Por: Andrés Villota
Después de haber visto, vivido o sobrevivido a sucesivas crisis como la del UPAC, a finales del Siglo XX, la crisis de la Deuda Pública Local o “de los TES” en los primeros años del Siglo XXI que coincidió con la crisis de las Puntocom, la crisis Sub Prime en el año 2008 y, a los pocos meses, la caída del emporio construido con humo de Bernard Madoff; puedo decir, sin temor a equivocarme, que se está configurando una gran crisis, sin precedentes en la historia de la humanidad.
Un gran Crack que va a provocar la caída en los precios de las acciones de empresas de fachada de cartón y demás activos financieros sin respaldo real como los bonos de deuda pública y las monedas nacionales fiduciarias, que va a tener consecuencias obvias en lo económico y, también, va a tener consecuencias en lo social, en lo institucional y en lo geopolítico. La debacle de las estructuras de poder surgidas e impuestas a una sociedad vulnerable después de la Segunda Guerra Mundial.
La burbuja especulativa que se revienta, precipita y marca el inicio del crack, es la de las cryptomonedas, la mamá de todas la burbujas especulativas, que ha superado con creces a las burbujas de los Tulipanes en el Siglo XVII, la de South Sea Company en el siglo XIX, la del Crack de 1929, la burbuja de las Puntocom y la del precio de las viviendas en los Estados Unidos.
La debacle de las plataformas transaccionales de cryptomonedas como FTX, que servían para darle liquidez al humo algorítmico y convertirlo en dólares americanos, por culpa del saqueo inclemente a las cuentas de los cryptodueños que perdieron el control sobre sus cuentas al darle las claves de ingreso a sus billeteras a un hampón del tamaño de Sam Bankman-Fried, es la cuota inicial de la debacle de ese microcosmos porque queda sin liquidez ese mercado.
Se quedaron con la escoba en la mano cuando quitaron la música. Prohibido reclamar algo porque se trata de cuentas anónimas, que hace imposible comprobar la identidad del beneficiario real de esas nubes de humo.
Las cryptomonedas se habían convertido en el medio de pago preferido por los capos de las economías ilegales y la mafia de los burócratas más corruptos, por eso, dicen, pasó lo de Casino Royal, se quebró el banquero de los hampones, más hampones. Ladrón que roba a ladrón, cien años tiene de perdón.
La Deuda Pública colombiana está colapsando. El discurso permanente del nuevo gobierno de no querer pagar lo que debe Colombia, por culpa del cambio climático y por culpa de la esclavitud del siglo antepasado, ha logrado que el costo financiero de Colombia, casi, se triplique ante el creciente riesgo de default.
Los grandes administradores de portafolios de inversión, en el mundo, no son igual de imbéciles a los que votaron por el Pacto Histórico, ni son igual de ignorantes a los miembros del alto gobierno y la bancada de gobierno en el Congreso colombiano, entonces, ellos no se comen el cuento del cambio climático o de la esclavitud retroactiva, en consecuencia, salen despavoridos y liquidan las posiciones en bonos de deuda soberana colombiana. Se queda Colombia sin fuentes de financiación externa.
Le explotó, en la cara, la crisis de la deuda pública a José Roberto Acosta, el director de Crédito Público, un comunista caviar fanfarrón que se creía superior a las fuerzas del mercado. Un ex corredor de bolsa al que Gustavo Petro le pagó con esa corbata por ser un profesor cobarde e irresponsable que extorsionaba a sus alumnos con calificarlos mejor, si le enviaban una selfie, en pareja, en medio de las revueltas terroristas de La Primera Línea porque los petristas necesitaban trofeos de alto valor, diferentes al perfil de Dilan.
Las monedas fiduciarias están en crisis en el mundo entero por culpa de gobiernos botarates como el de Gustavo Petro. Los funcionarios del gobierno de Petro, parecen en un reality, actúan como si el presidente les hubiera dado a cada uno un carrito de mercado y estuvieran corriendo por todos los pasillos de Colombia, tratando de llenar el carro con todo lo que puedan tomar, antes de que los saquen del poder o que los capturen.
