Por: Jaime Arturo Restrepo – El Patriota
El presidente Álvaro Uribe Vélez, fue el hombre que materializó la esperanza de los colombianos, en el momento en que nos encontrábamos secuestrados en las ciudades; en el momento en que el país estaba capturado por el narco terrorismo, cuando estábamos ad portas de un Estado fallido; en aquel momento histórico en que el campo era presa de la criminalidad organizada. Por eso, creímos en su política, seguros en ese momento, de que liberaría a nuestro país del yugo comunista y del terrorismo fratricida.
Ese era el Uribe que hacia vibrar el alma, el que nos contagió con su oratoria de seguridad democrática, de autoridad, orden y justicia. Ese era el Uribe por el que muchos hubiéramos dado hasta la vida misma; y por eso gratitud perenne.
No obstante, las anteriores consideraciones, pertinentes para sus ocho años de gobierno, se hace necesario hacer un análisis desde lo táctico y lo estratégico, para sacar conclusiones ponderadas y equilibradas sobre su liderazgo y sobre las consecuencias de sus acciones.
Es indudable la evidencia de los resultados operacionales contra las estructuras armadas de las organizaciones narcoterroristas FARC y ELN, desde el año 2002 hasta el año 2010; pero, no se puede desconocer que en aquello de la combinación de todas las formas de lucha, Uribe, desde su gobierno, solo controvirtió y combatió a uno de los tentáculos del problema, al brazo armado, dejando incólume y fortaleciendo con sus acciones y omisiones a las estructuras políticas, jurídicas, judiciales, comunicacionales, de masas y organizaciones del terrorismo. Afirmación que me permitiré soportar en los epígrafes venideros.
Así mismo, me atrevo a afirmar, sin pasiones y con razonamiento crítico, que el Presidente que más ha favorecido los intereses estratégicos de la izquierda, para la toma del poder, se llama Álvaro Uribe Vélez y lo afirmo con la misma tristeza de un hijo cuando pierde a un padre. Atestación que hago con base en los siguientes hechos y consideraciones:
Después de los crímenes de lesa humanidad, perpetrados por los bandidos del M-19, estos jamás contaron la verdad sobre sus crímenes, ni pagaron un solo día de prisión, ni mucho menos repararon a sus víctimas. No obstante, esta verdad inexorable, Uribe fue quien pidió el indulto total para el M-19, el 20 de mayo de 1992; y como Senador, fue autor de la “ley de re indulto”, donde se aseguró la extinción de la acción penal, para la impunidad de los crímenes de lesa humanidad, acontecidos en la toma terrorista al Palacio de Justicia; y para otros hechos de sangre que enlutaron al país y a cientos de familias colombianas.
No contento con semejante exabrupto político, Uribe ha preferido a los victimarios sobre las víctimas, otorgando amplia participación durante su gobierno a toda suerte de militantes de la izquierda fratricida y de sus brazos armados, como Carlos Franco (EPL), quien fungió como director del Programa Presidencial de DDHH; Darío Mejía (EPL), como coordinador del Programa Presidencial de Reinserción en Antioquia; Rosemberg Pabón (M-19), como director del Departamento Administrativo de Economía Solidaria; Augusto Osorno (M-19), como director de Agua Potable y Saneamiento Básico del Ministerio del Medio Ambiente; Eduardo Chávez (M-19), quien trabajó en el Ministerio de Ambiente y desarrollo sostenible, y la participación de Laura Pizarro, viuda de Carlos Pizarro (M-19) y de Adolfo Bula (ELN) a su primera campaña a la presidencia.
Alianzas indecorosas con bandidos indultados de izquierdas, que se extienden a la actualidad. Recordemos el respaldo de Angelino Garzón (M-19), mediante un comunicado a la candidatura de Iván Duque, el aval a su hija para la candidatura a la Alcaldía de Bogotá; y la curul al Senado de Everth Bustamante (M-19) por su partido Centro Democrático.
No es de menor valía, evidenciar los jugosos contratos que fueron entregados por el gobierno de Uribe, a las ONG de izquierda, que ejercen la combinación de todas las formas de lucha, mediante su oficina de Acción Social.
Para ir cerrando la tenaza en favor de la izquierda sanguinaria, el gobierno de Uribe propició una gran cacería de brujas contra nuestros militares, acabando con la moral combativa de las tropas y con su fe en la causa, cuando mediante las Directivas Ministeriales números 10 y 19 del 2007 (Ministerio de Defensa), ultimó a la Justicia Penal Militar, entregó los procesos de los resultados operacionales a una justicia ordinaria politizada, con la consecuencia de más de 3.000 militares privados de la libertad. Su gobierno, además, menoscabó el reconocimiento mensual de un subsidio familiar para los soldados profesionales, equivalente al 4% de su salario básico mensual, más la prima de antigüedad, mediante el Decreto número 3770 de 2009.
