Por: Andrés Villota
John D. Rockefeller envió a unos seudo científicos al Encuentro Ítalo-Americano realizado en Génova, Italia, en 1892, para que se inventaran que el petróleo crudo era fósil de dinosaurio derretido.
Rockefeller debía limitar la existencia de petróleo a los restos fósiles de los dinosaurios y, así, poder crear de manera artificial la percepción de escasez para tratar de subir el precio del petróleo que se mantenía cercano a cero por la oferta ilimitada que existe en la naturaleza.
Había tanto petróleo, en tantas partes del mundo, que los que transportaban el crudo durante el Siglo XX, Aristóteles Onassis y Jean Paul Getty, se convirtieron en los más ricos del mundo por el gran volumen de petróleo que transportaban en su flota de súper tanqueros.
Desesperados por hacer subir el precio, los productores de petróleo crearon un cártel a la vista de todos y con la bendición de la ONU. Algo tan patético como si la ONU hubiera avalado la creación del Cártel de Medellín o del Cártel de los Pañales.
El Cártel de los Países Productores de Petróleo (OPEP), intentó limitar la oferta de petróleo crudo mediante un sistema de cuotas. Tontos, al tratar de limitar la producción de un bien tan escaso, supuestamente, después de miles de años y de tan pocos esqueletos fosilizados de dinosaurio que se alcanzaron a derretir, los otros, están en los museos y en Villa de Leyva, Boyacá.
Si eso de los fósiles fuera cierto, llama poderosamente la atención que los países productores de oro, plata o platino, jamás se les ocurrió crear un cártel para hacer subir artificialmente el precio con un sistema de cuotas.
Nada de eso sirvió para hacer subir el precio del petróleo crudo porque, entre otras cosas, la sociedad no era tan imbécil como para creer semejante majadería. Lo único efectivo fue desaparecer la oferta de manera deliberada, que logró subir el precio promedio anual desde USD$1,82, en 1972, hasta USD$29,19, en 1982, según datos suministrados por el mismo cártel de la OPEP.
Aumentar el ingreso de los países productores de petróleo el 1.603,85% en sólo una década, sin necesidad de invertir un solo dólar, logró lo que Rockefeller no logró con su invento de los dinosaurios. Un aumento exponencial de las utilidades, máxime cuando el crudo que se vendía a USD$1,82, ya generaba un margen de ganancia bastante interesante.
Restringir la oferta de petróleo, se hizo cada vez más difícil de sostener sin guerras o caos social. Entonces, aparecieron las oenegés que se apropiaron de los elementos de la Tabla Periódica de los Elementos Químicos y empezaron a tomarlos al azar y se inventaron que eran nocivos para el ser humano y afectan el comportamiento del clima de manera negativa.
El cloro, el plomo o el carbono se convirtieron en los culpables de todas las desgracias de la humanidad, especialmente el carbono que lo producen los seres vivos cuando respiran y, coincidencialmente, también, los combustibles derivados de los fósiles de dinosaurio resultaron dejando una “huella de carbono” en la atmósfera al usarlos.
El carbono le va a abrir un hueco a la Capa de Ozono y por ahí se van a meter los rayos del sol que van a derretir toda el agua congelada de los nevados, de los glaciares y de los polos, lo que hace aumentar el nivel del mar, solamente, el 1,8%, sin embargo, se van a ahogar todos.
Generaciones de perdedores, de fracasados, de inútiles, impusieron su narrativa del absurdo a generaciones con alto nivel de escolaridad, muy inteligentes y muy experimentadas que, supongo, por pesar, por conmiseración o por miedo, terminaron por validar que, el clima, había reemplazado a los Jinetes del Apocalipsis.
Sin saberlo, fue el renacer de la teoría ficticia de Rockefeller que rápidamente fue financiada por sus herederos y por el resto de millonarios de principios del Siglo XXI, así como hace un siglo, Carnegie, Rockefeller o Kellogg, el padre del veganismo, financiaron un movimiento inspirado en las ideas de Thomas Malthus para evitar que fueran muchos los habitantes de la Tierra y la comida no alcanzara para darle de comer a tantos.
Margaret Sanger, fanática de la eugenesia, quería acabar con toda la chusma, con los mantecos, con el lumpen de la sociedad neoyorquina de principios del siglo XX, por eso, tal vez, ella amaba a Adolf Hitler y sus políticas de esterilización masiva para fomentar la creación de una raza superior en la que no tuviera cabida los enfermos, las minorías etnicas o los pobres.
A muchos, no les sorprende que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), sea el principal promotor de la esterilización masiva de los niños pobres en España, retomando las políticas eugénicas de su partido hermano, el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NAZI).
