Por: Juan Daniel Giraldo
Este es un mensaje para La Unión Patriótica, El Nuevo Liberalismo, Salvación Nacional y otros tantos movimientos que han renacido y que ya olvidé.
Me cuentan personas de experiencia madura que en el pasado, cuando los Partidos eran Partidos, las disidencias internas se disputaban ahí precisamente, de forma interna, y que pocas veces aparecía un grupo determinado buscando formar partido propio. La ANAPO filtré entre los dos partidos tradicionales a sus candidatos ante la imposibilidad de lograr escaños propios como movimiento independiente. El Partido Conservador tenía diferentes líneas: La Alzate-Valencista y la Laureanista, que luego derivó en el Movimiento de Salvación Nacional y en el Movimiento de Convergencia Ciudadana. El Partido Liberal pululaba de movimientos pequeños que como feudos parroquiales se mantenían inamovibles al interior del gran claustro, y así mantener sus mayorías. Era un acuerdo tácito, pero mantenía el espectro ideológico y el orden político del país. Ni siquiera el mal llamado “Nuevo Liberalismo”, fue capaz de independizarse y necesito reincoporarse a su casa materna para mantenerse vigente en el espectro político nacional. En ese entonces los mismos partidos mantenían medianamente el control a sus parlamentarios y corporados, permitiendo cierta disciplina.
Pero llegó la Constitución del 91 y creo al peor monstruo que podemos tener actualmente, el cual, junto con el narcotráfico, desarrollaron el clientelismo y las prácticas más corruptas que algún aforado pudo haber cometido jamás. Permítanme explicarles el por qué: al permitir dicha constitución mal llamada “perfecta” la creación de pequeños cacicazgos electorales, al determinar que la forma de elección de todos los corporados fuera directa, es decir, sin necesidad de un umbral, un aval y un partido sólido que lo respaldara, le dio total libertad a cada uno de los senadores, representantes a la cámara, diputados, concejales y ediles a comportarse y actuar como según les conviniera. Crearon movimientuchos acorde a sus cacicazgos regionales o locales, mal llamados “partidos”, cuya única función era la de “avalar” la candidatura del respectivo aforado o corporado; pero una vez electo, esas facciones simplemente se comportaban como islas propias, con capacidad unitaria para “negociar” con el gobierno de turno, su apoyo o no a las iniciativas y proyectos de ley que en su momento el ejecutivo requiriera. La política se volvió el negocio; para ser parlamentario, infiltrado muchas veces por dineros de dudosa procedencia, se invierten enormes cantidades de dinero, personas dicen que hasta 8000 y 9000 millones de pesos puede estar costando una candidatura al senado, y unos 1000 o más, una de cámara.
Y el negocio se hizo aún más rentable, por ley introdujeron la “financiación estatal” de los partidos y movimientos políticos, movimientos cuyo único requisito era tener representación en una de las Cámaras Legislativas; se alcanzó a tener la escandalosa cifra de más de 50 partidos y Movimientos políticos reconocidos por el Estado, todos financiados con recursos públicos, sin valores, sin dogmas, sin programas, sin control, cuya única función era servir al senador fundador. Movimientos como “Salvación Nacional”, “Nueva Fuerza Democrática”, “Partido Óxigeno Verde”, “Mayorías Liberales”, “Poder Ciudadano”, y otros tantos más aparecen en los registros electorales de los años noventa, movimientos que, revisándolos en detalle, eran simplemente grupos dirigidos por x o y parlamentario. Dijo Álvaro Gómez en su momento que, gracias a ese mecanismo infame, una persona como él, visible nacionalmente, presidenciable, si se postulaba al Concejo de Chía fácilmente perdería, porque para ello debía invertir una enorme cantidad de dinero, que en ese momento no tenía.
La Reforma Política del 2003 trató de solucionar ese adefesio permitido por los constituyentes del 91. Se configuró el sistema de umbral y de cifra repartidora para disminuir y agrupar a los Partidos, castigando a quienes no cumplieran con ello con la pérdida de la personería jurídica, y por ende, del financiamiento del mismo. La Ley de Bancadas definió reglas claras de comportamiento corporativo a los aforados y corporados, dando así criterios de unidad de pensamiento y de acción, algo que lógicamente a los amantes y nostálgicos del protagonismo y la manutención estatal, les hace mucha falta. En Departamentos como Caldas, movimientos que aún supervivían, como Salvación Nacional, se adhirieron de nuevo al Partido Conservador para así poder seguir siendo elegidos.
Y tanta falta les hizo, que comenzaron a hacer esguinces a la ley, para volver a ese esperpento que se tenía en el pasado: con los acuerdos de la falsa paz se inventaron “las coaliciones”, que no son más que mecanismos para que los feudos pequeños mantengan sus curules y su financiación por parte del Estado, pasando por alto el castigo de no superar el umbral electoral de forma independiente.
Y la siguiente estrategia es la típica, la de la dictadura judicial. Movimientos sin visión, sin una línea programática seria, sin votos (porque lo más que pueden obtener son los 70 u 80 mil votos que su figura representativa puede obtener), se basan en supuestos derivados de la violencia corrupta de los 80 y 90, para exigir la renovación o supervivencia de su personería jurídica. En ese orden de ideas, mezclar esas dos acciones (la de la coalición y la de la supervivencia vía dictadura judicial), asegura mantener su “partido” vivo, lo cual a la postre significa recibir cuantiosos recursos del fisco nacional, repartir avales a conveniencia, crear cacicazgos individuales en el Congreso, Asambleas, Concejos y demás, y a la postre, acabar con la dinámica colegial de la identidad partidista.
En las elecciones pasadas, partidos como el MIRA, Colombia Justa y Libres, y otros más hicieron esfuerzos enormes para preservar su personería jurídica y por ende, sus principios y bancadas; partidos como Opción Ciudadana, reconocidos independiente de los escándalos que lo rodearon, perdieron su representación por no alcanzar el umbral requerido, con votaciones significativas a nivel nacional, mientras que grupos minúsculos como ASI, MAIZ y otros con votaciones mucho menores que ellos, se encuentran campantes en el escenario nacional gracias a esa estrategia que no deja de ser perversa y malévola; y ahora vemos a los renegados delfines, usando las figuras de personalidades fallecidas, exigiendo personerías jurídicas para que sigan apareciendo partiduchos productores de avales y desangrando al erario nacional, y que muy probablemente elijan uno o dos parlamentarios a lo sumo, y así mantener EL NEGOCIO DEL PARTIDISMO.
Si esa es la política electoral que queremos, estoy muy seguro que simplemente retrocederemos a un sistema gamonalista y clientelista. Requerimos urgente una redefinición clara de las reglas electorales, que brinden justicia y legalidad a todos los aspirantes.
PD. Pensar en la educación de la Policía, implica también pensar en como nosotros como ciudadanos, entendemos el actuar de ellos, no podemos exigirles estándares y decenas de criterios, sin siquiera tener una cátedra de derecho de policía y de Código Nacional de Convivencia en los claustros de derecho del país.