necesidad de detener la emisión de gases invernadero y algunas personas han propuesto la teoría del decrecimiento económico que entre otras cosas señala que la sostenibilidad económica debe ser compatible con la preservación del medio ambiente.
Uno de los inconvenientes del decrecimiento económico en el mundo es que trae menos ingresos a los países donde se aplica. Es por eso que expertos aconsejan a los gobiernos asegurarse de tener una nueva fuente de ingresos antes de acabar con los dineros por la venta de hidrocarburos.
En Colombia, el afán de Petro por aplicar reformas sociales deficitarias y por decrecer la industria de los combustibles fósiles sin conseguir antes nuevos ingresos para el país, afectará el financiamiento de la propia transición energética y de su propuesta de ayuda social.
Una realidad sin capitalismo o comunismo contaminantes solo se hubiera podido lograr frenando la evolución de la humanidad. En últimas el verdadero motor de estas emisiones de CO2 es la evolución que por desgracia vino acompañada del desmesurado uso de combustible fósil.
Ya en su tiempo, la Inquisición intentó frenar la evolución con la hoguera y no lo logró. Ahora, los antiliberales quieren reavivar esa hoguera medieval solo para hacer arder al capitalismo e instaurar sus regímenes de hambre.
Entre ellos está el guerrillero Pablo Beltran, jefe del ELN, quien en una entrevista reciente aseguró que el cambio climático es otra razón por la cual él lucha contra el libre mercado.
Es así como el calentamiento global se convirtió también en un supuesto argumento para los guerrilleros comunistas como Beltrán que se habían quedado sin críticas de peso contra la democracia y el capitalismo en Colombia.
Beltrán afirma que aún no hay democracia en el país, pero esto no tiene sentido toda vez que un burócrata de la ultraizquierda antiliberal y ex guerrillero del M19 fue elegido democráticamente presidente de Colombia.
Además, su deseo de tomarse el poder a sangre y fuego para lograr justicia social también resulta incoherente pues está comprobado que los pobres tienen menos capacidad de compra en los países gobernados por el socialismo extremo que en las naciones con libre mercado de la región.
No es la primera vez que el gobierno de Colombia comete errores en nombre del medio ambiente. El aumento en los cultivos de mata de coca permitió mayores ganancias para los narcotraficantes quienes se rearmaron y aumentaron su capacidad de intimidación a la sociedad colombiana justo cuando habían sido diezmados por el gobierno de Álvaro Uribe. Se han fortalecido tanto que hoy parecen dueños de toda el área rural, y son una amenaza latente en las grandes ciudades del país.
La mejor manera de evitar esto habría sido manteniendo al narcotráfico a raya por medio de las fumigaciones con glifosato. El expresidente Juan Manuel Santos y quien era su ministro de Salud, Alejandro Gaviria, hicieron todo lo necesario para prohibir este herbicida en la mata de coca, ganándo el apoyo de los ambientalistas y los narcos del país. Este respaldo fue necesario para que Santos concretara su acuerdo de “paz” con las FARC, quienes sin embargo nunca han parado de matar en Colombia.
Ahora que sabemos que la mafia asesina sistemáticamente a quienes intentan hacer que los agricultores cambien sus cultivos de coca, resulta imperativo establecer las correcciones que se le deben hacer a esta estrategia en la lucha contra la cocaína pues es evidente que el narcotráfico mata más que el glifosato.
Es tan absurdo lo que está pasando en torno al medio ambiente que hasta un personaje tan oscuro como Beltrán también posa en medios de comunicación como ecologista aunque comanda uno de los grupos que más destruye al medio ambiente en Colombia.
Entre otras cosas las guerrillas comunistas en Colombia vuelan constantemente oleoductos, vierten combustible en los ríos, deforestan parques naturales y liberan terribles químicos cuando adelantan minería ilegal.
El daño ambiental no solo lo ha ocasionado el capitalismo como dice Petro. También son culpables los dictadores y guerrilleros comunistas con quienes él comparte ideología y a quienes encubre.
Justo en estos días, Petro se reunió con Xi Jinping, presidente de China y secretario general del Partido Comunista, y no fue el Petro locuaz que suele culpar en sus caras a los industriales por el cambio climático. El presidente llegó a China como un súbdito y no dijo una palabra sobre el medio ambiente que pudiera incomodar al primer emisor de CO2 del mundo.
La narrativa sobre un capitalismo único culpable del calentamiento global que esparcen Petro y otros antiliberales repercute con fuerza entre los ambientalistas que van a los museos de Europa a intentar estropear obras de arte y obligan a los países democráticos de Occidente a decrecer económicamente. Así pasó cuando la Unión Europea perdió su autosuficiencia energética y tuvo que comprarle gas al déspota asesino, Vladimir Putin.
Por desgracia, el esfuerzo de estos ambientalistas no es suficiente pues no encaran a los dictadores de Rusia y China, quienes dirigen dos de los cinco países que más emiten CO2 en el mundo.
Con suerte así como la Inquisición no frenó a la evolución de la humanidad, esta nueva Inquisición antiliberal también pasará a la historia.