Por: Julian Buitrago Arango
Se acabó la campaña y hubo un ganador. Se usaron métodos muy cuestionables, nunca habíamos experimentado tantas fake news ni ataques personales, pero lo cierto es que toca voltear la página y pensar en el país. Desde un comienzo el equipo de Petro convirtió en su oponente al uribismo, matriculando a cada candidato con posibilidades de enfrentarlo como “el de Uribe”. Lo hizo con Fico y lo repitió con el Ingeniero en la segunda vuelta. El gobierno que entrega el poder el próximo 7 de agosto es uribista, por lo tanto cualquier acuerdo que implique reformas profundas requiere que Uribe esté sentado en la mesa.
El santismo, que se hizo contar con la coalición de la esperanza y demostró que no tiene votos, insiste en desconocer a la mitad del país, tratando de cerrarle la puerta a la participación del uribismo en cualquier proceso, como cuando aprobó el acuerdo de paz a pesar de haber perdido el plebiscito. Eso salió muy mal y no se puede repetir.
El Presidente Duque tuvo una victoria holgada, por más de dos millones de votos, sin embargo desde el primer día cuestionaron la legitimidad del resultado con fábulas como la del Ñeñe. El triunfo de Petro fue más estrecho, por cerca de 700 mil votos, pero en democracia la victoria se obtiene así sea por un solo voto. No podemos pasar otros cuatro años como los anteriores, con una oposición irracional atravesada como mula muerta en el camino, construyendo narrativas mentirosas y convocando a paros y manifestaciones sin objetivo diferente al saboteo permanente.
Nuestro deber es ser más grandes que eso. Ser buenos perdedores, entender que es el futuro de todos el que está en juego. Si las intenciones del Presidente Petro son las de construir un Gran Acuerdo Nacional habrá que negociar, quitarnos los guantes y enterrar todas las agresiones y ofensas pasadas. A ellos les toca evitar las actitudes revanchistas, no se trata de eliminar al oponente sino de encontrar puntos comunes para avanzar. Hoy más que nunca se le debe pedir sensatez a las figuras más radicales del bando ganador.
Los senadores Bolívar y Cepeda tienen la enorme responsabilidad de administrar bien el triunfo. En sus manos está seguir alimentando la polarización, el odio y la intolerancia, o hacer un borrón y cuenta nueva para que podamos vivir todos en paz, soportando nuestras diferencias, pero trabajando por los objetivos comunes.
El hambre, la desigualdad, la corrupción, son temas que no dan espera. Hay que hacer reformas consensuadas con todos los sectores para que su implementación no sea traumática. Si se escoge el camino contrario, el de imponer los cambios, la oposición de derecha no saldrá a quemarlo todo ni a atentar contra nuestra fuerza pública, pero su reacción será más demoledora: cancelar proyectos de inversión, cerrar empresas, sacar el capital del país.
Petro debe recordar los errores de sus aliados Santos y Quintero, que quisieron usar el poder para acabar con el uribismo y lograron el efecto contrario. También debe mirar a la región: La luna de miel de sus amigos Boric y Castillo fue efímera. Es hora que la izquierda aprenda a tragarse sapos, nosotros ya nos tragamos muchos.