Por: Ana María Gardeazabal @lagardeazabal
Ojalá Víctor de Currea hubiera sido el único profesor en la Universidad Javeriana con estos comportamientos “coquetos” presuntamente acosadores. Sin embargo, el lamentable historial de presuntos acosos en la Universidad Javeriana va mucho más allá. Las historias reveladas señalando a esta persona son la punta del Iceberg.
Lo que aquí relato pasó hace más o menos nueve años a varios estudiantes (hombres y mujeres) de la facultad de Ciencia Política de la Universidad Javeriana. La polémica alrededor del acoso sexual de las recientes semanas, sumado a la actual independencia laboral de las víctimas ha disipado un poco el temor y ha reavivado en ellas el deseo de que su historia sea escuchada; no solo a través de este artículo, sino mediante denuncias formales ante instancias institucionales.
Escribo este artículo para exponer las situaciones de acoso sexual de las cuales fueron víctimas muchos estudiantes de Ciencia Política de la Universidad Javeriana entre los años 2013-2016; lo hago como una voz de desahogo para esos anónimos que jamás contarán sus historia públicamente, pero que aún las llevan en su memoria; lo escribo para demostrar que el acoso y el abuso no solo se limita a las mujeres; lo escribo como un llamado a la acción para que las Universidades fortalezcan sus protocolos de denuncia y brinden la información y seguridad necesaria a sus estudiantes, para que estos sean conscientes cuando están siendo víctimas de acoso; y lo escribo para que sea un testimonio más en la larga lista de los que claman para que lo que sucedió jamás vuelva a repetirse.
Aunque son muchos más los casos, aquí expongo los cuatro testimonios primeros, tres de ellos, con un mismo victimario, que presuntamente habría creado una “red de acoso sexual” dentro de la facultad de Ciencias Políticas. Los nombres de las víctimas fueron modificados para proteger sus identidades:
Caso No. 1:
PATRICIA, tenía 21 años para el momento de los hechos, año 2014.
Su victimario: Un profesor reconocido en la academia por sus investigaciones en temas de conflicto armado.
“Yo tenía una muy buena relación con él, había tomado un par de clases con él en semestres anteriores y nos llevamos bien, hablamos de varios temas en general, pero casi siempre me hablaba de lo increíble que era vivir en Europa, porque él había vivido allí. Me decía que las personas eran completamente libres y no le temían a la desnudez, lo comparaba con Colombia diciendo que en Colombia la gente era muy mojigata, etc., etc… en fin, nunca le di importancia a esas conversaciones, para mi eran conversaciones completamente normales.
Para ese entonces yo quería irme a otro país a estudiar un curso corto, pero necesitaba una carta de recomendación académica. Por su reconocimiento académico le pedí el favor que me diera una carta de recomendación. Un día me dijo: “Tengo lista tu carta de recomendación, ven a mi oficina a recogerla”. Obviamente fui de una, cuando llegué, no me senté porque tenía que irme rápido, él me la entrego, pero comenzó hablarme del mismo tema, de lo feliz que era viviendo en Europa, y me pregunto si quería ver fotos de su época viviendo allá. Yo ingenuamente pensé que eran fotos de sus amigos o de paisajes, pero no, para sorpresa mía las fotos eran de él completamente desnudo al frente de un lago.
Pasó como unas 6 fotos o más, en todas ellas desnudo, la verdad me sentí muy incómoda y le dije que me tenía que ir. Él comenzó a decirme que en Facebook había visto unas fotos muy bonitas mías, que a él también le gustaba tomar fotos y que si quería tomábamos fotos en su casa que él me podría tomar fotos en topless. En ese momento pensé “estoy sola con este tipo y puede ser peligroso”, así que no le dije nada, ni sí, ni no, solo me reí, lo tomé como un “chiste” y le dije que me tenía que ir, y salí de su oficina con la carta de recomendación en mis manos, pero asustada, creo que para ese momento ni siquiera era consciente de lo que acababa de pasar ni de que eso era acoso.
Salí, hablé con uno de mis amigos más cercanos, le conté y le dije que jamás me volviera a dejar sola con él. Jamás volví hablar con ese profesor. Nunca denuncié, ni lo hice público. ¿A quién le iban a creer: a una estudiante equis frente a una eminencia en resolución de conflictos muy respetado en el medio académico? para mí la respuesta fue obvia. No quería ganarme problemas con nadie.”
