Por: Juan Daniel Giraldo
El día de ayer recibi en un grupo de whatsapp unas imágenes que me causaron mucha curiosidad, revisándolo en detalle vi que era un artículo de Iván Duque que data del 2007, la curiosidad me causó en especial por dos cosas: la primera por el título con el que se presenta: Consejero Principal por Colombia y Ecuador ante el BID: Iván Duque, es curioso porque precisamente semejante título rimbombante pensaría uno es para hablar de proyectos que beneficien la región, pero no, y aquí viene el segundo punto que me causa curiosidad, el título y el cuerpo del mensaje: “el Hijo de Putin”, en dicho artículo no solo se descarga en calificativos contra el Presidente de Rusia, sino que además “predice” su derrota en el 2007. Ya todos conocemos los resultados de esa contienda electoral, y lo que se desencadenó en la última década luego de ello. Mi interés no es apoyar o no dicha nación y presidente; tampoco tomar partido en la cruel contienda que por estos días se presenta en Ucrania. Mi único interés es mostrar algo que ha sido recurrente en este gobierno: el fracaso de la política internacional.
Una persona con aspiraciones presidenciales debe tener muy claro desde décadas anteriores qué y cómo publica lo que piensa en el momento, porque en el futuro puede pasarle cuentas de cobro. Juan Manuel Santos en 1997 solicitó al gobierno nacional de la época el despeje de la zona de distención, algo que debió prendernos alarmas, pero caímos redondos después con sus excusas melifluas. De Petro ni se diga: ya sabemos a qué atenernos llegado el caso que se asiente en el solio de Bolívar, y más casos podemos encontrar, que haría largo este comentario. Pero dicho artículo y otros discursos más del Presidente deberían habernos dado la idea que su única aspiración en relaciones exteriores se llama Estados Unidos.
Desde el comienzo de este gobierno la premisa que tuvo el presidente fue la de convertirse en un baluarte democrático regional, para ello comenzó la presión internacional para que el país del Norte comenzara una ofensiva y una escalada casi que militar contra Venezuela, acto que no tuvo eco, y lastimosamente terminó convirtiéndose en un hazmerreir en el continente. Acto seguido, comenzó una política exterior de sometimiento y querer agradar al gobierno gringo, hasta el punto de nunca contradecir cualquier acción o despliegue que ellos realizasen. En vez de sentar una posición frente al fracaso de la ofensiva contra Al Qeda, sin solicitud previa, tal cual acto de lambonería se ofreció para recibir a Afganos como refugiados (cómo si con Venezuela y el drama de Haitianos en la frontera con Panamá no bastara). Hace unos días de forma unilateral, El Gobierno de Estados Unidos, tranquilamente, anunció la deportación de Venezolanos a… Colombia, si a Colombia, no a Venezuela, y el gobierno simplemente dijo que no había sido notificado de ello. Y a estas alturas no sabemos si realmente llegaron al país o no. Y ni hablar el desespero por ingresar a la OTAN, cuando en la práctica jamás podrán prestar colaboración efectiva frente a un eventual ataque Venezolano.
Esto es una muestra simplemente de un error que estamos atravesando en materia de relaciones exteriores. La carrera diplomática colombiana se ha visto como una de las más pulcras y exitosas del mundo. Ha sabido mantener las buenas relaciones con todos los países, manteniendo una neutralidad prudente. Han entendido que una relación va más allá de situaciones momentáneas o de un período presidencial, y que los países perduran, más los gobernantes no. Pero que un presidente tenga una relación casi que obsesiva con un solo país, y más aún un país que en estos momentos se enfrenta a encrucijadas tan grandes internas y externas, dejan mucho que pensar.
Y la cereza del pastel: Después de innumerables ruegos al todopoderoso gran y mejor amigo del norte, el único país con quien vale la pena tener relaciones, autoriza una posible reunión entre presidentes, nos encontramos con el Decreto presidencial 305 del 2022, cuyo único fin es el de crear la medalla de los 200 años de relaciones bilaterales entre Colombia y Estados Unidos.
Ya no sabría decir si este es el culmen de una serie eventos desafortunados en las relaciones, o otra más de las jugadas desesperadas de un presidente en franco retiro, por tratar de convertirse en referente para EEUU. Pretender crear una medalla que imponga el presidente de Colombia únicamente a las personas que trabajan en las relaciones entre los gringos y Colombia, no es sino una muestra de la poca visión internacional que estamos teniendo al momento.
Para resumir y concluir: si dicho relacionamiento se viera activamente beneficiado el país con recursos para la inversión, con equipamiento óptimo para la defensa contra el vecino a la que el mismo Estados Unidos nos avocó, si de verdad el apoyo contra la lucha antidrogas se viera aumentado y menos condicionada, uno podría pensar que si es necesario mantener esa relación servil y de sometimiento, al mejor estilo de las colonias del siglo XX; pero la realidad es otra: recibimos aviones dados de baja de 1950 como la gran donación gringa. Se llenan la boca afirmando que “regalan” 8 millones de dólares para la lucha contra la delincuencia (que no alcanzan ni para construir un salón de clases bien equipado), pero si exigen compromisos cada vez más altos al gobierno colombiano, off the record miembros no oficiales de la embajada visitan y cuestionan funcionarios públicos y privados “recomendando” comprar y adquirir productos de ese país; cuestionan en privado cualquier otra relación y otras más; olvidando tanto el uno como el otro que el único país que realmente “le come cuento”, es Colombia.
Ojalá el próximo gobierno si revise en detalle con nuestros idóneos funcionarios de cancillería, las relaciones con el País del Norte, y viren la mirada hacia otros horizontes que nos permitan expandir nuestras fronteras comerciales y ser realmente visibles en el espectro internacional.