Por: Julio César Leal Duque
No puedo dejar de pensar en lo sucedido en los últimos días, realmente me ha conmovido hasta las lágrimas pensar en el acto más generoso visto en la historia reciente de Colombia y del mundo. El presidente Duque regulariza millones de venezolanos. Es un acto que va acorde con la encíclica del Santo Padre Francisco “Fratelli Tutti”. Y no es un asunto menor, estamos en una situación de déficit fiscal tremendo, ni los países más ricos del mundo han hecho algo así en la historia reciente, esta pandemia nos ha dejado con casi 58.000 compatriotas fallecidos, millones de compatriotas desempleados, tenemos serios problemas de hambre que solamente con los subsidios se pueden solucionar en algo (y no pueden ser permanentes), mientras pasa esta catástrofe natural. Aun así muchos países expulsan a los venezolanos e incluso los dejan morir en alta-mar. Hay que tener un corazón muy grande y un cerebro muy bien puesto para hacer lo que ha hecho el presidente Duque.
Dice el Papa en la encíclica: “…Sin dignidad humana en las fronteras
37. Tanto desde algunos regímenes políticos populistas como desde planteamientos económicos liberales, se sostiene que hay que evitar a toda costa la llegada de personas migrantes. Al mismo tiempo se argumenta que conviene limitar la ayuda a los países pobres, de modo que toquen fondo y decidan tomar medidas de austeridad. No se advierte que, detrás de estas afirmaciones abstractas difíciles de sostener, hay muchas vidas que se desgarran. Muchos escapan de la guerra, de persecuciones, de catástrofes naturales. Otros, con todo derecho, «buscan oportunidades para ellos y para sus familias. Sueñan con un futuro mejor y desean crear las condiciones para que se haga realidad»[36]….”.
No puedo negar que considero la reforma tributaria una afrenta, un exabrupto, mientras el gobierno no baje la burocracia que supera el 16% del PIB. Es un acto de grandeza también del presidente Uribe cuando ha manifestado que se debe bajar la burocracia mientras otros políticos se quedan calladitos. Y uno piensa mucho en los 90 billones que dijo el fiscal general que están en riesgo anualmente por la corrupción. Pero con el acto del presidente Duque uno se abstrae de todo eso y piensa un poco más allá.
La verdad, es conmovedor ver el acto de generosidad de este gobierno con estos vecinos que vemos todos los días en los semáforos, caminando por las carreteras del continente, en los comercios, en tantas profesiones tratando sé salir adelante. Es el momento de ofrecerles lo mejor aún en medio de este problema, y tender una mano solo nos hace más grandes como humanos.
Ese si sería un premio Nobel de paz que no nos avergüence todos los días con los resultados de coca, de millones de dólares perdidos en viáticos, honorarios, contratos, con los impuestos del sacrificio de todos los colombianos a los que nos siguen subiendo la tasa de tributación total por encima del 71%, y sobre todo con la humillación a tantas víctimas del terrorismo. Ese premio Nobel al presidente Duque nos devolvería la dignidad perdida, nos sacaría de la vergüenza internacional y nos haría olvidar las burlas de un expresidente y del inventor del término mermelada, que volvieron paisaje como si eso no fuese un delito.
Bien merecido tiene el presidente Duque ese premio Nobel de Paz como ejemplo para el mundo y como orgullo para nuestra patria.