Los siguientes tres casos tienen el mismo victimario. Uno de los más altos directivos de la facultad de Ciencia Política para ese entonces, quien además era profesor de planta. Un victimario con un poder que le permitió crear dentro de la facultad, lo que podría denominarse una “red de acoso sexual” en donde presuntamente a través de, en algunas ocasiones, amenazas y en otras ocasiones beneficios como becas en el extranjero, pasantías, buenas notas, delegación de monitorias o participaciones en grupos de investigación, presionaba a sus víctimas (hombres) para realizar actos sexuales o para poderlos acosar sin ningún reparo.
Caso No. 2:
MANUEL, tenía 20 años para el momento en el que iniciaron los hechos. Años 2013 – 2014.
“Hablar de “Directivo” es poco. Para esa época llegó una persona con alta influencia jesuita. Un hombre reconocido académicamente con especializaciones, maestría y en ese momento terminaba su doctorado. Para cualquier estudiante era un referente y sin duda, era la oportunidad de tener ese padrinaje necesario para crecer, tener respaldo.
Yo no era abiertamente gay, pero mi círculo cercano lo sabía. Fui estudiante de él y me hice cercano por mi interés en los temas que trabajaba. Con el tiempo me confesó que le gustaban los hombres, le dije que a mí también. Hasta ese momento no había pasado nada significativo o raro.
Un día llegué a su oficina después de clase, era como su mano derecha y estábamos organizando un evento de la universidad. Cerró la puerta con seguro, lo cual era inusual.
Yo seguí en lo mío. Ese día me dijo que fuéramos a tomar cerveza, era tarde. Le dije que no, no quería, tenía cosas que hacer. Y ahí empezó con su declaración, me dijo que le parecía muy lindo, que siempre admiraba mi inteligencia y belleza. Algo atípico en los hombres de la facultad según él. Que pensaba mucho en mí y quería que fuéramos más que amigos, me dijo que fuera su novio. Hasta ahí lo tomé como un chiste por nuestra cercanía. Jamás lo había pensado. Al final no pasó nada, le dije que no. Nos reíamos y no pasó nada.
Después de eso empezó muy insistente con el tema, por WhatsApp, por Skype, por correo, empezó a autodenominarse mi novio. Yo seguía siendo de confianza, pero me alejé. Tuve el coraje de decirle siempre que no y no aceptar sus encerronas, dejarlo como un chiste entre amigos. Hoy soy consciente que eso fue acoso.
Un par de años después lo cambiaron de cargo, una oficina más grande y con más poder. Para ese momento no era un secreto entre estudiantes que este señor ya había estado acosando a varios hombres de la facultad. En algún momento escuché que incluso se les insinuó a mujeres. Sé que este señor con poder y cercano a los jesuitas entregaba cargos, mentorías, viajes internacionales, buenas notas y un reconocimiento dentro de la facultad a cambio de “noviazgos”.
Por temas académicos debimos mantener una relación cercana; dado que estábamos trabajando en un proyecto de semillero de investigación dirigido por él. Tuvimos viajes a la costa (todo pago por mí). Un día al cierre de las actividades salimos todas las personas a festejar. Y ahí salió este señor que tenía problemas con el alcohol.
Esa noche empezó de nuevo con sus mensajes “estas muy bonito” “vámonos a algún lado y dejemos a la gente acá” “si fuéramos novios estaríamos disfrutando de esta ciudad juntos” “no puedo dejar de mirar tu linda cara” en esa situación lo ignoré. Luego de un rato empezó con sus intenciones a darme alcohol y a insinuarse para que nos fuéramos a un bar gay cercano. Entre tragos accedí y allá estaba yo. Se me lanzó, incomodidad absoluta y lo alejé, le dije que no se equivocara y me fui. Esa noche sé que también se le insinuó a otro hombre, que no lo dejó sobrepasarse y hubo golpes. A varios hombres que estábamos en ese momento nos había pasado lo mismo, algunos con miedo dijeron que no querían problemas y el tema quedó ahí. Creo que se debió al temor de represalias frente a una denuncia y claramente por una ausencia de protocolos de la universidad ante violencias basadas en género en ese momento.
