¡Javeriana expulsa a residente de Psiquiatría tras años de acoso, estigmatización y censura por foto artística!

Por: El Expediente
Bogotá, 13 de noviembre de 2025.

Sara María Medina Palomino, médica residente en Psiquiatría General de la Pontificia Universidad Javeriana desde 2021, fue expulsada del programa en un acto que ella califica como desproporcionado y revictimizante.

En una carta dirigida al ministro de Educación, José Daniel Rojas Medellín, y a la Asociación Nacional de Internos y Residentes (ANIR), la joven denuncia una cadena sistemática de violencia institucional, discriminación de género, acoso, estigmatización psiquiátrica y represalias académicas que la llevaron al colapso emocional, la hospitalización y, finalmente, la salida forzada del posgrado.Todo comenzó en los primeros meses de 2021.

Apenas ingresada, un rumor falso y sexualizante se extendió entre compañeros y docentes: que asistía a clases virtuales “en baby doll”. El comentario, atribuido al fallecido Dr. Juan González-Pacheco, fue repetido en tono burlesco y nunca desmentido ni investigado por la Facultad. Residentes mayores la etiquetaban con términos clínicos peyorativos como “incontinencia afectiva”, mientras profesores callaban o participaban en burlas públicas sobre su vida personal —un accidente de tránsito, una ruptura sentimental— durante salidas sociales. Solo una compañera, la Dra. Ana María Herrera, se disculpó después.

El acoso escaló con insinuaciones inapropiadas de dos docentes: el Dr. Andrés Parra, en prácticas en el Hospital La Victoria, y el Dr. Patrick Verhelst, en clases teóricas. Al no corresponder, el trato se volvió frío y distante. La jefa de residentes, Dra. Alejandra Lis González, llegó a decir abiertamente que “los docentes debían hacer algo para sacarla” y que Sara “no la dejaba ser jefa tranquila”.

En medio de síntomas depresivos graves, Sara presentó incapacidades médicas formales durante su rotación en el Hospital La Victoria. Todas justificadas, documentadas y respaldadas por diagnóstico de episodio depresivo mayor.

Aun así, fue reprobada por “bajo rendimiento” sin considerar su estado de salud. El informe del hospital, enviado a la Javeriana, fue usado después como arma académica, no como base para apoyo psicosocial.En septiembre de 2021, el coordinador del programa, Dr. Gabriel Oviedo, le recomendó ir a urgencias.

Fue hospitalizada dos semanas en la Clínica Campo Abierto. Al retirarse temporalmente, no recibió seguimiento institucional: ni un correo, ni una llamada, ni apoyo. Solo rumores sobre su diagnóstico, burlas a sus redes sociales y violación de su privacidad. Agradeció en su carta de retiro la empatía personal de Oviedo y de la Dra. Isabel Cuéllar, directora de posgrados, pero enfatizó: “Apoyo por parte de la Pontificia Universidad Javeriana, nunca recibí”.Durante su recuperación, Sara hizo un live en Instagram hablando de su dolor —sin mencionar nombres— y publicó una fotografía artística en blanco y negro, desnuda, con la frase “Tengo cicatrices que cuentan… tantas historias”.

No era contenido sexual; era expresión de sanación. Al regresar, fue citada por el decano Carlos Gómez, Cuéllar y Oviedo. Le reprocharon el live y la foto. Le advirtieron que “diera gracias” por no abrirle proceso disciplinario.

El decano tenía la imagen guardada en su celular, tomada de su cuenta personal, sin consentimiento. Su perfil de Instagram no tenía vínculo alguno con la universidad.La carta de Sara, acompañada de anexos —conversaciones con Verhelst, informe del Hospital La Victoria, capturas de mensajes—, detalla cómo la Javeriana falló en cada paso: no protegió, no investigó, no acompañó.

En cambio, estigmatizó, censuró y castigó. Su expulsión, dice, no fue por bajo rendimiento, sino por no doblegarse ante una cultura tóxica de poder, silencio y revictimización.Este no es un caso aislado. Es la radiografía de un programa de psiquiatría que, en lugar de formar con empatía, reproduce las peores dinámicas de control, discriminación y abuso.

La Javeriana, institución que se precia de valores humanistas, tiene ahora ante el Ministerio de Educación y ANIR una denuncia formal que exige investigación, reparación y cambio estructural.Sara Medina no pide volver. Pide justicia. Y que ninguna otra residente tenga que desnudar su alma —literal o figuradamente— para ser escuchada.

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