Por: Rafael Nieto Loaiza
El mundo no volverá a ser el mismo después de la pandemia. Al menos no durante varias años. Para empezar, habrá una lentificación (ralentizar, si se prefiere el anglicismo) del acelerado proceso de globalización en al menos tres vías:
Una, la disminución del consumo. Por un lado, la incertidumbre. Los ciudadanos que tienen ahorros e ingresos fijos cuidaran mucho sus gastos mientras que exista el riesgo de nuevos confinamientos, puedan perder su empleo y las economías estén en recesión; por el otro, el desmesurado incremento del desempleo y de independientes e informales sin ingresos como consecuencia de la crisis hará que muchos simplemente no tenga que gastar. La recesión (en el mejor de los escenarios. El peor es el de una depresión en la que hay que rogar que no caigamos) y el aumento de la pobreza en todo el mundo, castigarán la capacidad de compra de la inmensa mayoría. Además, es posible que haya una replanteamiento cultural, en al menos algunos sectores poblaciones más instruidos, sobre lo que puede considerarse un gasto superfluo, un objeto de consumo innecesario.
Finalmente, muchos de los estados quedarán con sus finanzas exhaustas después de intentar contener los efectos de la pandemia sobre sus economías y con un espacio mucho más estrecho de juego fiscal si es que al final les queda alguno. El gasto público, como mecanismo para alentar la economía, tendrá muy poco margen. El grueso habrá sido destinado a la supervivencia. En todo caso, algunos sectores quedarán seriamente afectados, entre ellos el turismo, el transporte aéreo, y las industrias de deporte y entretenimiento que, por definición, suponen grandes multitudes. Y hay dudas de que consumo de hidrocarburos vuelva a sus niveles previos. En cualquier caso, pasamos de la abundancia a la austeridad.
Dos, la reducción de la producción. Inevitable por las dificultades generadas por los cierres de fronteras nacionales a lo largo y ancho del mundo y por las restricciones de movilidad generadas por las cuarentenas, que interrumpen o afectan las cadenas de comercialización y distribución. En paralelo crecerá la presión, por razones económicas y de seguridad nacional, para trasladar a los territorios nacionales parte de la producción que hoy se hace en el lejano oriente. Pasaremos de la interdependencia a la búsqueda de autosuficiencia. Son múltiples las campañas para incentivar el consumo de productos nacionales. Además, en general la producción caerá también por los efectos de la quiebra y desaparición de muchas empresas de todos los tamaños, en especial las micro, pequeñas y medianas, que en el caso de Colombia son el 96% y generan el 80% del empleo, y que serán, sin duda, las más afectadas.
Finalmente, y sería una ironía, es probable que los organismos internacionales sean más frágiles. Lo que debiera traducirse en un esfuerzo global de respuestas más eficientes, hoy es una feria de recriminaciones. En algunos casos por lo que hicieron mal, por ejemplo la Organización Mundial de la Salud. No cabe duda de que se equivocó gravemente al subestimar la capacidad de contagio del Covid 19, negar en principio su capacidad de transmisión entre humanos, solicitar mantener abiertas las fronteras y, en especial, seguir las recomendaciones de China, con quien su director, el etíope Tedros Adhanom, tendría afinidades ideológicas. Etiopía es un fuerte aliado de China en África. Y Adhanom proclive a simpatizar con regímenes dictatoriales. Especialmente controversial fue el nombramiento en el 2017 del dictador Robert Mugabe como embajador de buena voluntad de la OMS.
En otros casos, el de la Unión Europea, la acusación es por insuficiencia. Hoy hay un fuerte enfrentamiento entre España e Italia, los países más fuertemente afectados por la pandemia, y los estados del norte, con economías más sólidas, que se niegan a financiar a los dos países latinos en los términos que ellos quisiera. No hay acuerdo para el plan de recuperación ni sobre sus condiciones. La Unión Europea está lejos de una ruta común para la mayor emergencia que atraviesa desde la Segunda Guerra Mundial. En el caso de la OEA lo sorprendente es que no haya hecho ni dicho absolutamente nada.
En fin, es posible imaginar las batallas que vendrán en la Organización Mundial del Comercio y en los mecanismos internacionales de arbitraje por disputas comerciales y de inversión extranjera. El comercio ya se encontraba afectado por la batalla entre chinos y norteamericanos y esa lucha, que ahora se refleja en la discusión sobre la responsabilidad china en al menos el ocultamiento de información y datos, se intensificará hacia adelante. En cualquier caso, serán innumerables las discusiones sobre competencias sobre tarifas, preferencias domésticas, barreras arancelarios y sanitarias, controles de fronteras, sin contar las que habrán de surgir por la agudización de la crisis internacional de refugiados y migrantes económicos, esta vez acelerada por la catástrofe humanitaria que generarán la pandemia y la subsiguiente crisis económica en muchos países del mundo.
Sí, pareciera que la tensión latente entre multilateralismo y nacionalismo se inclinará en estos tiempos por este último.