Por: Jazmin Balaguer
Una pequeña minoría de la Minga indígena del Cauca (2% de 246.000 de acuerdo al censo 2018) avanza en este momento hacia Bogotá. Pretenden hablar con el Presidente Duque, en campo abierto con la participación de 5 mil indígenas, para pedirle, dicen, explicaciones por el asesinato de sus líderes sociales y la sustitución de cultivos ilícitos.
Existe una perversa estrategia de forjar una narrativa de un Presidente que no gusta del dialogo, los consensos. Y que por ello, acostumbra a dejar la silla vaciá como ocurrió el año pasado cuando los indígenas bloquearon la vía Panamericana, y citaron al Presidente en la plaza principal de Caldono, Cauca. El mandatario aceptó trasladarse hasta ese municipio y reunirse en un recinto amplio pero cerrado, lo cual fue rechazado y frustró el encuentro. Así como la jugada de la Alcaldesa Claudia López, quien en un acto de reconciliación público, causó lo contrario, más división, por el deshonesto acto de pegar un papel con el nombre del Presidente en una de las sillas. Esto, justo antes de comenzar el evento, solo para evidenciar que él no había ido, a pesar, que se había acordado que por la premura de tiempo, iría en su lugar un representante del Alto Gobierno.
Colombia por sus problemas de seguridad, provoca una amenaza constante a la institucionalidad, entre ellas a la vida e integridad de quien ejerza como Presidente de la República. Por ejemplo, el Presidente Álvaro Uribe por enfrentar uno de los carteles de drogas más importantes del mundo, como la extinta FARC, y demás grupos criminales, ha sido quién mas atentados e intentos frustados para acabar con su vida ha recibido. El Presidente Duque, tiene una amenaza permanente, pero en ocasiones se logra establecer con precisión el modo, tiempo y lugar. Como sucedió precisamente en Caldono, en donde las condiciones estaban dadas y se tenían interceptaciones de llamadas sobre francotiradores. Por ello, ningún Presidente responsable accedería a sentarse a hablar en campo abierto con asistencia masiva de personas. Sin contar, que por jerarquía, la Casa de Militar de la Presidencia de la Republica siempre controla el protocolo del evento donde participe el primer mandatario.
Con la movilización de la Minga, se continúa con esa fácil maniobra basada en algo que no hará el Presidente por fuerza mayor, para intentar engañar a la opinión pública. Lo que evidencia la bajeza política de quienes están detrás azuzando e instrumentalizando las diferentes y legítimas movilizaciones.
Ahora, el departamento del Cauca históricamente ha sido un nicho de grupos criminales que ha sitiado y victimizado a la población indígena. Hoy bajo el brazalete de las disidencias continúan asesinando a sus líderes sociales, principalmente porque se oponen al narcotráfico en sus territorios. Así, estas comunidades están secuestradas en sus territorios a merced de la voluntad de estos grupos, por lo que acceden a hacer acuerdos para tratar de vivir en paz, como no permitir la presencia de la Fuerza Pública (tal como demostró el documento presentado ayer por el periodista Gustavo Rúgeles). Se aprovechan también, de sus demandas de más territorio y recursos, para ampliar sus negocios ilícitos y apropiarse de los beneficios estatales.
Por tal motivo, el Gobierno Duque que ha dado en dos años casi un billón de pesos a esa comunidad indígena, podría dar otro y el doble de territorio, y las cosas en vez de mejorar para ellos, empeorarían por los incentivos perversos para que los sigan instrumentalizando. La solución pasa por acabar con los cultivos ilícitos y la cadena de valor del narcotráfico, su fuente de financiamiento, para debilitar el crimen, expulsar esos grupos de los territorios indígenas y someterlos a la ley. Mientras eso sucede, toda ayuda estatal debe ir condicionada a resultados medibles de bienestar.
Bajo este panorama, no resulta extraño que la minga que llegara este infiltrada por integrantes de esa criminalidad. Hay motivaciones para confrontar a la Fuerza Pública, y colocarla en contra de la población civil que usarían como escudo. Estrategia que ya ha empleado el ELN en marchas anteriores, y que abiertamente ha expresado su intención de seguirse involucrando.
Pretender un dialogo es falso. Quedò demostrado en Cali, cuando rechazaron seguir conversando con representantes del Alto Gobierno, e incluso con el mismo Presidente si se hacía en un recinto cerrado, así fuera con más de 100 líderes de la minga. Dicen que ellos garantizarían su seguridad, pero por lo expuesto, no tienen capacidad de hacerlo. Es claro que buscan exponer al Presidente a una situación de riesgo a su vida y gobernabilidad, al mismo tiempo que intentan demostrar poder de negociación para sus pretensiones políticas y económicas.
Desde que el Presidente Duque ganó las elecciones, la oposición ha buscado desestabilizar políticamente el país con narrativas cargadas de posverdad, que motiven a marchar. Como estrategia para acceder al poder en las elecciones del 2022. Sin embargo, le falta un importante componente: el apoyo popular. Desde la primera marcha el año pasado, fue claro que la ciudadanía en su gran mayoría no está de acuerdo con esos discursos sectarios en contra del Gobierno, y que sus diferencias con este, tampoco son tan graves como para salir a gritar arengas. (Leer al respecto, ¿Por qué están fracasando las marchas en Colombia?). Esta es una gran preocupación para quienes están detrás, por ello, buscan deliberadamente que confluya la marcha indígena con la de Central Unitaria de Trabajadores y Fecode. Congregados alrededor de un discurso cada vez más radical y hostil con el propósito de ganar adeptos. A pesar de estos embates populistas, la democracia y la institucionalidad se terminaran fortaleciendo.