Por: Andrés Villota
Los que han tratado de explicar el comportamiento irracional e ineficiente del Mercado Bursátil, basan sus teorías en modelos que buscan correlacionar la percepción de riesgo que se tenga sobre la actividad y el entorno de diferentes empresas, con la asignación y formación de los precios de las acciones de esas empresas que, bajo unos supuestos de información perfecta sin asimetrías, motivará a los tomadores de decisiones de inversión para buscar la mayor rentabilidad posible con un nivel de riesgo bajo.
Riesgo de que cambien las condiciones y el entorno con los que se crearon las expectativas porque, cuando se compra una acción, se compra lo que pueda suceder en el futuro de la empresa. La información sobre el pasado y el presente sirve para tratar de inferir lo que va a pasar en el futuro. Se paga más cuando se tiene un menor riesgo de que cambie de manera negativa la situación en el futuro y se paga mucho menos cuando la incertidumbre es total sobre lo que pueda pasar en el futuro y existen altas probabilidades que ocurran cambios dramáticos en el entorno de la empresa que afecten de manera negativa su producción y la generación de ingresos y de utilidades futuras.
Las teorías expuestas por los Premio Nobel de Economía, Harry Markowitz, Eugene Fama, William Sharpe, Richard Thaler o el sicólogo David Kahneman, se han enfocado en convertir en ecuaciones o índices a esa correlación de información-percepción de riesgo-expectativas-asignación de precio, a la vez que han tratado de explicar la razón por la que esos modelos matemáticos no funcionan en el mercado real.
Algunos han culpado de la ineficiencia de los mercados a la irracionalidad de los seres humanos que, durante toda su existencia, le han asignado valores irracionales a los activos. La sal valía más que el oro para los aborígenes de la Colombia prehispánica. Un tulipán valía más que una casa en la mejor calle de Ámsterdam para los holandeses del Siglo XVII. Un Bitcoin vale más que 70 kilos de plata (Ag) para los cryptoadoratrices de la actualidad.
El petróleo no tenía ningún valor en el Imperio Romano porque, entre otras cosas, afloraba sin necesidad de utilizar sistemas sofisticados de extracción, igual a cómo le pasó a Jed Clampett cuando estaba cazando liebres. Desde siempre ha existido muchísimo petróleo. Tanto, que los países productores debieron crear el cártel de la OPEP para que, con el sistema de cuotas, hicieran subir el precio de manera artificial y, para justificar esa mala práctica comercial, se inventaron que el petróleo era fósil de dinosaurio derretido para convertirlo en un recurso escaso, “no renovable” porque de dónde iban a sacar más fósil de dinosaurio, si todos se habían extinguido hace un montón de años, supongo, muertos de hambre por haberse ido a vivir a los inhóspitos desiertos del Medio Oriente.
Vale tan poco el petróleo que, Venezuela, es considerado el país más miserable del mundo a pesar de tener las reservas más grandes de petróleo. Pagar, hoy, más de USD$70 por un barril de petróleo crudo es un ejemplo de la asimetría en la información que crea comportamientos irracionales en la formación, asignación y fijación de los precios de un activo.
Entregar al mercado, deliberadamente, información falsa o información que haga que el inversionista cometa errores o asuma comportamientos irracionales y crear pánico económico o manipular el precio de los activos financieros con base a rumores falsos o mentiras, son considerados delitos en la mayoría de regulaciones del mundo.
La información es el insumo principal para la toma de decisiones. La caída en la audiencia de los medios de comunicación tradicionales es una realidad en el mundo. Frente a ese fenómeno social, entonces, se ha vuelto una práctica común crear justificaciones sintéticas para los movimientos bruscos del mercado. Se desordena el proceso lógico de la toma de decisiones que consiste en recibir la información, generar la percepción de riesgo, crear las expectativas y finalmente asignar los precios.
El ciclo sintético, manipulado, falso, se inicia asignando el precio y se pasa después a la justificación, presentando la información que, supuestamente, creó ese movimiento irracional. Esa información resulta ser generada por una fuente sin prestigio, sin credibilidad y sin buena reputación.
Los especuladores que tenían una posición corta (vender caro para luego comprar barato), hicieron caer el precio de la acción de Tecnoglass en NASDAQ para obtener millonarias utilidades, justificando la caída del precio con un informe hecho por Hindenburg Research, un perfecto desconocido en Wall Street. Sin ese informe, sacado del sombrero, no podrían justificar ante la SEC que no estaban manipulando al mercado para su beneficio.
El proceso de toma de decisiones electorales es exactamente igual a la toma de decisiones de inversión. Con base a la información de las propuestas hechas por los candidatos, la gente evaluará el riesgo de implementar esas propuestas, generará unas expectativas y tomara su decisión de votar por X o Y candidato. Dicho de otra manera, la gente votará más por la propuesta que genere las expectativas que sus condiciones de vida van a ser mejores en el futuro, cuando llegue al poder el candidato que eligieron y ponga en marcha su programa de gobierno.
Ante la nula audiencia de los medios tradicionales, los colombianos toman sus decisiones con base a los sesgos cognitivos. Sus vivencias, la historia reciente, lo que ven todos los días en las calles como la inseguridad, la violencia, el salvajismo de los jóvenes fascistas de La Primera Línea financiado por la Colombia Humana o la condición de miseria en la que viven los venezolanos por culpa de un régimen igual al que Gustavo Petro ha prometido imponer en Colombia.
Las encuestas muestran de manera parcial, la percepción de riesgo que va a crear las expectativas necesarias para tomar la decisión final de, por quién votar. Esos resultados muestran que el colombiano promedio, al parecer, no logra relacionar su futuro con la decisión que tome en lo político. Es increíble, e inaudito, que los colombianos prefieran a un candidato que propone abolir las libertades individuales, limitar sus derechos fundamentales y que propone, además, quitarle sus trabajos, sus ingresos y sus pertenencias.
Se supone que los cambios en los resultados de las encuestas deben ser la lógica consecuencia de hechos o eventos relevantes. Las encuestas en Colombia cambian de manera dramática, desafiando los postulados de la racionalidad estadística sin que ocurra, previamente, algún hecho relevante y si ocurre, la tendencia cambia en contravía del sentido común.
Un ejemplo patético mostrado en una encuesta del Centro Nacional de Consultoría (CNC) fue la vertiginosa caída de los que no iban a votar por ninguno de los candidatos, que se había mantenido en niveles del 23% y cayó a niveles del 6,5%. Un hecho relevante fue la llegada de Alejandro Char al grupo de candidatos pero lo curioso es que solo el 4% de los que no iban a votar por ninguno, van a votar por el nuevo y el resto, más de la mitad, ahora van a votar por Gustavo Petro. Raro, no?. Así, de repente, sin que hubiera pasado algo relevante.
O si, sí pasó algo relevante en las elecciones de los Consejos de la Juventud, la Colombia Humana de Gustavo Petro solo obtuvo 22.000 votos de 12’282.273 posibles, es decir, solamente el 0,002% de la votación en una franja de la población que era la que iba a elegir de manera arrasadora a Gustavo Petro en el 2022 porque se habían inventado que los neandertales de La Primera Línea representaban a la juventud colombiana y, por eso, a todos los jóvenes les encantaba la ultraizquierda fascista de Gustavo Petro.
Los jesuitas me enseñaron que el diablo se presentaba, siempre, como lo que no era, por eso dudo de los resultados de las encuestas sin auditoria, ante la evidente incoherencia y contradicción entre los hechos y los movimientos de las tendencias. Me temo que estamos frente a un caso muy parecido al de Tecnoglass.