Yo me alejé completamente, denuncié en publicaciones de revistas alternativas, muchas personas sabían y denunciaron, pero no pasó nada por ser cercano a los jesuitas. Era “intocable”. Supe que luego de un tiempo la Universidad se enteró, lo apartaron de su cargo y ya ahí quedó el tema. Luego por trabajo me enteré que su carrera siguió como funcionario público, con sus mismas mañas y no ha pasado nada. Siempre encubierto.”
Caso No. 3:
RICARDO, tenía 22 años para el momento en el que iniciaron los hechos, años 2013 -2016.
“Mi relato debe remontarse al año 2013 cuando cursaba 7 u 8 semestre de la carrera de Ciencia Política en la Pontificia Universidad Javeriana cuando conocí a quien en ese entonces se desempeñaba como profesor de una materia de Gestión Pública, y además era padre jesuita. Mi desempeño en esta materia fue excelente, razón por la cual le llamé la atención al profesor. Desde ese momento se me empezó a acercar para decirme lo bueno que yo era para la Gestión Pública y a manifestarme su interés en querer trabajar conmigo. Además, empezó a hacerme ofertas para ser el monitor de su clase, pero siempre me negué, dado que mi ambición era jugar fútbol y pasarla bien con mis compañeros de carrera.
La relación se tornó rara cuando este profesor me empezó a citar a su oficina, a decirme que debía alejarme de mis amigos para poder tener un mejor desempeño. En cada visita a su oficina la conversación resultaba incomoda por sus insinuaciones sobre la normalidad de tener relaciones sexuales con personas del mismo sexo, como él mismo lo planteaba “en la diversidad está el disfrute de las cosas”.
Esta situación inicial la supe llevar, jamás imaginaba todo lo que iba a venir. Para el año 2014, me fui para los Estados Unidos, con el firme propósito de aprender inglés y cumplir un requisito de la universidad para cursar los últimos dos semestres (9 y 10 semestre). Durante esta estadía me enteré por mis amigos que el que era profesor, ahora era un alto funcionario de la facultad de Ciencia Política.
En el mes de noviembre de 2014, hice la prueba y no logré el puntaje necesario para poder continuar con los dos últimos semestres de la carrera, razón por la cual tuve que recurrir a esta persona, ahora un alto directivo de la facultad para que me permitieran continuar con estos módulos y así no tener que aplazar un semestre. En cuanto lo llamé supe que tenía que aprender a manejar una situación que iba a ser compleja, pues su respuesta fue “yo lo ayudo, pero usted sabe lo yo que quiero de usted”, le dije que yo lo sabía y que estaba dispuesto, la llamada terminó con una cita a una reunión con él en donde me explicaría lo que teníamos que hacer y lo que esperaba de mí.
Esta reunión se llevó acabo en el mes de enero 2015 en Plaza 45. En ella, me explicó que ya había gestionado todo para que me dejaran continuar y así poder inscribir materias y me explicó lo que quería de mí: “yo quiero que seamos novios” “yo se lo quiero chupar” “yo quiero sentirlo”, incómodo por la situación le dije que yo haría lo posible, que él sabía que a mí me gustaban las mujeres, a lo que él siempre contesto “sí, pero experimente, eso no quiere decir que usted deje de ser hombre, simplemente experimente”. En esta misma reunión me dijo que tenía planeado unos viajes y quería que yo lo acompañara, que se iba a un retiro jesuita en el cual no podría utilizar su celular, pero que igual el me llamaba.
Desde la reunión en el mes de enero empecé a recibir mensajes de este alto directivo como si yo fuera su pareja “hola, amor” “te amo” “te lo quiero chupar” “me gustas” “estas hermoso” y algunos otros mensajes. Lastimosamente, yo entré en el juego y contestaba igualmente cariñoso, pero cuando me planteaba un viaje, siempre sacaba una excusa, una enfermedad de mi madre, un malestar de mi padre, un bautizo de mis sobrinos o simplemente una situación médica mía, así viví los primeros 6 meses. Después, todo se tornó más complejo pues me invitó a ser parte de un grupo de investigación para la Zona Norte de Cartagena, en el cual me puso como líder del equipo, aunque yo nunca había hecho parte del mismo, ni había ejercido esa función. Las personas que pertenecían al grupo se incomodaron y los rumores no faltaron.
