Por Rafael Nieto Loaiza
Supongo que hay buenas razones para el nombramiento de la nueva Ministra de Ciencia y Tecnología, pero confieso que no logro comprenderlo. Las mujeres están ya bien representadas, no da voz a ningún partido o movimiento político que pueda darle oxígeno al Gobierno, y no da figuración regional (el suroccidente ya tiene tres ministros y el DPS). Por el contrario, hay departamentos en los cuales Duque tuvo altísima votación sin presencia en el gabinete (Antioquia y Norte de Santander, solo para dar dos ejemplos). Además, la nueva Ministra apoyó el paro y tiene simpatía por ideas contra las cuales se votó en el 2018. Y estoy seguro de que entre el uribismo y los partidos de la coalición de gobierno hay personas con las credenciales para ocupar el nuevo Ministerio. Peor, la Ministra resultó ser muy imprudente y una activista política que se opone al uso de dos herramientas sin las cuales el país será mucho más pobre y mucho más violento.
En efecto, en sus primeras declaraciones, sin haber coordinado con el Presidente ni con sus colegas del gabinete responsables de esos asuntos, y opinando sobre temas de los cuales no es experta, la Ministra se vino lanza en ristre contra el fracking y del uso del glifosato. Sobre el herbicida y su importancia en la lucha contra el narcotráfico he escrito varias columnas. Por eso prefiero centrar esta en el fracking (fracturación hidráulica, en español), que no es otra cosa que una técnica que permite la extracción de yacimientos no convencionales de petróleo.
En el 2018, Colombia exportó US$41.831 millones, un 10.4% más que en el 17. Las ventas de las industrias extractivas sumaron US$24.709 millones, el 59%. De ellas, las exportaciones de petróleo y sus derivados fueron de US$16.482 millones. Es decir, el petróleo y sus derivados fueron el 40,9% de todas las exportaciones colombianas. Más aún, mientras las exportaciones del sector petrolero aumentaron un 17,5%, los demás sectores solo lo hicieron un 1,6%.
El impacto del sector no ha sido suficientemente bien valorado. Solo Ecopetrol aportó en el 18, entre impuestos, dividendos y regalías, 23 billones de pesos. Las transferencias de todo el sector pasan los 30 billones. Es decir, entre 4 y 5 reformas tributarias, reformas que recogen, cada una, entre 6 y 8 billones de pesos.
Sin embargo, ocurre que Colombia produce petróleo pero no es un país petrolero. En efecto, para fines del 18 había reservas probadas por 1.727 millones de barriles. En otras palabras, teníamos petróleo para 6.3 años y gas para 11.1 años. Muy poco.
Peor, de los 865mil barriles promedio diario que produce Colombia, se consumen 368mil y quedan disponibles para exportar 497mil. Si perdemos capacidad exportadora, dejaríamos de recibir los dichos US$16.4 mil millones. Pero si además tenemos que importar, tendríamos que pagar por los barriles que consumimos. A un precio promedio de 60 dólares el barril, gastaríamos US$8.059 mil millones anuales en importaciones petroleras.
El punto es claro: Colombia no tiene cómo compensar los ingresos de las exportaciones petroleras ni los 30 billones de pesos en transferencias del sector a la Nación. Y no tendríamos cómo pagar las eventuales importaciones petroleras. Perder la autosuficiencia petrolera como Nación, cosa que está a la vuelta de la esquina, dispararía el dólar por encima de los siete mil pesos, requeriría una brutal reforma tributaria a cargo de unos ciudadanos exhaustos que no aguantan un impuesto más y, aún con la reforma, obligaría a un drástico recorte del gasto público, traería la caída del crecimiento del PIB en al menos punto y medio, dispararía los precios de la gasolina y el gas, y aumentaría de manera gravísima el desempleo y la pobreza. Dicho de otra manera, daríamos un salto hacia atrás y seríamos mucho, muchísimo más pobres.
Eso, no otra cosa, es lo que nos jugamos. De manera que para mantener la autosuficiencia petrolera y, ojalá, nuestras exportaciones, es indispensable encontrar petróleo rápidamente y extraerlo. Y eso solo es posible a través del “recobro mejorado” de crudos pesados y, en particular, del fracking. No hay alternativa.
Por supuesto, hay que hacerlo con todas las medidas medio ambientales que sean indispensables. En el mundo hay más de dos y medio millones de pozos petroleros que usan esa técnica. En Estados Unidos y Canadá, donde los estándares medio ambientales son altísimos, no ha habido ni un solo caso de contaminación de acuíferos por fracking, entre otras razones porque esas grandes bolsas subterráneas de agua se encuentra miles de metros más cerca de la superficie que los yacimientos no convencionales, yacimientos ubicados a grandes profundidades. Los casos de contaminación encontrados, muy pocos, no son responsabilidad de la facturación hidráulica sino de defectos en los pozos, defectos que también pueden ocurrir en los pozos convencionales.
En fin, el fracking permitiría agregar entre 2.000 y 7.000 millones a las reservas petroleras. De ellas depende el futuro de Colombia. Sí, hagamos el debate, pero de manera seria e informada y midiendo con cuidado el impacto que tendría para el país no hacer fracking.