Por: Harold Alvarado Tenorio
El opulento Daniel Samper Ospina, cómico de la revista Semana, es hijo del multimillonario humorista Daniel Samper Pizano, autor de fardos como A mí que me esculquen, Llévate esos payasos, Esto no es vida, No es porque sea mi hijo, Lecciones de histeria, Aspectos psicológicos del calzoncillo, El discreto encanto del liguero, Viagra, chats y otras recetas, La mica del Titanic, El huevo es un traidor, Breve historia de este puto mundo y Camas y famas; es sobrino de Ernesto Samper Pizano, cabeza suprema del Proceso 8000 que puso en prisión un centenar de senadores, representantes a la Cámara, un ministro de defensa, el tesorero de la campaña, el gerente de la misma, un procurador, un contralor y varios testaferros del cartel de Cali, todo narrado en un video de siete horas por William Rodríguez Abadía, hijo de Miguel y sobrino de Gilberto, donde acusa a Horacio Serpa de saber del ingreso de 10 millones de dólares a la campaña que llevó a la presidencia al Bojote. Además de primo de Miguel Samper Strouss, viceministro de justicia y director de una de las agencias pro farcsianas del gobierno y esposo de Claudia García Jaramillo, Directora del Postconflicto en la Presidencia de Juan Manuel Santos, con un sueldazo inolvidable, porque como directora de la Fundación Semana había ejecutado ingentes ardores por la paz de las FARC con ciclópeas partidas del fisco, ordenadas a dedo por un investigado secretario general de la jefatura.
Toda una familia endogámica que ha destruido en menos de medio siglo el legado de su bisabuelo, un vehemente hispanista, íntimo amigo del mono Enrique Olaya Herrera, que creó numerosas casas de lectura y la biblioteca de libros colombianos más notable del siglo pasado.
Según estudios recientes sobre la rabia y el resentimiento, el fracaso en familias de corta estirpe como la de Samper Ospina, agravadas por el derrumbamiento de los prestigios de cuarto de hora, hacen que al entrar en la edad adulta, y descubre, el joven de ayer los engaños del destino, el éxito de los otros se torna en su enemigo. El resentido social cree que no ha recibido la atención que merece y culpa al mundo de su sufrimiento emocional, pero como es un cobarde para acabar consigo mismo o con el mundo, decide elegir a un individuo, a una familia, una raza, una región o un grupo, para hacer de ellos sus victimarios, volviendo sobre ellos con ofensas y agresiones, delirando que con esos actos, verbales o fílmicos o escritos, mueran, desaparezcan.
Cuando estudió en la Javeriana, Daniel Samper Ospina fue discípulo de dómines que posaban de narradores de prestigio pero son fracasados y resentidos, o de institutrices acusadas de plagiar a sus propias alumnas, o de chilangos que se resisten a salir de la cómoda; iba en compañía de otro feroz enano calvo y quejoso que terminó de saca micas de la alevosa y ventrílocuo del último mensajero; apocaba a los maestros con sus guaruras para chufletear en los exámenes y apenas vino a recibirse, diez años después, de haber asistido a clases durante el cuatrienio de su tío.
Allí, por causa de su fealdad, su alopecia, la rectangularidad de su culo y una efímera indigencia porque el pago de los dividendos de las acciones de su padre en El Tiempo [unos cinco millones de dólares de entonces según Jorge Child Vélez] estuvieron congelados mientras lo cedían a José Manuel II Marques del Pedroso de Lara, desarrolló un incontenible rencor con las hembras de clase media y prometió las haría desnudar, sin pagarles un peso, en una revista que iba a tomarse tras la caída de su fundador, un circuncidado rendido en desgracia por haber revelado en Semana el ingreso del billete de la mafia en la elección de su tío. Samper Ospina se propuso dos cosas más en SoHo: Sólo para Hombres: hacer que ciertos escritores de la Social Bacanería terminaran a su servicio garrapateando majaderías [Lo que me gusta de la derecha, de Antonio Caballero; A favor de las tetas operadas, de Hector Abad Faciolince; Que se siente parir, de Piedad Bonet; Mi barriga y yo, de Juan Gustavo Cobo Borda; Una traba en Ámsterdam, por Santiago Gamboa; Lo que duele después de los treinta, de Mario Mendoza, etc.,] y que los traquetos y lava perros de la mafia la convirtieran en su catálogo de prepagos. En las estancias de orgias de Chupeta, Comba, Don Diego, El Alacrán, El Perro de los Malcriados, El Quimico, El Socio, Fritanga, HH, Jabón, La Fiera, Macaco, Otoniel, Popeye, Rambo, Rasguño o Taladro la DEA encontró docenas de ejemplares de SoHo con los teléfonos de las muchachas anotados sobre sus senos o sus muslos.