Resultado de esta “relación”, se me asigno un sueldo y una oficina en la facultad, cada vez, me sentía más amarrado a la situación. Me hizo parte de muchos proyectos; me invitaban a eventos en otros países y en otras ciudades de Colombia; todo muy raro, pero para mí y mis aspiraciones profesionales era muy bueno. Los mensajes no cesaron y cada vez fueron más directos, fotos desnudo, videos de hombres teniendo sexo e insinuaciones. En esa oficina que me habían dado, varías veces ingresó a abrazarme, a besarme el cuello y a tocarme mis partes íntimas, petrificado en la silla me quedaba quieto, me reía y apenas lograba decirle “acá no”.
En Cartagena, en una de las visitas, todo empezó a salirse de control. El equipo que llevaba el proyecto se hospedaba generalmente en las comunidades y en Cartagena en la iglesia San Pedro Claver. A Este alto directivo le gustaba la fiesta y el alcohol. En una de las últimas fiestas que se hizo en Cartagena, cerrando el proyecto, fue mucho el alcohol y el descontrol de todos los que allá estábamos. A tal punto, que yo me pase de tragos hasta quedar casi inconsciente. Cuando recuperé la conciencia, me encontraba en un taxi con este señor, quien me llevaba en sus piernas, consintiendo mi cabeza, diciendo, “todo está bien amor” “ya vamos a dormir juntos”, recuerdo que me levanté asustado y abrí la puerta del taxi, obligándolo a frenar y nos dejó en la Plaza de Armas, en donde me bajé y empecé a gritar “me quieren violar”, “me quieren violar” la situación se hizo tensa y este alto directivo se fue.
Durante el incidente en Cartagena hablé con un compañero de mi situación, él me comentó que estaba pasando por la misma situación de acoso, así que acordamos denunciar, pero otra compañera le avisó al personaje. Recibí una llamada de ella diciéndome que él ya sabía todo, que ella no sabía cómo se había enterado, que lo mejor era que dejáramos así, y eso fue lo que hicimos, continuamos como si nada. No denunciamos y yo tuve que seguir viviendo mi calvario.
Las visitas a mi cubículo en la oficina se hicieron más recurrentes, yo me sentía cada vez más incómodo. Adicional a ello este alto funcionario se había convertido en mi director de tesis, por lo que la situación era cada vez peor. Me propuso que me fuera a Alemania a hacer mis prácticas, eso me gustaba, pero me dijo “en Alemania yo te saco una habitación solo para ti y así puedo ir a visitarte y a comerte rico”. Ahí supe que jamás iría a Alemania.
Un segundo punto de quiebre se presentó en Cali, este alto funcionario era profesor en la Javeriana de Cali y me invitó a esta ciudad a atender una visita de unos suecos que querían invertir en un programa social liderado por dicha alma mater. Viajé un miércoles en la noche, lastimosamente me quedé esperando la reserva de mi habitación en el hotel. Una vez llegue al hotel me reuní con él y con otra profesora de la Javeriana Bogotá, ella se retiró y yo me quede solo con el alto directivo planeando la salida con los suecos. Ahí me explico que teníamos que compartir habitación los dos por un tema de presupuesto, me asusté mucho, así que decidí decirle que nos fuéramos a tomar cerveza, mi misión era emborracharlo, pero no lo logré. Volvimos al hotel y yo me hice en la terraza para fumar, creo que esa noche me fumé 40 cigarrillos en 3 horas, no quería entrar, quería esperar a que estuviera dormido, tampoco lo logré. Cuando ingresé a la habitación él ya estaba a en su cama y yo me metí vestido en la mía; me empezó a decir “te vas a despedir así del amor de tú vida” “no me vas a dar las buenas noches”, yo solo dije buenas noches y le extendí la mano, transcurrieron dos minutos y sentí como salto de su cama a la mía, me quitó las cobijas y se me acostó en la espalda, sentía todo su peso, me daba besos en el cuello y me cogía el pene, me decía cuanto me deseaba y lo mucho que había esperado ese momento. Yo solo le decía que no quería, que no me sentía cómodo, pero no escuchaba, así que perdí el control, me di vuelta y lo tiré al piso de la habitación, le tomé por el cuello y le apunte con mi puño a su cara, me pidió que me calmara y tranquilizará, yo lo deje en el piso y regrese a mi cama, nada más pasó hasta ahí. Al otro día nadie habló de nada, fue como si nada hubiera pasado.
