Por: Luis Alfredo Ramos
La empresa privada ha sido y será siempre el gran soporte de la democracia.
Así ha ocurrido en todos los países donde las libertades constituyen el principal fundamento de sus instituciones. Basta mirar a una nación como los Estados Unidos, portaestandarte de la democracia, donde la libertad de empresa y la iniciativa privada impulsan todos los sectores de la economía y dan paso a las organizaciones políticas y sociales, dentro de unas reglas de juego que garantizan el respeto a los derechos ciudadanos y el beneficio de todos los asociados.
Lo mismo sucede en los países que conforman la UNION EUROPEA y en la gran mayoría de los países asiáticos. Hasta la China disfruta hoy inmensos dividendos de la empresa privada, a pesar de ser un dictadura impuesta por un partido único, el partido comunista, que desde hace décadas inició un proceso revisionista de sus políticas, incluídas las económicas.
En nuestro país la empresa privada ha sido el motor de la economía, particularmente en los últimos 100 años. Son las empresas el principal actor en materia de empleo, pues genera cerca del 92% del empleo formal, garantizando el ingreso y la seguridad social a más de diez millones de asalariados.
Otros diez millones de colombianos viven de la informalidad. El sector público representa solamente entre el siete y el ocho por ciento del empleo formal y jamás el sector público alcanzará las cifras del sector privado.
Los párrafos anteriores son una clara y contundente referencia al peso que tiene la empresa privada en el mundo y en Colombia y de allí la enorme incidencia en la vida democrática.
Es por ello de vital importancia la ingerencia y liderazgo del empresariado en la vida del país y de sus instituciones. No obstante, en los últimos años se ha notado un decaimiento en el liderazgo que el sector privado ha registrado en la historia del país.
Cada vez son menos los presidentes y dueños de compañías y los dirigentes gremiales que intervienen en las decisiones de la vida pública. A pesar de que muchas veces son críticos de la situación política y su entorno, en forma alguna se manifiestan con decisión para impedir que la politiquería haga de las suyas en las distintas ramas del poder.
Hoy no se ven en la empresa privada dirigentes y líderes de la talla de GONZALO RESTREPO JARAMILLO, JOSE MARIA BERNAL, JOSE GUTIERREZ GOMEZ y CARLOS J ECHAVARRIA, entre otros quienes participaron con gran altruismo y espíritu cívico y sobresalieron en su gestión empresarial, sin olvidar la importancia de la política y del manejo del estado.
En épocas más recientes el país conoció el liderazgo de empresarios como HERNAN ECHAVARRIA OLOZAGA, JULIO MARIO SANTO DOMINGO, LUIS CARLOS SARMIENTO, FABIO ECHEVERRI CORREA, AUGUSTO LOPEZ VALENCIA y CARLOS ARDILA LULLE, este último quien fuera elegido senador de la república en los años 70. Más recientemente empresarios como RODRIGO URIBE ECHAVARRIA, NICANOR RESTREPO, y otros más intervinieron en la vida pública, con un criterio altruista y contribuyeron con sus consejos y decisiones desde transitorios cargos públicos que ocuparon para servir los intereses de la nación, al igual que lo hizo recientemente GUILLERMO BOTERO expresidente de Fenalco.
Todo esto sirve para comparar como hoy contamos solo con un escaso número de empresarios y ejecutivos de la talla de los anteriores, lo que ha facilitado que ante la ausencia de los líderes de la empresa privada en los asuntos del país, deje espacio libre a la política clientelista que busca controlar la vida pública.
Pocos líderes del sector privado se aprecian en el panorama nacional, con verdaderos intereses en el progreso del país y no en los balances de los grandes conglomerados y empresas que dirigen. Con excepción de actuales y prestantes dirigentes como son JOSE ALEJANDRO CORTES, EDUARDO PACHECO, MANUEL SANTIAGO MEJIA, RAFAEL MEJIA y NICOLAS ECHAVARRIA y de algunas salidas del actual presidente de la ANDI, vemos un sector privado apático a la vida pública.
La empresa privada necesita urgentemente líderes con mayor vinculación a la esfera pública. El país requiere dirigentes empresariales que defiendan decididamente la democracia y el manejo de las entidades del estado. Se necesitan dirigentes que no sientan miedo de intervenir y dar sus opiniones cuando los asuntos públicos no marchen bien y cuando las instituciones están en entredicho.
A quien esto escribe, que estuvo más de 15 años en el sector privado y luego en la política activa, le queda claro que ante la debilidad de las instituciones desde hace ya varias décadas, los empresarios y los dirigentes gremiales tienen una inmensa responsabilidad frente a lo público para evitar que el estado colombiano se deshaga en manos de la politiquería y el clientelismo. Ante todo, tienen una enorme responsabilidad en defensa de la democracia y de las libertades.
LUIS ALFREDO RAMOS