Por: Andrés Villota
L’Effroyable Imposture (El Terrible Engaño) es el título del libro escrito por Thierry Meyssan sobre la verdad de lo ocurrido el 9/11 (11 de septiembre del 2001). El libro, que fue publicado a los pocos meses de ocurridos los hechos, es una recopilación de pruebas documentales y testimoniales con las que se demuestra que es falsa la versión oficial difundida en complicidad con los medios de comunicación tradicionales.
El relato de Meyssan coincidió con la divulgación de las imágenes de las cámaras de seguridad del parqueadero del Pentágono que le permitió ver, a miles de millones de personas alrededor del mundo, el ataque con un misil al Pentágono, refutando a una docena de supuestos testigos que aseguraban haber visto caer un avión Boeing 757-223 de 50 metros de largo, del que no quedó ni una ere del escudo de Rolls-Royce de los motores.
Sin embargo, todos los medios de comunicación tradicionales, repetían la versión del avión, en contra de la evidencia vista por miles de millones de personas. Los periodistas inescrupulosos haciendo las veces de impulsadores y validadores de engaños, falsedades y mentiras.
En época más reciente, Foreign Policy Journal publicó un estudio realizado por el Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental de la Universidad de Alaska. La conclusión principal del estudio es que el fuego no causó el colapso del edificio WTC 7 y que se cayó por culpa de una “falla global que involucró la falla, casi simultánea, de cada columna del edificio”. O dicho de otra manera, el edificio WTC 7 lo volaron, lo tumbaron, kaput, se cayó porque le pusieron explosivos en la base de su estructura.
En un primer momento, la publicación del libro no fue prohibida, ni su contenido fue censurado por los dueños de la narrativa global porque mostraba al presidente George W. Bush como un ser malvado, traidor a su patria y un perfecto psicópata. Los dividendos políticos que le traería a sus eternos rivales, los militantes del partido Demócrata, eran inconmensurables, hasta que se dieron cuenta que, sí seguían escarbando, sería evidente que ellos también estaban metidos “en la vuelta”.
Empezaron, entonces, a tratar a Meyssan de mentiroso y de teórico de la conspiración, un concepto que tiende a señalar de trastornado mental y de mitómano a todo aquel que tenga la osadía de decir la verdad. Verdad incómoda para una minoría que sabe cómo manipular a las masas para poder dominarlas con su falso relato.
Joe Biden, para evitar que se les vuelva a pasar la publicación de otro libro como el de Meyssan y para seguir aumentando la inflación gracias al gasto público desbordado, creó la Disinformation Governance Board (Junta de Gobernanza de la Desinformación). Esa junta, será presidida por la fundamentalista progresista, Nina Jankowicz, que tiene un “PhD” en ocultar la verdad, adquirido durante el gobierno de Barack Obama como ‘becaria de desinformación’ en el Wilson Center y asesora del Ministerio de Asuntos Exteriores de Ucrania.
Esta nueva creación burocrática va a perseguir lo que la opinión personal de algún funcionario publico fanático, como Jankowicz, considere que es «información errónea y desinformación» con el fin de combatir lo que el Secretario de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Alejandro Mayorkas, describió como una «amenaza no solo para la seguridad electoral sino también para la seguridad de nuestra patria».
La “seguridad electoral”, a la que se refiere Mayorkas, es la replica de lo ocurrido en las elecciones presidenciales del 2020, una forma de manipular la información para afectar el resultado de las elecciones parlamentarias de noviembre del 2022 que, a todas luces, en franca lid, va a ser una derrota aplastante para el partido de gobierno que significa la pérdida de las mayorías en las dos Cámaras. Y la “seguridad de nuestra patria” es toda la información sobre la verdad de lo que ha estado pasando en Ucrania desde el año 2014 y la verdadera razón de la crisis en ese país.