La histeria colectiva que produjo el peligro inminente de ahogarse, fecundó las mentes y los mini cerebritos de los activistas más fanáticos que no dudaron en hacer una colcha de retazos de varias teorías fatalistas del pasado y meterlas a todas bajo el paraguas de la sostenibilidad mal entendida.
El Financial Times, por ejemplo, publicó un “estudio” en el que afirma que la mejor forma de evitar dejar una huella de carbono es tener menos de un hijo, un eufemismo para promover el aborto o la no procreación.
Eso, sin contar con la prohibición tácita de trabajar, de producir y de tener un ingreso digno para evitar alterar el clima. Volvimos a la época de las cavernas en las que sacrificaban a niños para evitar que lloviera o evitar la ocurrencia de fenómenos naturales como tormentas eléctricas o inundaciones.
Hábilmente llevaron a la población marginada a salir a las calles a exigir su autodestrucción. ¿O alguien ha visto a algún miembro de la aristocracia o de la oligarquía mundial pintarse las mechas de verde o de fucsia, quitarse la ropa para, en medio de un ataque de histeria, exigir que la dejen abortar o que lo dejen castrar químicamente?
Según Edelman, los tres temores más grandes de los colombianos en el 2022, el año que eligieron a Gustavo Petro son, en su orden, perder el empleo, el cambio climático y perder las libertades. Una generación ignorante, primitiva, capaz de creer cualquier imbecilidad que le digan otros idiotas iguales a ellos y es proclive a regalar los recursos heredados de sus padres.
Ellos, pueden regalar su plata y ser felices en el 2030, el lío es cuando se administran recursos públicos que son de todos y cuando se administran portafolios de inversión que exigen el cumplimiento de un mandato que genera un deber fiduciario que demanda la administración responsable de los recursos entregados para convertirlos en inversión.
«La empresa podría perder negocios o incluso tener que cerrar, especialmente si no tiene una estrategia sólida para reducir sus emisiones de carbono o hacer frente al impacto del cambio climático” sentencia y amenaza el Banco Central Europeo, en un abierto constreñimiento al inversionista que explica el deterioro financiero de la Unión Europea.
En junio del 2022, la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA) perdió su poder para intervenir de manera abusiva en el sector productivo estadounidense y obligar a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero tras un fallo de la Corte Suprema de Justicia.
En diciembre de 2022, según Reuters, el Estado de la Florida retiró más de USD$2.000 millones de recursos públicos del fondo BlackRock, a lo que le siguieron otros 18 Estados por no considerar conveniente mantener los recursos públicos, sometidos a unas políticas de inversión que rayan en los preceptos de una secta satánica.
El pasado 6 de diciembre del 2022, Bloomberg anunció que los republicanos en el Senado estadounidense están intensificando los esfuerzos para “controlar” a BlackRock Inc., State Street Corp. y Vanguard Group Inc. en temas ambientales, sociales y de gobernanza, los elementos de la sostenibilidad corporativa.
Al otro día, según Reuters, el fondo de inversión Vanguard, renuncia a la iniciativa Net Zero Asset Managers (NZAM) por considerar que es una camisa de fuerza que limita sus políticas de inversión y que no van a poder cumplir con solo invertir en empresas que no dejen “huella de carbono”, salvo que le prohiban respirar a todos sus empleados.
El 22 de diciembre del 2022, los republicanos de la Cámara lanzan una investigación sobre el «cártel» corporativo, obsesionado con el clima porque están violando las leyes antimonopolio.
La narrativa de la mal entendida sostenibilidad está fomentando los monopolios y distorsionando la adecuada asignación de los recursos en la economía. Atenta contra la libre competencia de los mercados, necesaria para lograr la eficiencia al interior de una economía.
Decisiones de inversión manipuladas en las que se favorece a unos pocos sectores y se atenta contra otras industrias que terminaron siendo satanizadas por, supuestamente, dejar una huella de carbono cuando producen.
La actual quiebra masiva de los bancos en los Estados Unidos estaría asociada a la mala interpretación del concepto de sostenibilidad porque esos recursos jamás fueron invertidos en algo concreto para aumentar el crecimiento, la productividad y administrar de manera adecuada el riesgo de la actividad corporativa.
Los recursos terminaron destinados para “lo del clima”, en las cuentas personales de activistas que dilapidaron esos recursos en viajes, mansiones y compra de criptomonedas y no se los devolvieron a los banqueros que se los habían prestado.
La amalgama de teorías climáticas parece estar llegando a su final y muchos de esos teóricos avivatos, estafadores, tendrán que responder ante los tribunales por el daño que le causaron a la sociedad. El climaterio del Cambio Climático.