Por: Fredy Garzón – El Denunciante
El reciente Paro Campesino en Santander, impulsado por los agricultores del Páramo de Santurbán, ha sacado a la luz una problemática profunda: la limitación del desarrollo de sus actividades agropecuarias debido a la delimitación del Páramo.
Esta situación no solo amenaza sus medios de vida, sino que también revela una desconexión alarmante entre el gobierno nacional y las realidades de quienes alimentan al país. Los campesinos, cuya identidad y labor han sido reducidas a meros conflictos de intereses en el discurso del presidente Gustavo Petro, han sido vilipendiados en lugar de ser escuchados.
El presidente ha apuntado a un supuesto «interés oscuro» detrás de su movilización, mientras que ellos, en respuesta, enfatizan que no son mineros; su esencia radica en el trabajo de la tierra, en la producción agrícola que sustenta a sus familias y comunidades.
Es esencial reconocer que la delimitación de áreas protegidas, como el Páramo de Santurbán, debe balancear la conservación ambiental con las necesidades económicas de las comunidades locales. La falta de atención a las demandas campesinas no solo ignora su voz, sino que también perpetúa una narrativa de antagonismo entre la agricultura y la conservación.
Este conflicto podría evitarse con un diálogo genuino y con políticas inclusivas que consideren las realidades de quienes viven y trabajan en estas tierras. A pesar de la pasividad inicial del gobierno, el Paro fue finalmente atendido gracias a la gestión del Gobernador de Santander, Juvenal Díaz Mateus.
Su intervención ha permitido que se escuchen las exigencias de los campesinos, quienes clamaban por soluciones y no por estigmatización. Es un recordatorio de que la empatía y el compromiso político son esenciales para abordar los desafíos que enfrentan estas comunidades. El fin del Paro no debe interpretarse como una victoria del gobierno, sino como un llamado a la acción.
La necesidad de establecer canales de diálogo efectivos y de promover políticas que integren la voz de los campesinos es más urgente que nunca. No se trata solo de atender un conflicto; se trata de reconocer la dignidad de quienes viven del campo y garantizar su derecho a una vida digna.
El futuro del Páramo de Santurbán y de sus habitantes depende de una política que no vea la agricultura como un enemigo del medio ambiente, sino como un aliado esencial en la búsqueda de un desarrollo sostenible. Si el gobierno de Petro desea realmente construir un país más justo, debe comenzar por escuchar a quienes lo sostienen desde la tierra, sin estigmatizar su labor y politizando el Páramo de Santurbán.