La situación había llegado a un límite, pero este alto funcionario continuó sus mensajes, y su acoso. El punto final fue una tarde en donde llego alcoholizado a la facultad, ingresó en su oficina y me hizo llamar ahí junto con una profesora, le gritaba a ella “explícale a Ricardo que dos hombres si se pueden amar”. Yo me nublé. Escuchaba de fondo a esta profesora (ella era una eminencia para mí, la respetaba mucho, la admiraba más, ese día todo eso se acabó), ella intentaba explicarme el amor y el amor en parejas del mismo sexo. No pude más salí, llamé a mi papá quebrado y conté todo, mi padre se asustó y me dijo que no hiciéramos nada, que termináramos la carrera y ya. Eso hice.
Este señor continuó sus insinuaciones, ya no había limite; Me consiguió un trabajo en una prestigiosa organización internacional, en donde era amigo del entonces director, hoy embajador de España en algún lugar del mundo. Yo ingresé allá, pensé que era el final de esta situación, pero no fue así. El director de la organización internacional trató dos veces de insinuarme lo importante que era el alto funcionario de la facultad de Ciencias Política de la Javeriana en mi vida y la relevancia de saber retribuirle. Nada más pasó ahí, jamás volví a contestarle al alto funcionario de la Javeriana y claramente me terminaron el contrato sin justa causa.
Cuando perdí mi trabajo, habiéndome liberado de la presión que ejercía esta persona, decidí ir a denunciarlo en la Javeriana, me enteré que ya no era parte de la facultad. Que lo habían asignado a otro puesto en la institución o alguna de sus misiones. De igual manera, decidí hablar primero con un profesor muy reconocido de la facultad, quien me confesó que sabía de varios casos, pero que todos pensaban que yo era el novio de ese alto directivo y por eso les parecía “normal”. De igual manera, me ayudó a sacar una cita con el nuevo alto funcionario, quien después de escuchar mi relato, solo manifestó “él ya no está”.
Pedí una cita con el padre rector de la universidad, la cual me dieron. En esta reunión, también estaba presente el vicerrector académico, me escucharon, pero nada paso, me dijeron que mi victimario ahora era parte de una misión de la Javeriana en el Amazonas, pero que lo iban a retirar. Le pedí una reunión con el superior Jesuita, pero no accedieron.
Espero mi relato sirva a otros para que se den cuenta que no fueron los únicos. Ojalá nos podamos conocer un día y mirarnos a la cara, para apoyarnos, las marcas de estas situaciones no se borran nunca, aunque creamos que hemos aprendido a llevarlas con nosotros.”
Caso No. 4:
MIGUEL, tenía 22 años para el momento en el que iniciaron los hechos de acoso, años 2015 -2016.
“Aproximadamente para el año 2011, cursaba mi tercer semestre en la facultad. Conocí al profesor Jesuita, quien, a primer vistazo, parecía ser un profesor como cualquier otro. Sin embargo, fue hasta en una salida pedagógica de la materia que cursaba que empecé a notar comportamientos que no eran normales en un profesor. Si bien la novedad de salir de campo con compañeros y profesores se prestó para departir y consumir alcohol, las actitudes del entonces profesor no eran de mi agrado, pues era una persona que consumía licor con los estudiantes y que tenía comportamientos bajo el efecto del alcohol desafiantes y fuera de lo común.
En esta salida de campo tuvimos problemas con el profesor, debido a que varios excompañeros y yo no asistimos a una de las actividades programadas, y además consumimos alcohol. El profesor en consecuencia bajó la calificación de la salida de campo y como resultado de esta situación tuvimos una reunión (estudiantes y profesor) donde llegamos a un acuerdo de no repetir estos actos, así como pedirle disculpas al profesor; en lo que estuve parcialmente de acuerdo, puesto que consideraba que no había una razón válida dado que el profesor había consumido alcohol al igual que nosotros. El no estar de acuerdo con pedir disculpas, significó que el profesor me amenazara directamente diciéndome que “él se encargaría de ahí en adelante de hacerme la vida imposible y de no dejarme graduar”. Sinceramente, no le puse mucha atención a eso, pues creía que iba a ser solo eso: una amenaza. Lo dejé pasar.
