Por: Andrés Villota Gómez
El concepto de Riesgo Moral se puso de moda durante la Crisis Financiera del año 2008. Técnicamente se definió como una asimetría en la información, cuando se crearon activos financieros que, unos pocos sabían de antemano, tenían altas probabilidades de impago y aún así fueron ampliamente comercializados con base a información inexacta o mentirosa. Los mismos creadores, sabiendo lo que iba a ocurrir, estructuraron operaciones para obtener ganancias inconmensurables cuando pasara lo que, solo ellos, sabían que iba a suceder.
Mi definición es menos técnica. Para mí, el Riesgo Moral, es el riesgo que se materializa cuando alguien realiza un acto que sabe de antemano es ilegal, ilegítimo, espurio, inexacto, oscuro, turbio o falso pero que, y aún a sabiendas de eso, lo hace sin ningún pudor o consideración moral porque tiene la certeza que sobre sus actos existirá una jugosa recompensa material o un daño reputacional irreparable para todos aquellos que piensen diferente a los que lo contratan o que sean sus contradictores políticos. A la par que no existirá para su autor, ningún tipo de consecuencia negativa, retaliación, multa, castigo, pena o condena social.
Colombia vive hoy la más grande epidemia de Riesgo Moral en toda la historia del periodismo nacional. Lo que ha fomentado la perdida de objetividad, el marcado sesgo ideológico y el aumento de los montajes, noticias falsas y bulos. Eso trajo como lógica consecuencia, la falta absoluta de credibilidad en los medios que, terminó con su audiencia.
Los grandes anunciantes dejaron de buscar a los medios de comunicación ante la caída en la audiencia, como consecuencia del abandono de la objetividad y credibilidad de parte de los comunicadores sociales y de muchos profesionales en otros campos, victimas del desempleo, que se convirtieron en impulsadores de sus gustos y preferencias personales, en la mayoría de los casos, con posiciones radicales frente a los hechos que terminaron por desvirtuar la función de los medios de comunicación de informar de manera veraz y objetiva. Un ejemplo que ilustra perfecto la importancia de la idoneidad en el ejercicio de cualquier profesión. Los comunicadores sociales profesionales y experimentados, fueron sacados de las Salas de Redacción y de las Mesas de Trabajo de las emisoras de radio, para darle paso a mano de obra barata por su falta de experiencia y conocimiento en la difícil labor de informar.
La situación financiera de los medios de comunicación es tan crítica que, la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), calló contra la Pauta Escondida (que es la utilización de los recursos públicos del Estado, para destinarlos a la contratación de espacios de publicidad en los medios de comunicación privados para presionar, controlar y condicionar la información que emiten los periodistas) que se dio en Colombia, durante todo el gobierno anterior.
En estos días aciagos de la pandemia, ha reaparecido el fantasma de la Pauta Escondida a nivel de las administraciones locales y departamentales. Para tratar de lavar la imagen de Alcaldes y Gobernadores, frente al desastroso manejo que le han dado a la crisis sanitaria en sus ciudades y departamentos. Temen que eso juegue en contra de sus futuras aspiraciones políticas.
El Riesgo Moral en el periodismo, parece que no va a desaparecer. A la Patente de Corso de la “Libertad de Expresión” y de la “Libertad de Prensa” que habilita a cualquiera para decir cualquier majadería, mentira o bulo, se suma la llegada de los magnates a los medios de comunicación, ya no en calidad de socios sino en calidad de mecenas. Lo que asegura a los periódicos, emisoras de radio y noticieros de televisión que no van a tener que ser eficientes ni van a tener la necesidad de mantener a una audiencia cautiva a través de las buenas prácticas, la objetividad, la veracidad o la idoneidad de sus empleados.
Los empleados de los medios de comunicación saben que van a sobrevivir con los excedentes que generan otras empresas del grupo económico al que pertenecen. Sin embargo en esta coyuntura de crisis se podría convertir en una preocupación, mantener activos improductivos como un periódico, una emisora o un canal de televisión que nadie ve. De hecho, recientes despidos de columnistas y de locutores podría demostrar que, esa ya, volvió a ser una preocupación para los administradores de las Holdings. Lo que está pasando con el Grupo Valorem y El Espectador, es un buen ejemplo de lo que digo. Situación que, eventualmente, se puede extender al poco rentable Canal Caracol de propiedad del mismo grupo económico.
La baja audiencia quedó demostrada cuando se tomaron las medidas de aislamiento preventivo, y aunque el Gobierno le dio alta divulgación a través de los medios masivos de comunicación, las personas siguieron en las calles sin conocer las medidas. El uso de medios auxiliares como el perifoneo, sí tuvo la eficacia que no logró el uso de los medios masivos.
Lo anterior se puede corroborar con las mediciones del rating de los noticieros de radio o de televisión en los que la audiencia no supera el 1,5% del total de la población de Colombia. Los colombianos prefieren oír música y no noticias. Y prefieren ver telenovelas o un reality y no noticieros. El gasto público en pauta publicitaria en medios de comunicación privados es ineficiente y en época de austeridad por la crisis, hacerlo, puede ser catalogado como una malversación de fondos.
La solución está en los mismos medios que, pueden recuperar su audiencia volviendo a informar de manera objetiva, en lugar de opinar de manera amañada. La línea editorial de los medios ha existido siempre, pero hasta hace unos años, se limitaba a las páginas editoriales. Hoy los hechos no se divulgan, se informan de manera parcial, o se informan con un marcado sesgo ideológico, haciendo primar la línea editorial sobre la función de informar.
La empatía ética de los grandes anunciantes con los medios que patrocinan, se debe recuperar. Una gran marca no puede aparecer patrocinando un montaje o fomentando las posiciones políticas de algún pasante de alguna “carrera coctelera”. El periodismo colombiano debe recuperar su majestad y grandeza. El primer paso para lograrlo, es acabar con el Riesgo Moral.