Por: T.Coronel retirado Gustavo Roa C.
“La mentira, el engaño y la manipulación, como fenómenos patológicos de los gobernantes, se convierten en el más peligroso carburante de violencia, desolación y miseria de los pueblos”
Hace unos pocos días, tuve la oportunidad de tener un intercambio de ideas, con un “adorador” del comunismo y su actual representación gubernamental en Colombia.
Si bien es cierto, que se ha tratado de establecer una diferencia sistemática entre el comunismo y el socialismo, como movimientos eminentemente de ideologías de izquierda, asignándole al socialismo una relativa laxitud en el control de la estructura económica de los regímenes, la verdad es que los postulados, tanto del socialismo, como del comunismo y su trasfondo filosófico, encierran una similitud evidente con los mismos objetivos, de poder, control, vigilancia y dominio sobre la producción y la voluntad del pueblo.
Me permití entonces, hacerle un pequeño recuento histórico, a éste recalcitrante de marras, un sumiso y ciego fanático, de la peste del siglo XXI, llamado comunismo. Esa misma ideología, que tienen en cuidados paliativos a la sociedad colombiana, antes de sumirla, muy pronto, en la miseria total.
La historia se repite, no es simplemente una apreciación anticomunista, es una realidad evidente en varios vecinos continentales. Los colombianos estamos aletargados en una profunda pesadilla. Cada mañana al despertarnos nos sorprendemos, con una nueva manifestación de Petro y sus ineptos ministros, las cuales afectan profundamente la vida, tranquilidad y salud mental, de millones de colombianos, que han sido fieles observadores y practicantes de la ley, pero las conductas del gobierno benefician inexplicablemente, a aquellos que la han violado persistentemente.
La explicación es simple, un gobierno conformado por desmovilizados, amnistiados o reinsertados, tiene un principio de solidaridad y afinidad explícita, con los movimientos terroristas actuales, identificados ideológicamente con sus pasadas conductas.
En Colombia, la izquierda política, lleva años aplicando la estrategia del “señuelo del poder inverso”, con la que Stalin, señalaba que se podían tumbar poderosos imperios y gobiernos en el mundo entero, incluso Saint-Simón y Robert Owen fundadores del pensamiento del socialismo utópico, que, a diferencia de Stalin, no estimulaba la violenta lucha de clases, mencionaban en sus análisis, al señuelo como una efectiva herramienta de engaño social.
La izquierda colombiana, camuflada tras la escafandra participativa del liberalismo de «avanzada», actúa tras bambalinas, desde épocas de Baldomero Sanín Caro y liberales de izquierda como Manuel Marulanda, Isauro Yosa y Jacobo Prías Alape y posteriormente por dirigentes del liberalismo de izquierda como los López Michelsen, los Santos, los Samper, los Gaitán con su movimiento UNIR, los Gaviria, incluso de conservadores “progresistas” como Belisario Betancourt. Todos estos pseudoliberales, se alinearon y buscaron con insistencia y afanosamente, a nombre del liberalismo social, una presunta similitud política. El ala más radical de este sector ha buscado para el futuro, atornillarse y mantener el poder a toda costa, engañando a sus electores con un falsario patriotismo de base.
El pensamiento de estas corrientes, ha estado ligado mentalmente a los principios del comunismo clásico , dónde las profundas diferencias de clases sociales, evidentes en toda sociedad colectiva y la estructura de esta secta ideológica, determinó identificar solo dos tipos de clases sociales: la oprimida popular, aquella que se convierte en la sólida base para la permanencia de la oligarquía comunista en el poder, y la fastuosamente rica y poderosa de los dirigentes, idealizados por la acción del fanatismo de sus propios seguidores, gracias a una dialéctica victimizante, como efectivas y constantes alternativas de poder.
