Por: Fredy Garzón
Bucaramanga y Santander han sido testigos de una dinámica política que, lejos de fomentar un debate constructivo y respetuoso, se ha transformado en un escenario de engaños, mentiras y ataques destructivos.
La oposición política, en lugar de ser un vehículo para la democracia y el crecimiento, se ha convertido en una fuerza que utiliza el desprestigio y el lenguaje degradante para manipular a la ciudadanía y socavar el trabajo de quienes, legítimamente, buscan el bienestar de la comunidad.
Lo primero que debe quedar claro es que la crítica política es una herramienta válida en cualquier democracia, pero la crítica debe ser honesta, fundamentada y respetuosa. Lamentablemente, lo que vemos en la actualidad en Bucaramanga y Santander es un uso perverso de esta herramienta, dirigida no a cuestionar las decisiones políticas o gubernamentales de forma razonada, sino a sembrar dudas infundadas, distorsionar la realidad y, en muchos casos, atacar de manera personal a los servidores públicos elegidos con el voto popular y a sus colaboradores en la administración pública.
La estrategia de esta oposición, aunque minúscula, no solo se basa en difundir mentiras, sino en recurrir al lenguaje más bajo y degradante. En lugar de enfocarse en proponer alternativas o soluciones, se enfocan en el insulto y la descalificación. Al hacerlo, buscan deslegitimar cualquier intento de progreso, no importando cuán beneficioso sea para la comunidad, con el único fin de sembrar desconfianza y división entre los ciudadanos. Una de las características más alarmantes de esta actitud es el uso del engaño.
Se construyen narrativas falsas que parecen verosímiles gracias a la manipulación de la información, descontextualización de hechos o incluso el uso de medias verdades. A través de plataformas digitales, cadenas de WhatsApp, y algunos medios de comunicación, se propaga un clima de incertidumbre, en el que las personas que no tienen acceso directo a la información caen fácilmente en las redes de la desinformación.
Este fenómeno no solo divide a la sociedad, sino que también permite que se instalen temores infundados y que el debate público se convierta en un campo de batalla lleno de falsedades. Lo peor de todo es que, mientras esta oposición se ensaña con los ataques y las mentiras, el verdadero objetivo se pierde: el progreso de Bucaramanga y Santander.
Las políticas públicas, los proyectos de infraestructura, y los esfuerzos para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos se ven obstaculizados por una oposición que, en lugar de colaborar, opta por bloquear cualquier iniciativa, no importa su valor. Y todo esto, con el único fin de ganar réditos políticos a costa del bienestar común.
Sin duda, la sociedad santandereana se merece una oposición más ética, que pueda poner sobre la mesa propuestas reales y constructivas para la región. Los ciudadanos tienen derecho a recibir información veraz, a ser escuchados, y a tomar decisiones basadas en hechos, no en distorsiones de la realidad.
Es hora de que la política de Bucaramanga y Santander se aleje del fango de la desinformación y el ataque personal, y se enfoque en el verdadero servicio a la comunidad. Solo así podremos avanzar hacia un futuro más próspero y justo para todos.