Para mi infortunio, el profesor fue ascendido a un cargo directivo muy alto en la facultad y de igual forma iba a seguir dictando clases para el énfasis de Gestión pública, énfasis del cual quería hacer parte.
Con conocimiento de que dicho profesor dictaría una de las materias del énfasis, opté igual por inscribirme al énfasis de Gestión pública, pues era lo que me gustaba. Al inscribir la materia y empezar a ver la asignatura con el profesor pensé que todo había quedado en el pasado. De tal manera, me acerqué a él y pedí disculpas por lo ocurrido, el profesor aceptó mis disculpas, estrechó mi mano y afirmó que no habría repercusión alguna. Sin embargo, al transcurrir las actividades académicas las repercusiones se reflejaron en mis calificaciones, que no eran acordes a mi esfuerzo frente a la materia.
Pensaba que debía esforzarme mucho más para pasar la materia, pues el trato hacia mí era diferente que hacia los demás, y aunque lo hice, perdí la asignatura.
Después de esto, en junio del 2015 a mi número de celular personal empecé a recibir llamadas fuera de lo común, en las cuales nadie hablaba ni decía nada; recibí también mensajes de texto de contenido sexual, lo cual me empezó a asustar. Estos mensajes eran cada vez más frecuentes, a los cuales respondí con altanería. En principio, pensé que era algún compañero jugando una broma pesada, pero un día cansado de los mensajes agregué este número a WhatsApp, para encontrar una pista de quien era el autor de los mensajes y las constantes llamadas. Para sorpresa mía, la foto de perfil era del profesor jesuita, y la verdad quedé petrificado. -solo recordarlo me hace sentir el mismo frío -. Lo primero que hice fue comentarle a un muy buen amigo, que no supo qué aconsejarme.
Seguido a esto intenté denunciar el caso ante la Policía, pero no le dieron importancia y se rieron de mí por denunciar el acoso de un hombre a otro hombre. La última opción que tuve fue contarle a mi mamá, que desafortunadamente me aconsejó callar, al menos mientras terminaba la materia. No la culpo, pues ella estaba muy desconcertada con lo sucedido y pensaba que haciéndonos los despistados podríamos mantener ese lobo quieto.
En una ocasión, una funcionaria de la facultad se me acercó y me pregunto que, si el profesor me había llamado, a lo que respondí que no, y pregunté ¿por qué había de hacerlo? y ella respondió “que lo preguntaba porque él le había pedido mi número de teléfono celular”. Esto me hizo atar cabos y tener la certeza que él era el acosador.
Estas llamadas siguieron ocurriendo, hasta que un día el propio directivo y profesor se puso al descubierto, pues llamó a mi teléfono en alto grado de embriaguez diciéndome que nos viéramos y que quería tener encuentros sexuales conmigo. Como preámbulo, inicio escribiéndome vía whatsapp, mensajes explícitos y hasta propuso nos encontráramos en la universidad, a lo cual yo no accedí y le contestaba de manera tosca. No obstante, pensé que esta situación era una oportunidad a mi favor y tomé la iniciativa y el hilo de la conversación e intenté citarlo fuera de las instalaciones de la Universidad, pues para ese momento, tenía la idea que podría solucionarlo con violencia. Sin embargo, el miedo era más fuerte y no iba a asistir a ningún lado. Intentaba ponerle cáscaras que lo hicieran revelar su identidad y así desenmascarar a ese enfermo. A pesar de todo, este señor no accedió e insistía en vernos en la Universidad. Su desespero y su embriaguez hicieron que me llamara. Escuchar su voz fue tétrico, pues no creía que me estuviera pasando eso. No sabía qué hacer, no sabía dónde esconderme en mi misma casa. Temblaba.
Gracias a la confianza que siempre he tenido con mis padres, le conté a mi mamá, que estaba muy angustiada por esta situación. Ella me dijo que fuéramos los dos y que pidiéramos acompañamiento de la policía; pero debido a mi experiencia con la denuncia ante la policía, no quise aceptarlo. Además, tenía temor por mi vida o por la de mi mamá. Sinceramente no sabía hasta donde podía llegar este personaje.
En mi pensamiento no cabía que un alto directivo de una de las universidades más prestigiosas del país fuera un enfermo acosador. Las llamadas me siguieron ocurriendo, pero no fui capaz de seguir contestando, después recibí más mensajes de WhatsApp, diciéndome que porque tenía que hacer las cosas difíciles.