Llevan años con esta antipática dialéctica, manifestando casi con lloriqueos, frases conmovedoras, como, “que no los han dejado gobernar, que no les han dado la burocracia suficiente, que no los han dejado practicar la corrupción libremente y en todo su esplendor, que llevan años haciendo parte de sectores oprimidos”, y otras frases cautivadoras, como solo ellos saben engañar. Sin embargo, esos quejumbrosos, nos construyeron la constitución del 91, además poseen como grupos ideológicos símiles, una alta representación en los cuerpos colegiados, y cada vez que tienen oportunidad, le adicionan a su discurso, una «palabrita mágica», para hacerla más libertina y llamativa a través de proyectos de “igualdad”, como el derecho al aborto, la igualdad de género, la libertad trans, el uso legal de drogas y alucinógenos, los niños como sujetos activamente sexuales, el delito como expresión social “amplia” y otro tipo de depravaciones “progresistas”.
El MRL, movimiento revolucionario liberal, sugestivo e insidioso nombre dado por López Michelsen, le dio nacimiento a lo que hoy es el sanguinario y criminal Eln. Utilizando palabras talismanes y con su dialéctica victimizante, se tomaron con corruptos e incapaces alcaldes, desde hace casi 20 años, las principales ciudades de Colombia, las destruyeron, se robaron los recursos, a través de contratos leoninos, dejaron las arcas vacías y las ciudades con terrible crecimiento en los índices de miseria, desempleo e inseguridad.
Han fabricado y propuesto leyes viciadas, para estimular la delincuencia, el crimen, el asesinato y llaman «paracos», a todos los que están en contra de sus despóticos propósitos, convirtieron a Colombia en el imperio de la droga, de la delincuencia, de la prostitución, de la depravación, de la corrupción y de la inequidad, llevando a los más grandes criminales, pederastas, genocidas y narcotraficantes a altos cargos del estado, haciéndolos congresistas, colocaron a través de componendas legales, a los terroristas del M-19 y los vincularon a los más altos cargos del gobierno, crearon sin rubor, nuevos ministerios y cargos inútiles, generando la más impresionante burocracia, que supuestamente tanto habían combatido en el pasado, con sueldos astronómico para sus pares.
A punta de unas elecciones atípicas, con vínculos de familiares, como lacayos de grupos delincuenciales, lograron captar grandes sumas de dinero sucio. Le han metido en la cabeza a la sociedad colombiana, que la depravación, las drogas, el aborto, la corrupción de menores, el esclavismo mental de niños y adolescentes y todas las más bajas manifestaciones, de desenfreno y perversos instintos del ser humano, es una demostración de libertad y «progresismo».
Han estimulado y aplaudido durante años el narcotráfico, la violencia y el terrorismo de sus aliados, los grupos de narcotraficantes de izquierda, que bajo filosofías rusas cubanas y chinas, destrozan diariamente la economía, el medio ambiente y asesinan miles de colombianos, a los cuales, dicen defender.
Se tomaron, con la anuencia de extremistas sindicatos, los colegios públicos, las universidades y los centros de educación y los convirtieron en verdaderos cuarteles de adoctrinamiento, donde el odio, la mentira, la falacia y la manipulación de la verdadera historia, contra la Nación, ha generado el más agresivo extremismo de izquierda.
Esa es la diabólica creación de una poderosa maquinaria de destrucción, creada por la «oligarquía comunista», que hoy se frota las manos, viendo como los ciudadanos al interior de los países, de este lado del continente, se destrozan entre ellos.
Si cualquier colombiano, desea conocer la verdad verdadera a través de una ampliación, existen datos verídicos y estadísticos, fechas, acontecimientos y nombres propios, qué sectores políticos y pedagógicos han ocultado a propósito sobre la verdadera historia de violencia y terror en Colombia, al mejor estilo de la cortina de hierro, aplicada durante décadas por la antigua Unión Soviética.
Esta estrategia de engaño y manipulación histórica la han tenido oculta para todas las generaciones, pero especialmente para el segmento de población de menos de 30 años, los cuales algunos de ellos se han convertido en agresivos fanáticos, admiradores del crimen, la depravación y el desenfreno, al mejor estilo de los súbditos religiosos, que obedecen ciegamente a los tiranos, que los lideran. Estos autócratas se comportan como reyezuelos y emperadores del esclavismo mental del siglo XXI, donde se realiza una impresionante labor de engaño colectivo y de psicología social, especialmente dirigida a las clases populares y más necesitadas.