Por: Laura Pinzón Bravo
Desde siglos antiguos, se ratificaba aquella característica que nos diferencia de los animales, el ser homo sapiens sapiens, lo que incluye el uso de la razón individual y colectiva, como lo definió Kant un animal rationabile, no un animal rationale.
Sin embargo, hemos visto como también durante siglos, es el mismo ser humano quien adopta comportamientos irracionales, dejando de lado esta preciada característica diferenciadora. El más reciente suceso que lo ratifica, se dio en Medellín, donde en un jardín de la ciudad se activó un Código Fucsia, lo que indica que hay abuso de menores, en este caso, 14 de ellos fueron abusados por un hombre que dormía con ellos.
Cabe entonces preguntarnos, ¿por qué suceden estas atrocidades? Para iniciar, debemos diferenciar las prácticas sexuales abusivas, que según Paul Ochotorena son tres: una asimetría de poder, que se da por la manipulación psicológica del abusador, el cual coloca en situación de vulnerabilidad a la víctima; una asimetría de conocimientos, donde el abusador conoce mejor sobre la sexualidad de la víctima y finalmente, una asimetría de gratificación, donde el abusador siente deseo y necesidad de la víctima. Por tanto, es completamente reprochable que los sucios abusadores accedan al candor de los menores, pues los primeros son quienes han desarrollado la razón más allá de la inocencia durante el proceso de maduración.
Por otro lado, según cifras entregadas el año pasado por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), 62 mil menores han sido víctimas de violencia física, sexual y psicológica y 24 mil menores han sido abandonados; se practican 13 mil pruebas médicas por presunto abuso sexual, es decir en promedio, se realizan 43 exámenes al día ¿estas cifras no son completamente irracionales?
No sé ustedes, pero en mi, este suceso sin duda causó una aberración a los comportamientos irracionales del ser humano, esos que no se conduelen ni de un menor, de aquellos que agreden la libertad del otro, de los que buscan el “placer por el placer”, los cuales ratifican que en algunos casos, como este, los animales son los racionales.
Así pues, nosotros como adultos debemos proteger y no atacar a los menores. Somos nosotros quienes debemos escucharlos, guiarlos y enseñarles todo aquello que integre su racionalidad con comportamientos morales dentro de una sociedad. Es importante que, si un niño se acerca a nosotros para darnos alguna alerta sobre ese “amigo grande” que lo está tocando, lo escuchemos, pues, se debe reconocer que este está generalmente muy cercano a ellos. Recordemos que el mundo ahora está al revés, se aplaude el pecado y se rechaza el buen actuar, se celebra la irracionalidad y se hace de lado la moralidad.