Recordemos la execrable destitución pública de 27 militares, mediante rueda de prensa televisada el 29 de octubre del 2008, violentando la presunción de inocencia, el debido proceso y el derecho de defensa de estos militares, en una condena a priori, que fue direccionada por el General del Ejército, de no grata recordación, Carlos Suárez “La Machaca”. Este mismo modus operandi, de condenas políticas y destituciones a militares sumarias y públicas, se siguen presentando en el actual gobierno de corte uribista.
Sin pretender apologías al delito, pero, con una medición estratégica de las consecuencias de cada acción, hay que decir, sin lugar a dudas, que la desmovilización presionada por Uribe, de 31.000 hombres armados de las Autodefensas Unidas de Colombia, como el enemigo natural de las FARC y del ELN; facilitó la reorganización táctica de esas organizaciones narcoterroristas, y permitió que retomaran zonas estratégicas, para la seguridad nacional, que habían sido recuperadas a sangre y fuego por las autodefensas. Zonas como el norte del Cauca y el Catatumbo, no fueron aseguradas ni consolidadas por el Estado y en consecuencia, allí volvieron con toda la fuerza del narcotráfico las FARC y el ELN.
Siguiendo con la cronología de sus errores y horrores estratégicos, Uribe catapultó al traidor Juan Manuel Santos, a la presidencia de Colombia, con las fatídicas consecuencias que ya todos conocemos; y que no vale la pena repetir. Claro, que lo que hizo Santos, se compadece paradójica y casualmente, con el dicho de Uribe, en el año 2006, cuando públicamente defendía, para el materializar un proceso de paz con las FARC; la elegibilidad para criminales de lesa humanidad: “si un acuerdo de paz impide que vayan al Congreso, eso hay que removerlo, ese obstáculo, y seguramente habrá que removerlo en una norma constitucional”.
La tapa del cóngolo, fue cuando Santos prometió su renuncia, si ganaba el No, en el plebiscito del 2 de octubre del 2016 y Uribe, en vez de exigir su renuncia, presentar demandas internacionales, por violación al derecho fundamental al sufragio y presionar el cumplimiento del triunfo del No, como resultado del plebiscito, ganado a pulso por el Constituyente Primario, negoció con Santos el resultado, en un flagrante acto de traición al pueblo, en donde participaron los autodenominados líderes del No, Alejandro Ordoñez, Marta Lucía Ramírez y Andrés Pastrana.
Así fue el acto de traición liderado por Uribe, que fue capitalizado por Santos y la Corte Constitucional para dar el golpe de gracia al No: “a pesar de que ganó el no, y que para muchos como para Jaime Castro, eximio jurista, era claro que la consecuencia sería la inexistencia del acuerdo nosotros honramos la palabra y desde esa noche dijimos, puede haber con lógica la interpretación de que el acuerdo es inexistente, pero vamos a honrar la palabra, proponemos un pacto nacional que le haga unas modificaciones a ese acuerdo, nos dedicamos a eso…”
El domingo 2 de octubre del año 2016, un número de 6.438.552 ciudadanos colombianos, votamos NO en el plebiscito, desaprobando de manera integral y completa, las 297 páginas de los Acuerdos de la Habana, por mayoría de votos, teniendo como consecuencia la “imposibilidad jurídica para el presidente de adelantar la implementación de ese acuerdo en específico, puesto que fue esa decisión de política pública la que se sometió a la refrendación popular”.
La ley estatutaria No 94/15 Senado – 156/15 Cámara, declarada exequible por la Corte Constitucional, regló el plebiscito especial advirtiendo en el parágrafo primero del artículo 3º el carácter vinculante de la decisión para el Presidente, entendiéndose vinculante la decisión para la aprobación o para la no aprobación: “ARTÍCULO 3º. Carácter y consecuencias de la decisión. La decisión aprobada a través del Plebiscito para la Refrendación del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera, tendrá un carácter vinculante para efectos del desarrollo constitucional y legal del Acuerdo.”
El ex Fiscal General de la Nación, Néstor Humberto Martínez, contó en su libro “las dos caras de la paz” como a las 5 de la tarde de ese 2 de octubre del 2016, recibió una llamada del Representante a la Cámara por el Centro Democrático Edward Rodríguez quien le pasó al presidente Uribe, quien le manifestó: “Por eso lo llamo. Quiero que usted sirva de compromisario de un gran acuerdo para salvar la paz. Pero es necesario que en el discurso que pronuncie el presidente Santos esta tarde, abra las puertas del dialogo. Le propongo que nombremos tres plenipotenciarios por el Gobierno y tres plenipotenciarios representantes del “No” y de manera discreta lleguemos a un acuerdo nacional, con velocidad…”
La pregunta del plebiscito que se respondió con un SI o con un NO era la siguiente: ¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera? Pregunta que fue muy clara y que no se prestaba para interpretaciones de un sector de traidores de la patria, que salió cual meretriz a vender y a negociar el capital político del Constituyente Primario.