Barack Obama, el titiritero de Joe Biden, afirmó sin asomo de pudor que la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos (Libertad de Expresión) no puede ser aplicada a Facebook y YouTube por lo que, según Obama, pueden decir que maten a todos los rusos pero que, eso sí, censuren a todos los que tengan la osadía de decir la verdad sobre lo ocurrido durante su gobierno, como el Golpe de Estado en Ucrania en el año 2014 y la vorágine de “negocios” que desarrollo su administración, especialmente su vicepresidente y su familia (la de su vicepresidente) en ese país, incluidos laboratorios biológicos y otras instalaciones dedicadas a actividades non santas.
Es tan evidente el afán de Joe Biden por ocultar la verdad sobre el fraude electoral del 2020 que lo llevó a la Casa Blanca, la verdad sobre el COVID19 que fue la piedra angular para consumar el fraude y la verdad sobre los negocios personales y de su familia en Ucrania que nombró a Karine Jean-Pierre como portavoz de la Casa Blanca. Jean-Pierre, reúne todos los requisitos que exige el progresismo para que sea considerada como un ser superior, intocable: Mujer, negra, LGBTQ+, trabajó con Barack Obama y es la pareja de una periodista de CNN.
Tratan de blindar a la nueva cara de la información oficial para que nadie pueda cuestionar la veracidad de lo que diga y no sea objeto de preguntas incomodas como lo fue su antecesora, Jen Psaki, previendo la revelación de la verdad sobre todo lo relacionado con Joe Biden, su familia y su partido, el Partido Demócrata.
La censura de la que han sido objeto los medios de comunicación rusos, en el mundo, no es una coincidencia, hace parte de un plan, evidente, para ocultar la verdad de lo que ocurre en Ucrania. El bloqueo a las fuentes de información rusa y que solo permitan que el mundo se informe con base a lo que dicen los medios de comunicación oficiales de Ucrania ha creado un desbalance informativo y un marcado sesgo anti ruso.
Ha sido tan evidente y tan patética la manipulación de la información que han llegado a casos tan aberrantes como la utilización de imágenes de video juegos para documentar supuestos ataques a la población civil, a la vez que han mostrado a los militares rusos como a unos perfectos ineptos que no han dado de baja a un solo soldado ucraniano o destruido alguna instalación militar porque solo han sido capaces, supuestamente, de destruir jardines infantiles, hospitales, hogares geriátricos, asilos de enfermos terminales, orfanatos, campamentos de Boy Scouts, manicomios, iglesias, conventos, refugios de mascotas, clínicas veterinarias y colegios de niños que han seguido funcionando a pesar de la guerra.
La publicación de un video que muestra un ataque ficticio a la ciudad de París, hecho por la división de propaganda institucional ucraniana para mostrar, según ellos, el efecto devastador de una guerra, en realidad, sirvió para decirle al mundo que, con la tecnología actual, se puede recrear una guerra con imágenes hechas en un computador, como las imágenes de un misil ruso defectuoso, incrustado en un horno microondas, que no estalló para fortuna de los ancianos ucranianos que, supuestamente, vivían en ese lugar.
El Parlamento de Italia, no recibió al actor-cuentachistes-presidente, Volodimir Zelenski, porque no se tragó el cuento de los videos y pidió una investigación formal sobre los hechos, a la vez que bloqueó el envío del arsenal que pretendían darle a un ejército multinacional de mercenarios que no sabe cómo usarlo y que no saben (los italianos) en manos de quién va a quedar.
Thierry Meyssan tampoco le cree a la narrativa ucraniana. La Red Voltaire, fundada por Meyssan, está publicando la verdad de lo que ocurre en Ucrania que dista mucho de lo publicado por los grandes medios de comunicación del mundo.
Meyssan no es el único. En Colombia, por ejemplo, periodistas valientes como Stephanie Bates, no creen en la narrativa tradicional y se dedican a buscar la verdad, recopilando pruebas en el lugar de los hechos con las que logran demostrar que lo divulgado en los medios tradicionales es falso. A Bates no le importa qué tanto pueda incomodar a esa elite minúscula que basa su enorme poder en la ignorancia y en la falta de criterio de una sociedad que solo tiene acceso a una narrativa mentirosa, sin la posibilidad de ver la información real por culpa de la censura y del ocultamiento de la verdad. Una sociedad engañada, sistemáticamente, por el Terrible Engaño.