Tomada SoHo, usurpó Semana con un artículo periódico para escarnecer los defectos físicos o morales o económicos o de moda de sus víctimas, alcanzando una sevicia apenas digna de Goebbels, hacer de la farsa con sarcasmos una verdad de a puño. Algo así como este fragmento, donde con humor mortecino describe un coctel en honor de la secuestrada por las FARC Ingrid Betancur:
“Dan queso al primer marido de Ingrid y a ella mamona. Yolanda Pulecio cobra la entrada. Llega la esposa del Presidente Santos con un vestido almendra diseñado en el ministerio de cultura. ‘El Gordo’ Bautista aparece y, gordo, ratero y pícaro, miserable gordo crápula y bandido, le roba un beso. Llega el presidente Santos con Edward Niño, el hombre más chiquito del mundo, en el hombro. Ingrid habla con Uribe por teléfono delante de los presentes. Doña Yolanda vigila que la llamada sea collect. Irrumpe Gregorio Pernía empeloto, tapándose la porquería con las manos, y reclama una noche de pasión con Ingrid, dado que su ex esposa, Marcelamar, la interpretó. El presidente Santos se enfunda una camisa de la traición que le pasa el autor del libro de Ingrid, pero Ingrid toma el micrófono y en vez de leer el primer capítulo, lee el discurso de aceptación del Premio Nobel de Santos. Repentinamente, los ánimos se caldean. Ingrid se agarra con Clara Rojas. Edward se agarra con el cuatí. Y todos pactan que lo que pasó en el coctel se queda en el coctel”.
Según Carolina Sanín [El Malpensante, 91/2008] es inquietante que un frívolo pornógrafo que fomenta la traquetizacion del cuerpo de las muchachas colombianas, pagándoles con promesas y más fotos desnudas en otras revistas para viejos verdes, se haya convertido, de la noche a la mañana, en voz de la opinión pública, en la guía moral que sensibiliza a la clase media sobre las conductas delictivas e irracionales de una república de narcotraficantes. Porque las notas que publica no dañan nada, ni siquiera la imagen de quienes zahiere y muerde para hacer reír a sus pariguales en envidias y rencor. En vez de crítica, dice la novelista, insulta a unos gobernantes impresentables, a todas la mujeres que no depilan la cuca como a él le gusta, a los pobres y pauperizados, la gente que no puede vestir bien, es decir que va mal vestida, a los feos, a los gordos, a los narigones, a los cojos, a los enfermos de la próstata, a los flojos de los esfínteres anales, a los que tienen, como él, pequeño el pene, a todo aquel que siendo un político en ascenso, negro o verde, suscite la ira de su envidia y el recuerdo de que ninguno de los Samper podrá aspirar como los Santos a la presidencia de Colombia.
Eso es lo que ha hecho hace poco mofándose de una niña, retoño de una senadora que odia, comparando la hija con una droga y diciendo que la madre merece desaparecer porque su estiércol es tan dañino como un ave que lleva su nombre.
Pero lo cierto es que odia a la senadora y el partido a que ella pertenece, porque su estirpe no está manchada con la lacra del crimen, la trapisonda, el meretricio para alcanzar legados ni el asco que produce un apellido.
Paloma Valencia, que estudió derecho y filosofía en la Universidad de los Andes y una maestría en Escritura Creativa en NYU, donde trabajan autoras como Sharon Olds, Joyce Carol Oates o Anne Carson, es bisnieta del gran poeta modernista y candidato a la presidencia en dos ocasiones Guillermo Valencia, nieta del presidente Guillermo León Valencia y de Mario Laserna, fundador de la Universidad de los Andes, sobrina de la ministra de educación Josefina Valencia e hija del congresista Ignacio Valencia. Su hermano Pedro Agustín fue candidato a la alcaldía de Popayán, su hermana Cayetana está casada con Juan Carlos Pastrana y es prima del ministro Aurelio Iragorry Valencia y sobrina del senador Juan Mario Laserna. Una oligarca de raca manduca, cuya única mácula es la lealtad.
Daniel Samper Ospina es el más avieso de los infamadores colombianos. Nadie como él, con un cinismo ejemplar, ha rociado sal en las heridas de la fealdad, vicios, defectos físicos y morales, de aquellos a quien odia y envidia. ¿Qué cómo y por qué lo hace? Porque aun cuando nadie lo crea, resopla por una herida que no sana en las vísceras del insaciable de su tío, que terminó con sus indelicadezas por manchar para siempre el buen nombre de su familia de pobres pero honrados cachacos. Hasta el fin de los siglos los que lleven el apellido Samper serán culpables de lo que suceda para mal en Colombia. Ernesto Samper Pizano vendió la república al narcotráfico.
Harold Alvarado Tenorio
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