Andrés Villota
El embajador, Andelfo García, en alguna clase que me dictó, dijo que si alguno de sus alumnos, optaba por el servicio público, debía realizar su labor como si fuera el único y el último cargo que iba a ocupar.
Eso aseguraba, según él, una gestión admirable y una dedicación plena a la labor encomendada, sin la distracción propia del que está pensando en usar el cargo para escalar dentro del aparato burocrático.
Lástima que Gustavo Petro no tuvo clase con el profesor García porque la actividad pública y la gestión política de Petro, ha sido una larga sucesión de arribismo institucional, en el que su actividad se limita a un permanente activismo trepador.
Su ambición desmedida de poder, fama y fortuna le hace circunscribir su gestión al cumplimiento de sus metas personales de ascenso social y superación patrimonial, dejando por fuera la ejecución de los deberes propios del cargo que ocupa. El Poder Ejecutivo, ejecuta. Gustavo Petro y sus ministros, no ejecutan. No ejecutan el presupuesto asignado, no les importa hacerlo, su objetivo es otro muy diferente.
La líder ultra feminista, Florence Thomas, aseguró que Gustavo Petro, era mejor siendo congresista. Se arrepiente de haber votado por Petro porque no hace nada cómo presidente, pero, si miramos su gestión en el congreso colombiano, su obra cumbre, fue aniquilar a Samuel Moreno Rojas, el único escollo comunista que tenía para poder llegar a la presidencia de Colombia. A eso se limitó su gestión como congresista comunista.
Desde que era un niño que fabricaba aparatos explosivos en el colegio, su mayor aspiración era convertirse en un terrorista asesino. En la actualidad, por ejemplo, su pretensión mayor, antes que ejercer las funciones propias del presidente de Colombia, es la de convertirse en un líder global e ingresar al selecto grupo de los Amos del Universo, la gran logia de la que hacen parte sus grandes amigotes que lo llevaron al poder.
Su enorme habilidad para evitar la acción de la justicia en su contra, en contra de su familia y en contra de todos sus secuaces, salirse con la suya, siempre, y estar muy por encima de las leyes y de la Constitución, le ha granjeado la aceptación y el ingreso, por la puerta grande, a ese exclusivo club de sociópatas y megalómanos.
Los colombianos son la última prioridad que tiene Gustavo Petro en su apretada agenda global. Su único objetivo es servirles a los intereses de los que lo pusieron en la Casa de Nariño que, obvio, cómo lo demostró la multitudinaria manifestación en su contra del 21 de abril del 2024, no fueron los colombianos.
Laura Sarabia, Cielo Rusinque y María Fernanda Carrascal, alías “Mafe”, el grupo de las Chicas Superpoderosas, son las encargadas de las funciones presidenciales que, Gustavo Petro, abandonó para dedicarse a forjar su camino cómo líder mundial del futuro.
No en vano, adoptó narrativas globalistas como la del cambio climático, la descarbonización de la economía, el decrecimiento económico, el antisemitismo, la migración ilegal, el empoderamiento de las minorías supremacistas y la diplomacia traqueta, como lo dejó claro en la pasada reunión del CELAC, hecha por Zoom.
El interés manifiesto de Gustavo Petro, antes que cumplir con sus funciones presidenciales, es el de congraciarse con sus amigotes y ser aceptado. No le tiembla la mano para darle el dinero de los colombianos a Nicolás Maduro disfrazado de compra de gas, o para darle negocios a las empresas de los españoles amigos de Pedro Sánchez que, por algo Petro lanzó su campaña presidencial en Madrid.
Tan no le interesa ser el presidente de Colombia que, a pesar de la contundencia de las evidencias que supone ser el presidente más votado de la historia de Colombia, pero, a la vez, ser el presidente más repudiado y odiado de toda la historia colombiana, insiste en seguir convocando a marchas de sus simpatizantes para que los vuelvan a contar y a los colombianos, no les cuadren las cuentas.
No es necesario ser científico de cohetes para saber que Gustavo Petro se robó el resultado de las dos elecciones del año 2022. La ausencia de los once millones de colombianos que votaron por él, apoyándolo en las calles, y la aparición de miles de millones de pesos en donaciones que no fueron registradas en los libros de contabilidad de la campaña presidencial para evitar la trazabilidad del destino real del dinero, son dos pruebas irrefutables del fraude.
El fundamentalismo mostrado por el militante promedio comunista, hace imposible que diez millones y medio de colombianos se “arrepientan” de haber votado por él. Todo lo contrario, si revisan con atención, los Petristas más recalcitrantes de las redes sociales, ninguno, se ha arrepentido de haber votado por él.
Ergo, en el resultado presentado por la empresa española INDRA, certificado por Alexander Vega, aparece una enorme inconsistencia, haciendo evidente que los once millones de votantes solo existieron en los servidores de la Registraduría Nacional del Estado Civil.
Alexander Vega fue condecorado en el congreso colombiano por los servicios prestados. La misma suerte corrió Carlos Ariel Sánchez, después de la elección presidencial del año 2014. Al que nunca condecoraron, fue a Juan Carlos Galindo, dicen, porque “no colaboró”.
El papá y el tío de Alexander Vega, han estado involucrados en delitos electorales y, el mismo Alexander Vega, ha sido señalado por diferentes aspirantes a corporaciones públicas, de haberlos abordado para pedirles cifras de dinero astronómicas a cambio de hacerles aparecer los votos necesarios para obtener la curul a la que aspiraban pero que, en franca lid, no alcanzaban a obtener.
Muchos siguen convencidos que millones de colombianos votan por alguien porque se lo dice una artista semianalfabeta o drogadicta en X (Twitter) o le regalan un tamal o unas tejas para su casa o les dan dinero en efectivo, cuando es mucho más fácil y expedito, pagarle al que publica los resultados electorales.
Alejandra Barrios, directora ejecutiva de la Misión de Observación Electoral (MOE), oenegé financiada por los Soros, fue la encargada de hacer aparecer un millón de votos en favor de los candidatos del Pacto Histórico, movimiento político liderado por Gustavo Petro que, ella misma encontró, sin quedar claro cómo una simple oenegera, tiene acceso a los servidores y a las urnas, y su labor es la de encontrar votos perdidos, solamente, de la extrema izquierda colombiana.
Gustavo Petro, seguirá evadiendo culpas y responsabilidades, mientras sigue siendo un trepador profesional. Sus amigos en la Comisión de Acusaciones del Congreso colombiano, no lo van a llevar a juicio político por haber violado el artículo 109 de la Constitución nacional y mucho menos va a ser juzgado por traición a la patria.
Los viajes a Venezuela seguirán. También viajará a Europa, México, Estados Unidos y a todas partes a dónde sea necesaria su presencia para fortalecer su campaña de líder mundial y ser elegido como el nuevo Secretario General de la ONU. Petro actúa como si estuviera en el proceso de cumplir con los rituales de iniciación, exigidos para poder ingresar a los altos grados de una de esas logias malignas. Colombia nunca le ha importado, solo ha sido usada cómo su trampolín para ascender y para poder trepar y saciar todas sus aspiraciones. Todas.