Por: Jair Peña Gómez
El presidente de la República, Gustavo Petro, ha utilizado el término “golpe blando” para alertar sobre lo que él considera una persecución política en contrasuya. Lo ha utilizado para atacar a los medios que critican su gestión y cuestionan sus métodos para llegar al poder. También lo ha empleado para referirse a los partidos y líderes políticos que se oponen a sus reformas —como es válido en cualquier país que se jacte de ser democrático—, acusándolos de impedir la posesión de algunos congresistas del Pacto Histórico a través de órdenes administrativas, “cambiando de facto —según sus palabras— la representación política en el Congreso que el pueblo eligió”.
No obstante, un “golpe de Estado blando”, de acuerdo con el politólogo y padre del término, Gene Sharp, es un conjunto de métodos no violentos que pueden ser utilizados por grupos civiles para derrocar gobiernos autoritarios. Inspirado en gran medida en la resistencia de Mahatma Gandhi contra el dominio británico en la India, Sharp llamó a esa estrategia «acción no violenta para el cambio político» o «revolución sin derramamiento de sangre».
Aquí surgen varias preguntas: ¿Conoce Petro el origen y significado del “golpe blando”? Y si lo conoce, ¿por qué lo emplea para describir la oposición democrática y el libre ejercicio periodístico en Colombia? ¿Acaso se reconoce a sí mismo como un gobernante autoritario?
Lo cierto es que al mandatario le incomoda y desestabiliza que el Congreso delibere y no apruebe a “pupitrazo” sus reformas políticas. Petro no acepta y se resiste a la existencia de un poder distinto al Ejecutivo. El presidente ha encarnado muy bien la expresión de Luis XIV ‘L’État, c’est moi’ (el Estado soy yo) y la frase gaitanista “yo no soy un hombre, soy un pueblo”. Vivo ejemplo de ello fue su reacción al ver cómo la reforma a la salud fue archivada por mayoría absoluta en la Comisión Séptima del Senado.
A los pocos días comenzó la intervención de las EPS más importantes (por número de afiliados y calidad de servicio), afirmando que “creyeron que podían burlarse del Gobierno, de la sociedad, con tener unos congresistas amigos”.
Capítulo aparte merece su ataque frontal contra la prensa libre, a la cual ha acusado en múltiples ocasiones de estar amangualada con el paramilitarismo, el narcotráfico, el poder político y los grandes capitales para “desatar un genocidio sobre el pueblo”.
Pero no lo ha hecho solo, también ha sabido mover sus peones en su inconmensurable afán por acorralar y censurar periodistas; el más reciente escándalo fue el del ministro del Interior, Luis Fernando Velasco, quien compartió en su cuenta de X un fotomontaje, en el que aparece la directora de Revista SEMANA, Vicky Dávila, vestida de paramilitar. Esto motivo que la reputada periodista le contestara con un video titulado “Solo me arrodillo ante Dios”.
Y es que en el “gobierno del cambio”, estimado lector, usted puede ser guerrillero, extorsionista, ‘narco’, ‘tirapiedra’, vándalo, drogadicto, corrupto… todo eso pasará por alto. Eso sí, no se le ocurra indagar, no se le ocurra preguntar, no se le ocurra criticar ni levantar la voz en contra del rey, es decir, el presidente, porque enseguida será víctima de sicariato moral, será tildado de ‘paraco’, retardatario, troglodita, ultraderechista, inquisidor, fundamentalista, oligarca, ‘facho’, y lo peor de todo para un petrista: uribista.
Sin embargo, el frenesí del “cambio” no se detiene ahí, falta la cereza del pastel, la propuesta del mandatario de convocar una Asamblea Nacional Constituyente. Una ASN que no es “asamblea nacional” porque no busca reunir a todos los actores de la nación sino a un subgrupo (hoy por hoy marginal) afín a las ideas de izquierda —ojalá compuesto por exintegrantes del M19o simpatizantes —, y que no es constituyente, puesto que no se le quiere preguntar al constituyente primario que es el pueblo.
Se generan entonces nuevas preguntas: ¿Cuáles son las intenciones reales de Petro al promover una Asamblea Constituyente? ¿Busca acaso extender su mandato más allá de los límites constitucionales actuales y, además, abrir la puerta de la reelección?¿Planea el presidente crear una nueva constitución para restringir la libertad de expresión y proscribir del debate público a aquellos que se opongan a su ideario político?
La historia reciente de América Latina está plagada de ejemplos de líderes que han utilizado cambios constitucionales para extender su permanencia en el poder y debilitar las instituciones democráticas. Y es en este contexto en el cual la propuesta de Petro podría interpretarse como un intento de seguir esta misma trayectoria.
Dicho esto, una Asamblea Nacional Constituyente no tiene una finalidad diferente que cambiar —no modificar— la Constitución. Y una Asamblea Nacional Constituyente que no involucre a todos los actores políticos y sociales, que no convoque al pueblo en una consulta popular, amplia y transparente, es ilegítima, pues priva a un proyecto de tal envergadura del escrutinio público y democrático necesario para legitimarla. Y, adicionalmente, es ilegal en el marco de la constitución vigente (Carta Magna de 1991).
En definitiva, una Asamblea Nacional Constituyente promovida en estos términos ambiguos y oscuros, genera serias dudas sobre los verdaderos intereses del presidente y sus allegados. Es fundamental que los ciudadanos y las instituciones estén vigilantes ante estas maniobras, defendiendo los principios democráticos y republicanos que aseguran la pluralidad política, la libertad de expresión y la separación de poderes.
Todo indica que la narrativa del mandatario acerca del “golpe blando” sólo enmascara su ambición de propinar un golpe de Estado, “la interrupción ilegal y repentina del proceso de sucesión del ejecutivo en un sistema político” (Arend Lijphart). Sí, el presidente puede propinar un golpe de Estado, dado que no es el único que representa la voluntad popular y el poder público, también están los senadores, representantes, magistrados, etcétera.
Así pues, las acciones de Petro, desde su resistencia a aceptar la independencia del Congreso hasta sus ataques a la prensa y su propuesta de una Constituyente excluyente, revelan una clara intención de concentrar el poder y prolongar su mandato.
¿Golpe de Estado? Sí, el que quiere propinar Petro.