En Colombia, el crecimiento de la inflación, demuestra que abusaron de la fórmula mágica de emitir dinero sin respaldo y de manera desaforada, que le había dado Edwin Kemmerer a los burócratas colombianos, hace un siglo.
Kemmerer, el amante de John Maynard Keynes, propagó en nuestro país y en la región, el modelo económico keynesiano, basado en el intervencionismo estatal y el gasto público inútil, haciendo que la desigualdad en la distribución de la riqueza se rompiera y se reflejara en el Índice de Gini que, desde ese entonces, dejó de acercarse a cero y empezó a acercarse a uno.
La riqueza del mundo, empezó a concentrarse en una minoría parásita que se entroniza en el poder para saquear y apropiarse del fruto del trabajo de todos los seres humanos productivos y útiles a la sociedad.
Keynes fortaleció el modelo de expolio, creando el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional que se convirtieron en oenegés dedicadas a la extorsión, forzando a las naciones a que aumentaran sin límite y sin compasión, el recaudo de impuestos.
No olvidar que el FMI fue uno de los más “molestos” con la propuesta de bajar los impuestos, hecha por la ex Primer Ministro del Reino Unido, Liz Truss. Que bajen los impuestos, para un burócrata del FMI, es cómo si a Drácula le dijeran que el Banco de Sangre va a reducir el recaudo de sangre.
Limitar la emisión de dinero a la existencia de oro, tiene como consecuencia directa que el tamaño del Estado tiene que disminuir y los burócratas deben buscar un oficio productivo. La profesión de “político” tiende a desaparecer.
La emisión de monedas nacionales digitales, determina la plena trazabilidad sobre los movimientos financieros de los burócratas. Para los políticos corruptos, la función pública va a dejar de ser una opción para obtener ingresos. Sus movidas corruptas van a ser plenamente identificadas.
La consecuencia más importante de este crack es la desaparición del Modelo Keynesiano y el resurgimiento del Liberalismo económico clásico, el de Smith y de Ricardo.
La inminente caída del dólar americano y del euro como monedas de referencia para el comercio internacional, promueve el fortalecimiento de las monedas nacionales que, obligatoriamente, van a tener que retomar el Patrón Oro para poder volver a ser competitivas y para que los términos de intercambio sean iguales. Desaparece la devaluación de las monedas y reaparece el tipo de cambio directo.
Se acaba la inflación, por lo tanto, la justificación del “rendimiento financiero” de la Teoría de Keynes, desaparece. Los instrumentos de deuda pública pierden el incentivo, sumado a que se revalúa el concepto de “Tasa Libre de Riesgo” de los bonos de deuda soberana, cuando los inversionistas ven a esa caterva de ignorantes, de teguas, de marihuaneros, al mando de las finanzas públicas colombianas y determinando la administración de los recursos que le prestan a Colombia.
Significa el retorno de la función real de las Bolsas de Valores, de convertir el ahorro en inversión. Regresa la financiación de las empresas mediante la emisión de acciones, ante la desaparición de los instrumentos de deuda, lo que exige transparencia y eficiencia corporativa para poder informar al mercado y que tome decisiones de inversión, solo en las mejores empresas.
Se acaba esa mala práctica corporativa de contratar a semi analfabetas solo por pertenecer a alguna minoría supremacista por culpa de una inclusión mal entendida, y vuelven a integrar a los que estudiaron y tienen experiencia porque las empresas deben ser productivas de verdad. Solo van a sobrevivir las empresas eficientes que hacen algo. Las empresas de fachada, usadas para lavar activos, van a desaparecer.
El sacudón en los mercados laborales va a hacer desaparecer los programas académicos que impartían conocimientos inútiles que generaban un lastre social muy pesado. En el nuevo mercado laboral, los mediocres y los inútiles no van a tener cabida. Los que iban a cambiar al mundo estudiando Ciencias Humanas o consumiendo sustancias psicoactivas, les tocó matricularse en una Escuela de Oficios productivos. Las rémoras familiares, no son una opción.
La función pedagógica del Crack del 23, va a determinar el verdadero cambio al interior de la sociedad colombiana.