Por: Eduardo Mackenzie
Ahora en Colombia llaman “puntos de resistencia” a los lugares afectados por el cierre ilegal de las vías por vándalos encapuchados y armados. En esos bloqueos se han cometido horribles ataques en estos días de huelga insurreccional: incendios, asesinatos con armas de fuego y cuchillos, bombas incendiarias contra la fuerza pública y juzgados y contra civiles, violaciones, consumo de drogas, etc. Sin embargo, Jorge Iván Ospina, líder del grupo de alcaldes alcahuetas de los violentos, acepta llamarlos así, de manera seductora, “puntos de resistencia”, y abrió un “diálogo” con los piquetes de los 26 puntos viales de Cali tomados por la delincuencia.
Resultado: 21 de los 26 puntos de bloqueo serán convertidos en “espacios de asamblea permanente”, lo que quiere decir –pues que eso ya fue acordado con el alcalde Ospina–, que el sellado ilegal de vías será permanente y legítimo, no podrán ser despejados por las fuerzas del orden, y serán los vándalos los que decidirán quién y en qué momento tiene o no en esa ciudad el “derecho de la movilidad”. Todo ello en las barbas del gobierno de Iván Duque, quien ruega y gime para que los energúmenos envalentonados por la inacción de las autoridades levanten esos sellados de vías.
De esa manera, la toma de Cali avanza a grandes pasos. La toma de Buenaventura, para controlar las importaciones y exportaciones del país, sigue siendo el punto focal explícito de la agenda del subversivo “comité del paro” en Bogotá. Pero de eso la prensa establecida es incapaz de decir una palabra pues teme que el “comité del paro” le lance un anatema.
Es obvio que la técnica de asalto utilizada contra Cali, será la que le van a aplicar a Bogotá: los puntos de cierre ilegal de vías serán catalogados como “espacios de convivialidad”, tolerados por tiempo indefinido por Claudia López, la alcaldesa verde, ideológicamente compatible con el programa del alcalde Ospina, y esos sellados de vías, y sus excesos, aunque sean criminales, serán mostrados a la CIDH y a la prensa extranjera, como “espacios de asamblea permanente”, algo así como “enclaves de fraternidad” sin que el gobierno de Duque, ni la ministra Marta Lucía Ramírez, tengan nada que decir sobre tan noble iniciativa. Jugar con el sentido de las palabras tiene esa gran ventaja: cambiar la realidad de las cosas.
Esos “espacios de discusión permanente” están diseñados para hipnotizar también a la siguiente sopa de letras, muy activa en Cali: la arquidiócesis de Cali, ONU-DDHH, MAPP-OEA, la Misión de Verificación ONU, etc.
Ante el panorama de Cali es fácil deducir que la “toma de Bogotá” de hoy 9 de junio, decidida por el poderoso y secreto “comité del paro”, comenzará con el ritual de siempre: con unas manifestaciones “pacíficas” con jóvenes idealistas, generosos, “promesas del país” a la cabeza. Enseguida, en un momento determinado, esa vanguardia angelical se abrirá para dejar el terreno a iracundos individuos en uniformes negros y dotados de todo tipo de objetos para agredir a la fuerza pública, incendiar buses, paraderos, iglesias, edificios públicos y a los tranquilos peatones, mientras que varios grupos de “testigos” filmarán la “heroica resistencia de los jóvenes” contra el gobierno “dictatorial”, y a los desarmados y desalmados y arrinconados policías del Esmad en el momento de recibir la lluvia habitual de piedras y otros proyectiles, es decir en el momento de violar el sacrosanto “derecho a la protesta”, invocado todos los días por el “comité del paro’ y por los cándidos ocupantes y voceros de la Casa de Nariño.
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