Nos negociaron y en ese acuerdo que se materializó en Rionegro, Antioquia, quedó comprometida más allá de nuestra justicia, por la impunidad rampante en favor de criminales de lesa humanidad de las FARC, su elegibilidad y lo más grave, nuestra soberanía, por la entrega territorial que implicó el capítulo titulado reforma rural integral. A consecuencia de ese acuerdo espurio, quedamos balcanizados y fragmentados en republiquetas (Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial- PDET), que sirven como bastiones estratégicos para el narcotráfico y los terroristas. Además de un brazo armado en el monte, mal llamadas disidencias; y más de 1.000 guerrilleros armados, por la Unidad Nacional de Protección. Lo anterior, gracias a Uribe y a los autodenominados líderes del No.
Después de los fatídicos episodios, de Santos y del plebiscito, muchos colombianos nos vimos en la necesidad imperiosa de apoyar la candidatura de Duque, para evitar un mal mayor, representado en la campaña de un proyecto socialista, en cabeza de un bandido del M-19. Recordemos el discurso y las promesas de campaña, cuando hablaba tan duro contra los acuerdos de la Habana (teatro Colón), contra la JEP, cuando prometió acabar con los cultivos ilícitos; pero, hoy vemos, después de dos años de gobierno, el apoyo irrestricto de Duque, en la implementación de esos acuerdos espurios, el respaldo a la JEP, su incapacidad de gobernar más allá de la Casa de Nariño; con una ruralidad contaminada con más de 250 hectáreas sembradas en coca, el otorgamiento de estatus político al ELN desde su gobierno, una agenda económica pauperizadora, que pretende implementar la renta básica propia del Estado benefactor, un Ejército secuestrado por el trabajo de masas de la izquierda narcotraficante y el discurso de los izquierdos humanos y el peligro de la implementación, desde el Centro Democrático del sistema electrónico de registro y conteo de votos, ya ampliamente probado en Venezuela, para secuestrar la democracia. También nos prometió una reforma a la justicia, pero su promesa, se tradujo en un gobierno que hace de notaria para las altas cortes.
Sumemos, la “casualidad” de un amplio espectro de servidores públicos santistas, dentro del gobierno de transición de Duque, para que completemos el diagnóstico y saquemos conclusiones.
Llegamos al punto de advertir un comité de plausos mesiánico en torno a Uribe, sin razonamiento crítico, que no mide o no le interesa, medir el contexto de los acontecimientos políticos en torno al líder, que para ellos es muy sagaz y hábil, para algunos movimientos; pero, es víctima del engaño frente a otros. Personalmente, no creo que Uribe sea tan cándido y tan incauto.
El efecto teflón que blinda a Uribe de la crítica, en un movimiento político mesiánico, no nos aparta a muchos, de la facultad para ejercer el derecho fundamental y democrático a la libertad de expresión; así algunos fanáticos se molesten o se rasguen las vestiduras. Luego entonces, frente al caleidoscopio de hechos y consideraciones esgrimidas en este artículo, se puede colegir que el saludo lisonjero de Uribe, para con la terrorista de las FARC, recientemente nombrada vicepresidente del Senado, no es una simple casualidad, ni es un desprevenido acto de diplomacia parlamentaria o caballerosidad, que por cierto, se traduce en una palmada en la cara, contra las millones de víctimas de esa organización narco terrorista.
Uribe, es como el marido que fue muy buen esposo y muy buen padre, pero un día decidió abandonar el hogar con la moza y dejar de proveer el sustento para su esposa e hijos. No creo que la esposa por gratitud, se tenga que seguir acostando con él y además de eso le atienda a la moza en la casa. Valga la analogía.
La lectura actual, va más allá de la claudicación ante el terrorismo, se extravió el rumbo de su gobierno, se ablandó la mano dura; y Uribe, se convirtió en la quinta columna de la izquierda carnívora, construyendo piedra a piedra y peldaño a peldaño, con sus acciones y omisiones, el ariete para la toma del poder por la izquierda de la lucha de clases y del igualitarismo empobrecedor.
Si hay causa perdida, cuando la evidencia demuestra, que no existe el cacaraqueado dique y bastión de contención al comunismo. La Colombia de hoy, en nada difiere, de la Colombia de los noventa.
Quienes quieran seguir votando por el que diga Uribe, tienen la libertad de hacerlo o no, de eso se trata la democracia. Eso sí, después no digan que no se les advirtió.