Por: Juan Daniel Giraldo M.
Si hay algo que me ha asombrado en estos días, en especial por la delgada línea que se cruza en materia ética, fue lo sucedido en los últimos días con respecto a las revelaciones de los medios periodísticos respecto a las intercepciones ilegales a las que fueron sometidas unas personas. Hecho que fue conocido y ampliamente publicitado en estos días.
Que sea esta la oportunidad entonces para reflexionar y además, que nos sirva a todos aquellos que hemos sido victimas, ya sea abiertamente denunciado o no, quizás por miedo, por prudencia, o simplemente por el enorme respeto que profesamos a la democracia, al democracia y al país, callamos en medio de la zozobra y la injusticia.
Comencemos por hacer esta reflexión: sorprende que, primero, quienes han sido victimas ahora desvíen la atención para minimizar la gravedad del asunto; y, segundo, la sorprendente poca ética y moral de quienes ahora posan como los más sorprendidos, extrañados y hasta ofendidos por este caso, y si, me refiero a todo aquel que ahora posa de opositor. Y lo digo abierta y francamente porque LAS CHUZADAS NO REVIVIERON EN ESTE GOBIERNO, SIMPLEMENTE NUNCA SE HAN IDO.
Duele decirlo, pero es una triste verdad. Una verdad que sé herirá susceptibilidades, pero que ha llegado el momento de decirlo. Recordemos solo uno de los tantos capítulos del gobierno pasado: el caso Tocarruncho. ¿Cuándo el Fiscal Barbosa actuó con la misma celeridad, contundencia e indignación frente a un caso que tiene las mismas connotaciones, formas de actuar y acciones? Recapitulemos la historia: el mayor Tocarruncho interceptó de manera ilegal a una serie de personas enemigas del gobierno Duque, bajo la dirección del muy cuestionado por manejar durante años la inteligencia del país de formas no muy santas, el entonces director de la DIJIN Gr Jorge Luis Vargas Valencia.
Apenas dicho escándalo salió a la luz pública, tanto desde palacio como desde el Búnker de la Fiscalía solo hicieron oídos sordos y desviaron la información. Razones habrá muchas y no me atreveré a decirlas, que sea la historia la que juzgue. Pero si debo decir que sorprendió en ese entonces la somnolencia judicial y operativa que mostró la
Fiscalía para esclarecer y hacer justicia en ese evento. Para mayores detalles es bueno recordar la investigación que el director de este portal, Gustavo Rugeles, hizo al respecto.
Lo anterior es solo lo denunciado y publicado ampliamente. Ahora lo no dicho. ¿Cuántos generales, coróneles y oficiales no afines al gobierno, cuántos personas no gratas (y aquí me incluyo), cuántos opositores, cuántas personas a lo largo de estos años, no solamente en el gobierno de Duque, en el de Santos, Uribe y demás fueron interceptados y perfilados? ¿Cuántas personas que solo por no ser afines o esbirros o complacientes de quien maneja los aparatos de inteligencia estatal fueron hackeados en sus celulares, Interceptados en sus líneas telefónicas, seguidos en sus actividades diarias solo con el fin de poder obtener información con la cual ponerlas en la palestra pública o simplemente acabar sus carreras por ser amenazas a los deseos y aspiraciones de quienes en ese momento ostentan el poder?
Debería ser el momento para quien cuando llamaba a su madre (como me ocurrió en Cali en 2020) resultó supuestamente respondiendo la droguería Santana, o aquellos que sus cuentas de WhatsApp repentinamente aparecían con mensajes leídos, o aquellos que sintieron que era seguidos en motos y carros sin razón, o quienes fueron esculcados sin consentimiento en las bases de datos de la DIAN y la UIAF, es el momento a que hagan públicas sus denuncias y de una vez y por todas se corrija estas acciones insensatas.
Es el momento en que más allá del escándalo momentáneo, de poder hacer una reflexión profunda, una reflexión que nos permita delimitar las líneas éticas de la inteligencia, esas líneas que razonan entre la seguridad nacional, y el abuso de las mismas con el fin de poder manejar los hilos del poder al antojo del gobernante de turno. La inteligencia y la contrainteligencia son asuntos de seguridad nacional, no caprichos de unos pocos.