Por: José Félix Lafaurie Rivera
@jflafaurie
Entre confundido y aterrado, el mundo enfrenta un enemigo no muy letal pero sin fronteras, y aunque morirán menos que en anteriores epidemias, el ambiente es de zozobra, atizada en el país por la izquierda y otros sectores, a contrapelo del equilibrio presidencial, compartiendo sus decisiones con los ciudadanos, con serenidad, sin altisonancia y asesorado por expertos.
La alcaldesa de Bogotá, por su parte, le echa leña a esa candela con sus advertencias de prorrogar el aislamiento y “apagar la economía”. López, que comparte con la izquierda esa miope posición de identificar “economía”, con “oligarcas” protegidos del Gobierno, introduce el falso dilema entre “salud o economía”, generando una discusión pública con mucho de populismo y poco de ética.
No. Todo lo que hacemos es “económico”: comer, vestirse, divertirse. No creo en videos sensibleros de volver a “la vida sencilla”, cuando somos 7.000 millones. Podemos comer un año en casa, pero los meseros y cocineros pasarán hambre; vivir un año con dos mudas, como muchos colombianos pobres a quienes, paradójicamente, les negaríamos la oportunidad de trabajar en una tienda de ropa. Podemos dejar de divertirnos, pero los que nos divertían pasarán hambre.
No se trata de un dilema ético entre la salud de muchos y la riqueza de unos pocos, con un perverso factor de juzgamiento contra el presidente, quien ha reiterado que no abrirá toda la economía el 14 de abril, pero si no sigue la “recomendación” de López, le endilgarán los muertos del coronavirus.
Si apaga la economía y enciende la imprenta de billetes, como algunos recomiendan para financiar subsidios directos, importantes pero insostenibles, habrá hiperinflación a lo “Venezuela”, con secuelas de desempleo y pobreza, y le endilgarán los muertos del hambre.
Este no es un problema de ricos; es de pequeñas y medianas empresas que mueven la economía, invisibles en la informalidad, aunque sus empleados hacen parte de las estadísticas, al lado de los informales de calle: la señora de las arepas, el del carro de perros, el del agache… Un problema social tan grave como la enfermedad, que exige una economía, a media marcha quizás…, pero funcionando.
Frente a las escalofriantes cifras de otros países, debemos reconocer que el país lo está haciendo bien. A un mes del primer contagio, contamos 1.000 infectados, una veintena de muertes, el sistema de salud se prepara con apoyo del gobierno y los privados; y lo más importante: lo seguimos haciendo bien, porque las pruebas masivas, que ya comienzan, permitirán aislar a los asintomáticos que, pareciendo sanos, son propagadores ambulantes.
No dudo que el presidente seguirá atendiendo con serenidad el consejo de los expertos, incluido el apoyo del gobierno de Corea del Sur, país agradecido con Colombia desde la guerra del siglo pasado. Ayer por ti, hoy por mí.