Cuando perdí la asignatura el profesor me citó en la facultad, precisamente en su oficina y me ofreció para pasar la materia, clases privadas dadas por él en otros lugares durante las vacaciones, a lo cual respondí con un no rotundo y le dije que no había problema, que yo repetiría la materia; entonces el acosador contestó: “¿vas a pagar toda esa plata por una materia, cuando yo te puedo ayudar de manera privada?”, y yo respondí: “sí. Hay que aceptar las consecuencias de los errores.”
Lo complicado de la situación, era que tenía que seguir viendo a este tipo en clase y en el siguiente semestre. La posición para mí fue, sin duda, incómoda, pero tenía que soportarla porque estaba en juego mi grado. Como consecuencia, empecé a padecer problemas físicos y psicológicos y no me sentía bien en ningún lugar. Tuve constantes ataques de ansiedad y nerviosismo en espacios como mis prácticas laborales.
Al menos el error del directivo y profesor al llamarme y dar a conocer su identidad, de alguna manera sirvió para que me dejara tranquilo ese semestre y poder llegar a mi grado en paz.
Pasados algunos meses, empecé a indagar dentro de mi núcleo de amigos o conocidos de la carrera, si esta situación le había sucedido a alguien más. Entonces, empecé a escuchar rumores que no era el único y que este tipo lo hacía con varias personas. Es más, el problema trascendía porque se escuchaba que este directivo “pagaba” favores sexuales, con viajes, reuniones y demás a los estudiantes. Creo que el acoso en la facultad de Ciencia Política era una estructura instaurada, pues 8 años después están saliendo a flote muchas denuncias de estudiantes que fueron acosados por este directivo y por otros profesores.
Por último, quiero aclarar que esta denuncia la hago hasta ahora, porque creo que es una forma de deshacerme del daño que este tipo causo en mí y porque paulatinamente he superado el miedo, además porque en la facultad nos enseñaron que nunca es tarde para hacer justicia.
Hago esta aclaración, porque normalmente esta es la primera pregunta que me hacen cuando voy a exponer el caso; así fue en el momento que me comuniqué para solicitar el correo de rectoría y la secretaria contestó que ¿por qué hasta ahora? Hoy solo puedo decir que todos creemos ser valientes hasta que vivimos situaciones como esta.”
Esta denuncia la hizo Miguel en el año 2019 a la rectoría de la Universidad Javeriana y la respuesta de la universidad fue la siguiente:

La Universidad Javeriana, antes de desvincular a este profesor formalmente, lo sacó de su cargo directivo en la facultad de Ciencias Políticas y lo trasladó a otro cargo de coordinación en un proyecto en el Amazonas. Lamentablemente, este personaje actualmente continúa en la academia, en otra universidad.
Preguntarles a las víctimas ¿por qué no denunciaron antes? es una pregunta muy común, sin una respuesta fácil. Sin embargo, la pregunta que quisiera que nos hiciéramos es ¿Cómo una persona pudo mantenerse por tantos años en una institución tan prestigiosa, presuntamente cometiendo estos actos, sin que prácticamente nadie hiciera nada? ¿El poder dado por su cargo dentro de la facultad, respaldado desde su posición en la comunidad jesuita y fortalecido desde las relaciones interpersonales con otros docentes, podrían dar respuesta a esto? No lo sé. Lo que sí sé, es que nueve años después estos exalumnos que ya tienen una trayectoria laboral consolidada, sienten la fortaleza para contar sus historias.
Quiero concluir agradeciéndole a todos los estudiantes y excompañeros, víctimas, que después de tanto tiempo reabrieron sus heridas y participaron de este artículo contando sus historias. Son muy valientes y espero que los culpables algún día paguen y que nunca vuelva repetirse este tipo de situaciones. Por supuesto, gracias a todos mis excompañeros que conocieron de cerca estas historias y que compartirán este artículo.
*Es posible y probable que haya otros hombres o mujeres que quieran contar sus historias. Estoy abierta a recibirlos con estricta confidencialidad sobre su identidad, mediante la protección de fuentes. Pueden enviar sus testimonios al correo denunciasacosojaveriana@gmail.com o contactarme a través de mis redes sociales @lagardeazabal en twitter y @ana.gardeazabal_ en Instagram.