Por: Mayor General (RP) William René Salamanca Ramírez
Se avecina una terna de jornadas electorales que puede cambiar el rumbo de nuestro país. El 13 de marzo, los colombianos tendremos la oportunidad de escoger tres de los mejores candidatos presidenciales y renovar el Congreso de la República, incluida la elección atípica de las 16 curules de paz, en los 167 municipios más castigados por la violencia.
El 29 de mayo volveremos a las urnas para participar de la primera vuelta presidencial y, si ese domingo ninguno de los aspirantes obtiene la mayoría absoluta de los votos, el 19 de junio elegiremos en definitiva al nuevo Primer Mandatario.
Pero para poder disfrutar de los alcances del artículo 40 de la Constitución Nacional, incluido elegir y ser elegidos, es fundamental ahuyentar entre todos el fantasma de la violencia que amenaza el actual proceso electoral, el cual debemos valorar como el compromiso más importante de todos los colombianos con nuestro presente y futuro.
La ominosa “campaña de despedida” del Eln contra el gobierno, el enfrentamiento a muerte de esta guerrilla con las disidencias de las Farc, la escalada violenta del ‘Clan del Golfo’, los planes pistola y el accionar de otras organizaciones criminales, que cobran como primera víctima a la población civil, se ciernen con preocupación sobre las gestas democráticas.
En tan solo enero, el Eln perpetró, en promedio, un atentado terrorista diario, dejando civiles, policías y soldados muertos y heridos, centenares de desplazados y destrucción, especialmente en Arauca, Valle del Cauca, Cesar, Norte de Santander, Bolívar y Cauca. A estos actos de barbarie se suman 53 acciones de las disidencias, como el carro bomba que explotó en Arauca y el ataque contra la caravana del Gobernador de Caquetá, que cobró la vida de los patrulleros William Adolfo Echeverría y Miguel Ángel Bernal.
Incluso, una comitiva humanitaria internacional, conformada por la Misión de Verificación de las Naciones Unidas, su Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios y miembros del Consejo Noruego de Refugiados, fue atacada en Guaviare.
Y en esta primera semana de febrero la ola de violencia no se detuvo, en especial contra nuestra Policía Nacional. El lunes fue asesinado en Villavicencio el intendente Albeiro Oswaldo Páramo Calderón; el jueves segaron la vida del subcomandante de la estación de El Cerrito (Santander), intendente Rogelio Aparicio Pancha, y del soldado Edilson Yovany Roncancio, en ataque perpetrado en Fortul (Arauca); el viernes otro uniformado y cinco civiles resultaron heridos tras la activación de un granada en pleno día de mercado en Inzá (Cauca), y ayer, en Barrancabermeja, el patrullero César Augusto Guerrero se convirtió en una nueva víctima del plan pistola, mientras que el comandante de la Metropolitana de Cúcuta, brigadier general Óscar Antonio Moreno Miranda, salió ileso de un ataque criminal perpetrado en el mismo sector donde 24 horas antes habían herido a dos de sus hombres.
Es más, la Misión de Observación Electoral (MOE) viene advirtiendo sobre amenazas de muerte contra docenas de candidatos de las Circunscripciones Transitorias de Paz, de las cuales hacen parte 167 municipios. Señala que en 97 de estas localidades, equivalente al 58 por ciento, se presenta algún nivel de riesgo electoral. En tan solo el departamento del Tolima, los violentos tienen en la mira a 11 de los 22 candidatos.
Ante este sombrío panorama es fundamental fortalecer los planes ‘Ágora 2’ y ‘Democracia’ y sus respectivas subcomisiones, mediante los cuales el Estado busca proteger la integridad de más de 3000 candidatos y velar por la transparencia de dineros y movimientos dentro de las campañas.
Nuestra experiencia al frente de la Dirección de Protección y Servicios Especiales de la Policía Nacional nos señala que es necesario incrementar el número de hombres y mujeres asignados a los esquemas de seguridad, lo mismo que la cantidad de vehículos y las capacidades tecnológicas; pero, en especial, es fundamental arreciar las labores de inteligencia y vincular de manera integral a la ciudadanía, para que denuncie en tiempo real cualquier amenaza.
