A Carlos Rodríguez lo conocieron en Barranquilla como el hombre que vestía hasta hace 10 años a los artistas de moda y a quien apodaban GQ. Ese era nombre de su emblemática sastrería ubicada en la calle 72 de esa ciudad, otrora sede de variados locales de ropa exclusiva justo antes de que aparecieran las grandes superficies y sus almacenes de marca.
Rodríguez contrajo matrimonio con la hija de Oswaldo Pomar, el todopoderoso de los sanandresitos de la capital del Atlántico y a quien apodaban el ‘águila’. Era el dueño absoluto del comercio local de electrodomésticos, con lo que pudo amasar una enorme fortuna y poder que ‘El Sastre’ supo aprovechar.
El arte y la confección del afamado sastre vistieron a artistas de la talla de Joe Arroyo, los integrantes del Binomio de Oro o Los Betos, grupo del que hace parte el reconocido cantante guajiro Beto Zabaleta. Tan conocido es el amor de Carlos Rodríguez (GQ) por el vallenato y su adulación por los personajes de La Guajira que incluso adoptó su forma y tono de hablar, sus costumbres, y hasta el amor por los saludos en producciones musicales que lo llevaron incluso a aprender a tocar el acordeón.
Sin embargo, ese negocio no le bastaba a GQ, que engordaba de manera non sancta su chequera en la época de la bonanza marimbera y cocainera, que venía con el esplendor de sus lujosos carros último modelo, casas estrambóticas en barrios de alcurnia y extensas fincas atiborradas de ganado.
Rodríguez quería más y entró de lleno al mundo del narcotráfico y del lavado de dinero, lo que le valió su extradición y condena ya cumplida en los Estados Unidos: se había convertido en prestamista que hacía tratos tanto con ángeles como con demonios. Se fue volviendo financista de negocios que aún no ha aclarado ni justificado ante la justicia. En carta blanca Carlos Rodríguez se volvió un banco de la mafia.
En el marco de sus negocios con bandas criminales, la tragedia tocó su puerta: uno de sus hijos Carlos Rodríguez Pomar, fue asesinado en un atentado que iba dirigido a él.
Es en medio de las investigaciones de ese crimen que han salido a relucir los audios del ganadero José Guillermo ‘Ñeñe’ Hernández quien terminó asesinado en Brasil supuestamente para robarle un lujoso reloj.
Lo que se conoce —pero no ha tenido tanta trascendencia— es que el sastre, por cuenta de una millonaria deuda con la mafia, amenazó a Hernández y está señalado de por lo menos dos atentados con bombas contra la madre del ganadero. En un audio, en el que queda patente la amenaza contra Ñeñe, el mismo sastre reconoce que es un bandido que trata con bandidos, lo que lo pone en el radar —al menos— como sospechoso del crimen de Hernández. Quienes conocen a Rodríguez saben que no le tiembla la mano a la hora de actuar. Los audios son explícitos y dan fe de ello. En Barranquilla GQ su abogado y toda su organización son personas temidas.
«Yo no soy de los que se arruga porque trabajo es con puro bandido»: Carlos Rodríguez al Ñeñe Hernández.
El extraditado Rodriguez en equipo con Guillén es el poder detrás de filtraciones @FiscaliaCol
Peligrosa mafia contra @IvanDuque y @AlvaroUribeVelhttps://t.co/8gR3puMljo pic.twitter.com/9E4Ii4zFuM
— Gustavo Rugeles (@GustavoRugeles) March 7, 2020
Rodríguez tiene la capacidad, los recursos económicos y la malicia para corromper la justicia como en efecto lo logró manejando a su antojo las interceptaciones en las salas de la Fiscalía General de la Nación a través de los capturados, el mayor Jefferson Tocarruncho y el sargento Wadith Velázquez los mismos que realizaron las interceptaciones al Ñeñe y la filtraron al abogado Miguel Angel Del Rio Malo, un común denominador en la trama en la que funge como abogado del que patrocina; GQ, de los que interceptan, los capturados, y del que publica, Guillén. La fiscalía en cabeza de Daniel Hernandez, busca probar que se trata de una banda criminal y tiene muchos elementos para demostrarlo.
La historia de uno de los detenidos el mayor Tocarruncho viene desde épocas del crimen de dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado.
Lo que empezó como una aparente y poderosa venganza personal que habría incriminado hasta a agentes de la Dijin, ha llegado hasta la Casa de Nariño y ha servido además como un arma arrojadiza contra el actual gobierno, mientras pasan de agache el sastre y otros personajes del narcotráfico como Peco González, miembro del cartel de la guajira venezolana hoy a sus anchas en Miami y Omar Vanegas, ex alcalde de Tenerife magdalena, a quien la DEA lo saco de su despacho y lo extradito por narcotráfico. Ese alcalde, más conocido en el bajo mundo como alias “roco” le debe más de 4.000 millones al prestamista Carlos Rodríguez.
Más allá de si el Ñeñe fue un fanfarrón o un charlatán, tal como indican sus conversaciones, fue seguido ilegalmente y su silencio —a raíz de su muerte— es aprovechado para inculparlo de muchas cosas, sin que haya abierto un solo proceso legal por narcotráfico, paramilitarismo o lavado de activos.
Lo cierto es que no es muy difícil deducir que si estaba siendo interceptado por la DIJIN los agentes sabían de su fatídico viaje a Brasil, y si el nexo Rodríguez – Tocarruncho, resulta probado, estaríamos ante una grave sospecha de quien pudo haber hecho la inteligencia para cometer el asesinato del ganadero y posteriormente armar con el apoyo de un periodista el inflado escándalo de la Ñeñe Política.
Ojala la Fiscalía pueda demostrar, con los elementos facticos que se conocen, la manera en que un extraditado logró infiltrar la Fiscalía General de la Nación a través de esos dos investigadores capturados que actuaron en sintonía con el periodista Gonzalo Guillén y que tienen en común el abogado Miguel Ángel del Rio y al falso testigo alias La Penca.