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Animalandia

por El Expediente
marzo 12, 2023
en Opinión
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Por: Andrés Villota

Jan Brueghel (The Younger), de la Escuela Flamenca, pintó en el Siglo XVII, “Alegoría de la Tulipmania”. Utilizó a unos simios para representar a los seres humanos. Recreó una escena de la vida cotidiana en la que reemplazó a las personas con micos, los que aparecen vestidos a la usanza de la época, desarrollando actividades en una calle cualquiera.

Brueghel pretendió hacer una crítica social al alto grado de irracionalidad que llevó a los holandeses, de ese momento, a asignarle un valor desproporcionado a los tulipanes, que terminó por destruir a la economía holandesa. Los seres humanos habían dejado de pensar, de razonar, por eso, se comportaron como animales.

The Jungle Book (1894) de Rudyard Kipling y Tarzan of the Apes (1912) de Edgar Rice Burroughs, propusieron una narrativa diferente. Mowgli era adoptado por una manada de lobos y Tarzan era adoptado por una manada de simios. Los humanos se comportan como animales y adoptan las Leyes de la Selva en su vida cotidiana.

Los humanos en medio de los animales, crecían sin las aberraciones sociales propias de los seres humanos y, por eso, cuando regresaban a la civilización, su integración a la sociedad, era bastante compleja y difícil.

En este nuevo siglo, la connotación negativa de las diferentes actividades del ser humano, son comparadas de forma peyorativa o se utilizan como adjetivos descalificativos, haciendo referencia a algún animal.

Parece un burro, parece un cerdo, parece una vaca, parece un elefante, parece un chorlito, parece una víbora, parece una loba, parece un perro, parece una rata, parece un sapo o parece una zorra, entre otras muchas formas utilizadas para referirse a las personas con conductas inmorales, no éticas, reprobables socialmente que, dan a entender, no son propias de los seres humanos sino exclusivas de los animales.

Sin embargo, los dogmas, la violencia, el fundamentalismo, el extremismo, las perversiones, la naturalización del delito, las aberraciones sexuales, el aborto y otras conductas criminales de los grupos progresistas comunistas y de sus minorías supremacistas, cuestionan, seriamente, que los seres humanos piensan, razonan y que, por eso, no se comportan cómo animales.

El líder de una manada de leones, es el más inteligente, el más fuerte, el más sagaz, el más astuto, el más hábil para cazar. El león se distingue de los demás por ser el más capaz para asegurar la supervivencia de todos los leones de su grupo. Una manada de leones jamás hubiera escogido a Gustavo Petro Urrego como su líder.

Una osa, jamás, trataría de convertir a sus ositos en ositas. Ni les daría hormonas de oso a sus ositas para castrarlos químicamente. Ni existen los osos no binarios. Y menos, les llevaría un oso drag queen para que les enseñara a sus ositos a volverse ositas.

En una manada de lobos, las lobas no quemarían su cubil, ni destruirían sus fuentes de alimento para demostrarle a los machos que ellas están empoderadas y que quieren ser iguales, en todo, a los lobos. Saben que la manada se extingue si las hembras dejan de hacer sus funciones y todas se comportan igual a los machos.

Una zángano adolescente no le prohibiría a las abejas obreras que siguieran produciendo miel y construyendo su colmena para evitar el calentamiento global. Y un zángano de la tercera edad tampoco, amenazaría a las otras abejas diciéndoles que la miel va a hervir y que tienen que darle plata a él, para luchar contra el cambio climático.

Un pavo real macho, jamás, se quitaría las plumas de su vistosa cola porque una mañana se despertó, creyendo que era una hembra. Las pavas, tampoco, se sentirán bendecidas y empoderadas, porque los machos que se creen hembras, las van a reemplazar en sus funciones en el galpón. El patriarcado jamás sería una amenaza para las pavas reales.

En una manada de focas, un par de machos mañosos, no serían los grandes promotores del incesto. Menos, si uno de esos machos, es el padre de tres lindas foquitas. No entenderían a la foca mañosa que dice que lo inmoral, no tiene que ser un delito.

Las avestruces no destruirían a sus huevos antes de eclosionar. Una avestruz nunca creería que abortar es un derecho. Tampoco apoyarían la eutanasia asistida para sus polluelos. Los defendería y no permitirían que se los raptaron las avestruces progresistas-comunistas para traficarlos y vendérselos a las élites de los zoológicos de Beverly Hills o de Washington DC.

Una puma, no le prohibiría a los otros pumas, comer carne. Y menos, los obligaría a volverse veganos porque ya no queda más tiempo para que desaparezcan los pumas por culpa del cambio climático. Tampoco, la misma puma que prohíbe comer carne, una puma trastornada mental, promovería la esterilización de todos los pumas para evitar que haya muchos pumas.

Los orangutanes que les encante comer amapolas, jamás serían los líderes de la manada de orangutanes. Nunca los consideran orangutanes superiores, ni los orangutanes que consumen amapolas, se sentirían orgullosos por ser unos adictos.

En España los toros de lidia, nunca tendrían relaciones sexuales con los seres humanos, aunque exista una Ley de los humanos que así lo permita, salvo cuando el humano termine en el hospital por culpa de la relación sexual con un animal. A los toros les gustan las vacas, no las mujeres, aunque los comunistas españoles naturalizan aberraciones como la zoofilia.

En una colonia de guacamayas, nunca se saludaban diciendo “todas, todos y todes”.

Dietrich Bonhoeffer escribió su Teoría de la Estupidez, con base al comportamiento que tuvo la sociedad alemana durante el periodo comunista del partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NAZI). Agustín Laje escribió su libro, Generación Idiota, con base al comportamiento mostrado por las sociedades Iberoamericanas durante la dominación comunista del Foro de São Paulo y del partido Socialista Obrero Español (PSOE).

Bonhoeffer y Laje, nunca hubieran escrito lo que escribieron, con base al comportamiento de los animales porque, queda claro, los animales no son idiotas, ni estúpidos. Los comunistas colombianos, conscientes de sus enormes limitaciones, le dicen a los que no son iguales a ellos, Uribestias. En estos tiempos convulsionados, de cambio, es un halago que lo comparen con un animal, por el contrario, es una ofensa que lo comparen con un ser humano progresista.

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Tags: Andrés VillotaEl Expediente
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