Recuerdo que el éxito de las elecciones pasadas, calificadas como las más tranquilas de la historia, fue el resultado de un meticuloso planeamiento estratégico interinstitucional, en el que aprovechamos al máximo la experiencia adquirida en comicios anteriores, en especial la de nuestra fuerza pública, que, sin duda alguna, ha demostrado con creces tener la capacidad para blindar estos procesos.
En ese entonces, no ahorramos el más mínimo de los esfuerzos para trabajar muy de cerca con cada una de las campañas y sus respectivos candidatos, lo que nos permitió proteger la integridad de los mismos, las sedes políticas y el material electoral; acompañar desplazamientos y manifestaciones públicas e impedir cualquier alteración del orden público hasta en el último rincón del país.
Estos comicios no pueden ser la excepción, máxime cuando sabemos que seis Misiones de Observación Electoral nos estarán acompañando, incluida la de la Unión Europea.
Aquí no puede haber territorios vedados para la democracia. Sería lamentable que los enemigos de las libertades impidieran el desplazamiento o el contacto de cualquier aspirante con el pueblo soberano, lo mismo que el ejercicio del sufragio; peor, aún, que materializaran alguno de sus planes criminales. Por el contrario, todos los candidatos deben gozar de las mismas garantías por parte del Estado, sin importar su ideología o caudal electoral, tanto en el orden nacional, como regional y local.
Por eso, resulta de la mayor importancia darles las herramientas necesarias a las Fuerzas Militares y a nuestra Policía Nacional, encabezadas por el Gerente del respectivo Plan Democracia, para que estas tres convocatorias electorales vuelvan a ser señaladas como las más tranquilas de todos los tiempos.
La Registraduría Nacional del Estado Civil, experta en entregar los resultados en tiempo récord, también tiene el reto de depurar el censo electoral, garantizar que funcione el sistema de identificación biométrica prometido para más de 20 mil mesas, administrar su propio software, permitir la auditoría de los partidos en tiempo real, con el acompañamiento de la Universidad Nacional, elaborar tarjetas electorales sencillas, tendientes a reducir el porcentaje de votos nulos, y reciclar 1600 toneladas de material electoral.
A su vez, los candidatos tienen la responsabilidad de contribuir a preservar su seguridad con el autocuidado y el acatamiento a las alertas tempranas, para evitar potenciales riesgos que pueden comprometer su integridad personal.
Y los más de 36 millones de ciudadanos aptos para votar tenemos la responsabilidad histórica de vencer la abstención, que supera el 50 por ciento, y participar activamente en los tres certámenes, sin caer en la tentación de cometer delitos electorales, tales como compra y venta de votos, suplantación del elector, voto fraudulento y trashumancia, que contemplan multas y hasta penas de prisión.
Con respecto a la vieja práctica de trasteo de votos, esta semana, la Unidad de Vigilancia de Control Electoral de la Procuraduría General de la Nación denunció una inusitada inscripción de cédulas en algunos municipios, superior al ciento por ciento. En Nariño (Nariño) fue del 317 por ciento; Cumaribo (Vichada), 266; Toribío y Jambaló (Cauca), 186 y 154, respectivamente; Barrancominas (Guainía), 160; Puerto Nariño (Amazonas), 117, y Arenal (Bolívar), 106 por ciento. Hechos similares se están presentando en La Tola, Simití, Briceño, Cumbal, Santa Rosa del Sur, Concepción y Páez-Belalcázar.
De ahí que impedir estos comportamientos y elegir un buen Congreso y un buen Presidente será el punto de partida para cambiar el diario vivir de más de 21 millones de colombianos amenazados por la pobreza y el hambre, generar empleo digno, recuperar la seguridad, consolidar la paz, transformar nuestros precarios sistemas de salud, educación y justicia, proteger la inconmensurable biodiversidad, combatir la corrupción y pagar la deuda social con las mujeres, los niños, los jóvenes, los abuelos y las minorías, en especial los afrocolombianos, palenqueros, raizales e indígenas.
Por último, recordemos que la democracia es frágil, en especial la nuestra, amenazada por grupos anárquicos, el mesianismo, el populismo y la corrupción. De ahí que es hora de dejar la desidia y votar por los mejores, porque como bien lo afirmaba Theodore Roosevelt: “Una gran democracia debe progresar o pronto dejará de ser o grande o democracia”.